viernes, 25 de enero de 2019


LA CULPA ES DEL FERROCARRIL.

Se lo escuché decir a alguien en la radio; “Tenía toda la vida por delante y ahora la tengo por detrás”.
La cuestión es saber en qué momento realizamos el adelantamiento, o quizá, por qué lo realizamos, si fue por correr demasiado para alcanzar una meta, o porque nos empujaron las circunstancias. Es lo que tiene la acotación, esa manía que tenemos los humanos de mensurar, de controlar los tiempos, de marcarnos plazos.

La culpa empezó siendo del ferrocarril y del desarrollo comercial que dio lugar a los husos horarios. El asunto se fastidió del todo cuando llegaron la globalización y las nuevas tecnologías, y partir de ahí, entramos en caída libre. Vivimos a golpe de tweet, pegados a la pantalla del celular, registrando al minuto cada uno de nuestros pasos, mientras que con el rabillo del ojo controlamos los pasos de los demás para no ser menos, para ser más guapos, para tener más, para viajar más que nadie, para ser más listos… o eso creemos.

Y claro, un día miramos la hora, después la fecha, y a continuación, echamos un vistazo a los eventos registrados en nuestro perfil en la red social de marras, en el que detallamos con pelos y señales, nuestro estilo de vida desenfrenado y aferrados a la idea de la eterna juventud. Y entonces se nos caen los palos del sombrajo, arrasados por el alud de la cruda realidad del paso del tiempo.

Madrequepariós, hemos dejado la vida atrás, ya no hay objetivos que marcarse para ser más guapos, o más “listos”, para alcanzar esto o aquello, no hay parné para viajar, ni empaque para conquistar… Y así, muchos acaban sumidos en la depresión porque se sienten enterrados en vida al no poder seguir manteniendo el ritmo delirante que se marcaron.

La culpa es del ferrocarril, pero el asunto tiene solución. Podemos bajarnos en la siguiente estación, y a partir de ahí continuar a pie, que no corriendo, al ritmo que marcan el orto, el zenit y el ocaso, al ritmo que marcan las constelaciones durante la noche o  las auroras boreales. Entonces mantendremos una cadencia acompasada con el tiempo universal, una cadencia armónica como el de las mareas, y cuando dejemos la vida atrás, sencillamente será porque habrá expirado nuestro ciclo vital, y para entonces nada habrá de preocuparnos… o sí.