jueves, 22 de noviembre de 2012

VIENTO EN POPA A TODA VELA...

“Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín…”  Así dice la  “Canción del Pirata”  el conocido poema de José de Espronceda.

Aquí  soplaba el viento por popa, pero la maltrecha embarcación distaba de ser un velero bergantín,  teniendo como único trapo un retal de toldo que asomaba por el costado de babor, y ni cortaba la mar ni volaba, tan solo permanecía sobre unos tarugos a la espera de una reparación que parecía no tener pinta de llegar nunca. Alguien debió pensar que no merecía la pena seguir invirtiendo esfuerzo en esas tablas, y tras saborear una lata de Cruz Campo, la tiró al suelo pasándose el ecologismo por debajo de la quilla, y se marchó, dejando al pairo el destino de su embarcación.

Me pregunto cómo habría resultado el poema de José de Espronceda si hubiera tenido que inspirarse entre tanta desolación.
 




Gracias Víctor

Gracias a Víctor, me he enterado de cómo se suben los videos musicales, así que podré combinarlos con mis fotografías o mis reflexiones. Aquí queda esta primera combinación con una fotografía que realicé en el Caño de Sancti Petri.

miércoles, 14 de noviembre de 2012


DOS BOTES

Dos botes, probablemente sin ninguna oportunidad. El bote pequeño, el de pintura, parece que se empleó con la finalidad de dar una oportunidad al bote grande, la embarcación, pero visto el estado de la misma, y comprobando que el bote de pintura no se cerró adecuadamente, se secó su contenido y parece claro que las oportunidades se acabaron para el bote grande y para el pequeño, y si no, las pocas probabilidades que haya acabarán disipándose a medida que pase el tiempo.

 Como veis, negras nubes se ciernen sobre ambos botes, convirtiéndose la composición en una macabra metáfora de lo que nos está pasando a algunos, que somos dos y algunos más, y a medida que va pasando el tiempo, se van acabando  nuestras oportunidades al quedar resecos como el bote de pintura y obsoletos como la embarcación.
 

lunes, 12 de noviembre de 2012



EL DÍA QUE DESCUBRÍ A BOB MARLEY TIRADO EN UN CHARCO

Yo debía tener  quince o dieciséis años, no lo recuerdo exactamente, pero lo que sí recuerdo es que era por la tarde, había llovido recientemente y yo me dirigía hacia la playa de la Victoria, en Cádiz, por la calle Ceuta. Fue en esas cuando vi una casete tirada en el suelo en el borde de un charco, con parte de la cinta por fuera de la carcasa y en contacto con el agua.

La recogí, le eché un vistazo y lo primero que me llamó la atención fue el nombre del grupo, Bob Marley and The Wailers, y el título del álbum, Kaya.  Lo segundo que me llamó la atención fue la almohadilla central, aquella sobre la que se deslizaban las cintas, que era más gruesa de lo habitual y por tanto de más calidad que las que tenían las casetes que por aquel entonces yo tenía, que eran básicamente bandas sonoras de películas de Ennio Morricone o Henry Mancini.

El caso es que pensé, tiene buena pinta, y como aquella era una época en la que comprar cualquier cosa suponía un poder, decidí intentar recuperarla para saber cómo sonaba. La desmonté retirando los tornillos - era la ventaja que tenían las cosas antes, que podían desmontarse con facilidad - sequé la cinta y la enrollé adecuadamente para después volver a montar la carcasa.

El reproductor de casete que tenía era muy simple, nada de radio, nada de estéreo, casete a secas, pero me las había ingeniado para conectarle un par de altavoces de coche y un tercer “bafle” que fabriqué utilizando el cuerpo de una guitarra que nunca aprendí a tocar. Pensé debía ser una buena caja de resonancia, de manera que le abrí un boquete por detrás y le acoplé un altavoz.

El caso es que inserté la casete y Bob Marley and the Wailers empezaron a sonar… Pasó mucho tiempo antes de que supiera cómo era el careto de Bob, de enterarme de que ese tipo de música se llamaba regee y  que esas trenzas que gastaban aquellos tipos se llamaban rastas… Pero su música me conquistó desde el primer momento.

Quizá por las circunstancias en que me tropecé con aquella música, mi álbum preferido de Bob sea Kaya, de hecho, en cuanto tuve mi primer equipo estéreo, una columna Sony que me duró un porrón de años, uno de los primeros vinilos que compré fue Kaya. Quería saber cómo sonaba aquello en un equipo decente, dotado de ecualizador para potenciar aquellos bajos alternados con el treble, y flipé en colores. Fue como si hubiera vivido siempre con cataratas en los ojos y de pronto me hubieran operado quitándome las vendas de los ojos  frente al mar.

