miércoles, 29 de enero de 2020

TONTOS DEL PEDAL.


TONTOS DEL PEDAL.

Madrugué para acercarme a la Laguna de Medina con la idea de fotografiar pájaros. Cuando llegué al observatorio habilitado en la zona sur del humedal, había un chaval de unos veinte y pocos, con una cara de erasmus que no podía con ella. Tenía montada una pequeña tienda de campaña dentro de la casamata, y tomaba notas en una libreta, supongo que de las observaciones de aves que estaba haciendo, a juzgar por la tienda, desde el día anterior.
El probable estudiante de biología me saludó tímidamente en inglés. Yo le correspondí en el mismo idioma, casi susurrando, como si estuviéramos en misa. A partir de ahí, nos dedicamos a lo nuestro en completo silencio, él haciendo anotaciones, y yo disparando fotos en modo tiro a tiro, para no formar demasiada escandalera.
Lo único que se escuchaba en la zona eran los sonidos que emitía la impresionante variedad avícola que albergaba la laguna; flamencos rosados y comunes, fochas, patos de cabeza roja, patos de otra variedad, cigüeñuelas, avefrías… Un espectáculo. Disfrutábamos de aquello en completo silencio, absortos, cada cual a lo suyo y a su modo. Hasta que por el oeste, un grupo de ánades que nadaba plácidamente, pegó un voletío en modo estampida. Algo les asustó.
Al poco, supimos cuál fue la causa de la estampida. Un frenazo de bicicleta, un derrape en la grava, unas voces, unos pasos ruidosos por la pasarela de madera, cloc, cloc, cloc… Dos tontos del pedal, vestidos de pez payaso, irrumpieron en el puesto de observación, pisando fuerte con sus zapatos de ciclista, de esos con enganches automáticos, cloc, cloc, cloc…
Buenos días dijo el primero, como si se dirigiera a la audiencia de un concierto de Estopa. Con el vozarrón, y delatando su posición con el maillot de colores chillones, generó otra estampida de las aves que estaban en las inmediaciones del observatorio. Buenos días le respondí en voz deliberadamente baja, mirándolo de arriba abajo para que se diese cuenta de que estaba jodiendo la marrana. El tipo tenía una prominente panza que amenazaba con reventar la malla. Daba una imagen grotesca, la antítesis de un deportista, una auténtica caricatura.
El segundo era más delgado, pero tenía pinta de beberse incluso gasolina del coche… otro “referente” de deportista. Éste reparó en la estampida que provocaron y en la consiguiente putada que nos hicieron con su irrupción, y sin modular la voz, le dijo al colega; “Pisha, hemo espantao a lo pájaro, hay que ve cohone...” Y los pocos pájaros que quedaban en los alrededores, se fueron también.
No pude resistirme, os lo juro por mis muertos. Aunque esbozando una sonrisa, tirando a cínica, eso sí, les dije que a algunos ciclistas habría que cortarles los huevos. El panzón se echó a reír y apuntilló, “cortarle lo huevo por la cabesa”. Por lo menos, respondí.
El erasmus no entendía nada, salvo que tenía que dar por concluidas sus observaciones. Lo miré condescendiente como diciéndole, this is Spain, phisa, aunque no sé si lo captó. Los tontos del pedal se fueron enseguida, cloc, cloc, cloc. Total, lo que había que ver lo habían espantado. El chaval desmontó la tienda, recogió sus tiestos, los acopló a su bicicleta, y tras despedirse de mí con un educado “good day” se marchó resignado.
Opté por quedarme un rato más, aunque fuera por disfrutar del silencio. Me pregunté si no había campo suficiente, o carriles de sobra, como para que los tontos del pedal pudieran circular sin incordiar a los demás. Se han propagado como la peste. Son peores que el coronavirus de los cojones. Están en las carreteras, en los carriles, en las aceras, campo a través, e incluso en los puestos de observación de los humedales… ya no tenemos dónde escondernos de ellos. Eso sí, que les respeten el metro y medio, pobrecitos.
Finalmente, reestablecida la calma, se acercaron unas cigüeñuelas, algunos flamencos, y una preciosa avefría europea, de los que pude dar buena cuenta con la cámara. La foto que adjunto, es la cara de cabrón que se me quedó tras la irrupción de los tontos del pedal. La madre que los parió.



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