DE PERRITOS Y CUARENTENAS.
Me asomo a la ventana regularmente para fotografiar pájaros,
para que me dé el sol, o simplemente, porque la tengo delante y al levantar la
vista, veo la calle. Es rara la vez que no vea pasar a alguien. Casi siempre
llevan uno o varios perros, aunque los he visto de paseo con niños pequeños,
pese a la que está cayendo.
Centrándome en los que pasean perros, son vecinos de la urbanización,
pero sus casas distan más de 50 metros de la mía. Compruebo en muchos casos,
que lo que hacen es dar la vuelta completa a la urbanización. Esto es, que con
la excusa de sacar a los perritos, se dan un paseo de mil metros largos,
pasándose el confinamiento por el arco del triunfo. Les importan más los perros,
o quizá no, que el hecho de que haya en estos momentos, miles de personas
sacrificando sus vidas en un intento de frenar esta espantosa pandemia.
Por tanto propongo, que todo el que tenga perro y no lo
ponga a cagar en su balcón o en su jardín, sea confinado en un estadio o
similar con sus puñeteras mascotas. Dos meses quizá. Ya que consideran que sus
perros tienen más derechos que las personas, que los saquen a pasear en un recinto
cerrado, y que se contaminen entre ellos. El resto, que lo haga la selección
natural, porque esta gentuza insolidaria con su propia especie, no merecería atención
médica. Si aman a sus perros por encima de la humanidad, que se sacrifiquen por
ellos, pero que no obliguen a los demás a sacrificarse en vano.
Ya sé que todo el que tiene un perro, no tiene que ser un
irresponsable, pero, qué leches, hay que pagar justos por pecadores. Por esa misma
razón estamos confinados todos. Pero si el grado de confinamiento actual no es suficiente,
lo mismo hay que recurrir a otros confinamientos, dentro del confinamiento. Si
no están de acuerdo, que se hubieran decantado por los gatos. Los gatos son
unos hijoputas, en la mayoría de los casos, no atenderán a las neuras de sus
amos, pero al menos no tienen que sacarlos de paseo como si fueran gilipollas.
En cuanto a mí, ni tengo perro, ni tengo gato, ni falta que
me hace. Soy como un animal salvaje. No me va eso de tener animales en
cautividad, porque no me gustaría que hicieran lo mismo conmigo. Me tocaría los
cojones tener que bailar al son que marquen los humanos, y perder mis instintos
naturales. Si fuera gato, se iba a cagar la perra, y el dueño de la perra. Si
fuera perro, sería un dingo.