Con el tiempo, seguí comprando álbumes de Bob, primero en vinilo, y con la retirada de estos, en CD… y ahí los tengo. La pena es que no conserve aquella cinta, la que rescaté del charco, quizá porque no supe calibrar entonces el simbolismo que podría tener. Debí haber hecho caso al título de mi tema preferido de ese álbum, Time Will Tell… el tiempo dirá. 
(sobre el enlace, botón derecho, abrir en ventana nueva) 
http://www.youtube.com/watch?v=pEy568Ji_ac


 

lunes, 5 de noviembre de 2012


CAE LA TARDE EN PUERTO 3

Cae la tarde y el silencio solo se interrumpe de vez en cuando por el estrépito de la megafonía de la prisión de alta seguridad… ¡Fulano de tal, tiene llamada telefónica!… ¡Fulano de cual, pase por lavandería!

Cae la tarde y se aproxima la hora del recuento... del recuento de terroristas, del recuento de traficantes, del recuento de violadores y asesinos, del recuento de atracadores, de estafadores…del recuento, tal vez de algún inocente, a saber.

Cae la tarde y en breve, tras la temprana cena, se oirá el eco del cerrojazo de las puertas de hierro que aíslan a los presos de los otros presos, para poco después del telediario, dar la orden de apagar las luces.

Cae la tarde y caigo en la cuenta de la suerte que tengo por estar al otro lado de las rejas, con todo el campo por delante para correr, aunque nunca se sabe por cuanto tiempo, pues como dice la canción, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, Ay Dios.

Cae la tarde… cae la tarde en Puerto 3.

 

domingo, 4 de noviembre de 2012


Hermanas... mi primer conflicto con la Iglesia

Mi primer conflicto con la iglesia lo tuve a los 4 años, que se dice pronto. Según me contó mi madre, acabábamos de llegar de Alemania donde mi padre estuvo destinado durante ese periodo como traductor técnico de alemán, en la conocida marca de electrodomésticos AEG. Al poco de nacer yo, me llevaron a Frankfurt del Main donde viví plácidamente rodeado de boches escarmentados, tras la paliza que les dieron los aliados apenas diecisiete años atrás, postguerra que Alemania aprovechó bien para progresar y levantar cabeza como es debido y no como hemos hecho en este país de resentidos.

El caso es que a mis cuatro años estaba acostumbrado a ir a las guarderías alemanas, los kindergarten como se llaman allí, donde, tras la traumática experiencia del nazismo, esto de la educación infantil se tomaba de manera más serena, y jugar con los juguetes que dispensaban era común y vital para el desarrollo emocional de los peques a los que antaño hacían marcar el paso de la oca.
Pero amigo, llegó la hora de volver a España allá por el 66 y tuve que cambiar el kindergarten y a la afable y rolliza de rubias trenzas frau Churren, por el colegio de las Esclavas de Cádiz, regidas por unas señoras muy serias ataviadas de cofia y un imponente crucifijo en el pecho que se hacían llamar hermanas.

Cuando entré en aquel espartano parvulario cristiano, lo primero que hice fue echar mano de los pocos juguetes que había, custodiados bajo la ferra mirada de un señor que figuraba en un cuadro y al que llamaban Franco, cuando, hay sorpresa, una monja al parecer con muy malas pulgas, me impidió jugar con ellos. Así que, ni corto ni perezoso, Arroyito, hablando más en alemán que en el español de un niño de cuatro años, se plantó ante Sor no sé quién arreglándoselas para decirle que los juguetes eran para jugar, montando el dos de mayo hasta el extremo de que se lo dijeron a mi madre, tachándome poco menos que de subversivo.

Mi madre, joven viajada y abierta a aquella Europa libre y progresista que marcaba distancias con esta España nuestra, no pudo más que sonreír y decirle con tacto a las monjitas, que mi reacción era lógica, dado que yo procedía de un lugar en el que la educación se regía por otras normas, precisamente las que han determinado que Alemania esté a la cabeza de Europa y nosotros vayamos de puto culo, aunque de eso no tengan la culpa solo las monjitas.
A veces pienso que debieron dejarme en Alemania con frau Churren, sobre todo cuando veo el panorama que tenemos aquí…

Nota: la tal frau Churren, no se llamaba así, pero tenía que llamarla de alguna manera porque obviamente no recuerdo su nombre.
 

 

sábado, 3 de noviembre de 2012


MARCEL SALIÓ A COMPRAR TABACO

Marcel debía estar demasiado aburrido  confinado en ese pétreo receptáculo, por muchas flores que le llevasen de vez en cuando. Así que arrancó la puerta y tiró de sus huesos para ir a comprar tabaco al estanco de la plaza Jeanne d´Albret en Salies de Béarn.

Bon soir Jean Claud, donne vu un paquet de Celtas recotés sin filtro del otre coté de la frontiere… dijo dirigiéndose al estanquero.

Pero Jean Claud, como que no se dio por aludido. Así que Marcel volvió a repetir la frase sustituyendo el nombre de Jean Claud por un “ tú, estanquero cabrón”… Pero nada.

