UNA DE CAMPITOS, HUERTECITOS Y GALLINITAS.
Muchas veces he leído u oído decir a urbanitas desencantados
y desencantadas con su estilo de vida,
que les gustaría hacerse con una casita en el campo y dedicarse a cultivar un
huerto, cuidar gallinas y ordeñar vaquitas , tolón tolón, dejando a un lado la vida que llevan, como si eso fuera
tan simple. Lo más curioso es quienes suelen decir eso, tienen un puesto de
trabajo - del que sin duda no disfrutan - pero que les permite tener acceso a una
vivienda con su agua corriente y su electricidad, y se surten de todo y más en
los centros comerciales.
Además hacen vida social cada fin de semana, tomándose
sus copitas y toda la pesca, y de vez en cuando, se visten de Decatlhon y se
marcan una rutita por el campo, de estas balizadas para no perderse. Será eso,
el paseíto campestre, lo que supongo les hará pensar en lo idílico que debe
ser, según ellos y ellas, aquello de la casita de campo, cultivar lechugas,
obtener huevos frescos de las gallinas y leche pura de vaca, de cabra, y puestos a tener, por qué no, algún
cerdito.
Esto me recuerda a la historia
del argentino que emigró a Canadá, que al principio estaba encantado con ver
nevar, pero que al final acabó tan hasta los cojones de la nieve y de todo lo
que implica, que optó por regresar a su tierra, a pesar de la humedad, el calor
y los mosquitos.
Lo del campito quizá empezara de manera parecida… “Qué
bonito es ver amanecer en el campito, escuchar el trinar de los pajaritos y
disfrutar del revoloteo de las gallinas, encantadas de entregarme sus huevos
frescos… Esto es lo más lindo que he visto en mi vida.”
Pero al cabo, no digo de las
semanas, sino de los días, acabarían cayendo en la cuenta de un modo
traumático, de lo que supone la vida en el campo. Quizá levantarse a las cuatro
de la madrugada para empezar ordeñando
las vacas, surtirlas de pienso, y limpiar los excrementos y las meadas, con ese
pestazo a mierda que cauteriza las fosas nasales. Tres cuartos de lo mismo con
las gallinas…y de lechugas nada, porque la granizada que cayó a media noche las ha dejado hechas un colador. De ver amanecer,
tampoco, porque se ha entablado un temporal del carajo y el sol lleva días sin
salir, acojonado con la que se ha montado procedente de las Azores.
Y ahora que ha escampado, ponte a abonar, y a bregar con la plaga del
gusano cogollero que se está zampando las mazorcas de maíz, con lo que costó que agarrasen. Además, hay que reparar
el techo del cobertizo donde guardas el pienso, la leña y la mula mecánica, que
por cierto te recuerda que hay que ir a por gasoil porque tiene el tanque seco.
Pero resulta que el camino está embarrado a más no poder y cualquiera sale con
el Dacia de mierda que compraste, porque para el Land Rover no te llegaba. Como
no había bastante, ahora la cabra, la puta de la cabra, la madre que la parió,
que se ha pillado la coccidiosis y el veterinario no da a bastos… putos
protozoarios.
Y que te dan las nueve de la
noche y no hay manera de sacar agua del pozo porque se ha ido la luz, una de
tantas veces, y en uno de esos putos picos de tensión, se ha quemado el motor.
De llamar al técnico olvídate que es sábado.
Prepara la cena, que ya vas tarde, y prepárala a la luz de las velas,
que para el folleteo estarán la mar de bien, pero lo que es para cocinar, como
que no. Para colmo de males acabas de tropezar con una gallina que se ha
escapado del gallinero y te has dado de bruces con el perol… el pucherete al
carajo.
Ahora toca lavarse con palangana,
que seguimos sin agua y lo que queda. La que cae, lo hace fuera de nuevo, jodiendo el resto de la
plantación. Te vas al catre apestando a abono, pero te la suda porque estás
molido o molida. Son las doce de la noche y dentro de cuatro horas te tienes que
levantar. Y mañana domingo, pero eso será en Móstoles, porque lo que es aquí,
como si no existieran. Ni domingos, ni vida social, ni leches, te ha quedado
faena por hacer, que se te acumulará para mañana.
Qué pasa ahora, por qué ladran
los perros. A levantarse tocan y a coger la del 12 con posta lobera, que no es
la primera vez que te roban y aquí, en el puto campito, no hay seguratas, ni
policías, y los civiles no abarca tanto. Falsa alarma, son los jodidos topos
que cada día se acercan más a las cuatro zanahorias que has plantado y que te
han costado más que lo que valen en la frutería.
Los muertos del campito, quien te mandaría meterte entre frutales, con lo bien que
estabas en la urbe, con tu trabajo de mierda, con tu rutina de mierda y con tu
vida social de mierda.
Y es que resulta que la vida fácil no existe, salvo para
aquellos que se aprovechan del esfuerzo que realizan los demás, y que si la
vida en una ciudad tiene sus condicionantes, la vida en el campo tiene muchos
más, y lo más probable es que cualquier urbanita de tres al cuarto no esté a la altura
de las circunstancias. Deja a un
yorkshire solo durante una noche, no ya en la selva, sino en un parque público,
y cuéntame lo que pasó. Así que menos lobos Caperucito o Caperucita, quédate en
tu casita y deja el campo para la gente curtida, que te irá mejor comprando las
zanahorias en el Mercapollas más cercano.
En la foto, un labriego revisando el riego al atardecer,
empapado y desde las cuatro de la mañana en planta.