Marcel cayó en la cuenta… era un difunto y la única manera de que el estanquero notase su presencia era provocando esa sensación de corriente de aire frío que dicen que se produce cuando el espíritu de un difunto pasa junto a los que aun seguimos disfrutando de un corazón palpitante. Pero en el puñetero Salies de Béarn hay tanta humedad, que el frío que irradiaba el pobre Marcel, como que no se hacía notar, y el jodido Jean Claud seguía sin percatarse de que su difunto ex cliente estaba allí.

 Además… ¿con qué pensaba pagar Marcel? Los muertos se van  al hoyo sin dinero porque es  de lo primero que se ocupan sus herederos, de quitarles el dinero y los bienes como aves de rapiña.

En vista de que Jean no se percataba de la presencia de Marcel y de que no tenía claro cómo iba a pagarle, decidió intentar coger, no ya el paquete, sino un par de cartones de tabaco que se convirtieron en invisibles para los mortales en cuanto los tocó. Gratamente sorprendido, descubrió que podía coger cuanto desease y llevárselo a su espectro sin que nadie lo notase.  Invisiblemente satisfecho, salió por la puerta mientras escuchó exclamar a Jean Claud decir…  ¡¡¡Mérde…  qui sa ouvlié de fermé la porte¡¡¡

Marcel caminaba con sus cartones de tabaco por la rue de Saint – Martín de vuelta al cimitiere para regresar a su boquete, pero pensó que si podía coger tabaco, lo mismo podía tomarse un mojito en la Habana, total, tenía toda la eternidad para llegar hasta allí, así que el difunto decidió no volver a su sepulcro y se marchó a Cuba.

Al día siguiente Gerard, el sepulturero, se encontró con la faenita de la puerta caída en el panteón de Marcel, y pensó… Otra vez los gamberros perturbando la paz de los muertos… mon Dieu.

Lo que no sospechaba Gerard  es que el que se la había cargado  había sido el difunto Marcel,  que a esas horas estaba en el Tropicana bailando un guaguancó con una tremenda mulata difunta, con el cuerpo incorrupto por el vudú.

 Cuando me muera quiero ser como Marcel…

jueves, 1 de noviembre de 2012


LOS MUERTOS Y HALLOWEEN


En Madrid, para algunas personas el Halloween ha pasado a convertirse trágicamente en un día de difuntos… qué paradoja. El problema es que las fiestas se han estandarizado, como tantas cosas y tantos comportamientos. Una fiesta de Halloween ya no se diferencia de una de Fin de Año, o de una Navidad, o de un botellón de fin de semana. La premisa es pillarse un pedo, algo a lo que hoy día llaman “divertirse”, y montar un follón, ya sea tirando petardos en un lugar cerrado, o montando gresca en la puerta de un local, como ha sucedido en Marbella, también con el Halloween.

En el fondo es una maniobra bien orquestada por parte de los que buscan una oportunidad de negocio, basados en modelos que vienen del exterior, y el exterior normalmente son los Estados Unidos de América, con su mejor maquinaria propagandística, Hollywood… Hallo…Holly… Wood… ween… y como zombis, muchos acaban abducidos y entran en la dinámica.

Entre tanto, la esencia de cada tradición, con independencia de que gusten más unas que otras, se va al carajo, de manera que también se va al carajo la idiosincrasia de cada lugar, y al igual que las fiestas, los comportamientos también se estandarizan, la gente se aborrega y pasa lo que pasa, que cuando alguien escribe algo que desentona con lo que “opina” la “mayoría” le saltan a la yugular…achtung¡¡¡ achtung¡¡¡ verlorenen schafen ¡¡¡

 

Personalmente no me gusta eso de llevar flores a un cementerio, pero puedo entender que los creyentes, y no tan creyentes quieran mantener vivo el recuerdo de sus seres queridos depositando unas flores, del mismo modo que se levantan monumentos en memoria de las víctimas de un atentado, un accidente o una guerra. Además, lo de los difuntos es del cementerio para dentro, los muertos siguen en paz, y los que no comulgan con la celebración también, porque ni se enteran de lo que está pasando. Por otra parte no está demás que los vendedores de flores tengan también vidilla, y que por una vez, el negocio no sea solo para las grandes superficies.

Pero con el Halloween, te tienes que tragar la gracia del petardazo en el portal, que aporreen la puerta de tu casa cada dos por tres para el puto truco o trato, y tienes que andar con cuatro ojos cuando pasas con el coche por alguno de estos lugares de celebración para no llevarte por delante a algún julayguay hasta las cejas de priva. Está bien que cada cual se divierta como le salga, pero que no metan por los ojos su peculiar forma de divertirse a los que pasamos de Halloween y de los santos difuntos.

Descansen en paz las chicas de Madrid, y que se tome conciencia de a dónde estamos llegando, que la crisis no solo es económica, también lo es de valores y comportamientos.