SÍ ES SÍ, PERO NO SIEMPRE PUEDE
SER.
La Ministra de Igualdad y
Pionerismo Feminista, Irene Montero, asegura que con el proyecto de ley que
propone a salto de mata, se acabará con la violencia machista, las violaciones
grupales, y los feminicidios. Con los infanticidios y el resto de crímenes quizá
no, pero con los de las mujeres en particular, sí. Esto es, los hijos de puta
que ataquen a las mujeres, se diluirán en la nada gracias a la implementación
de esa ley, pese a ser catalogada de chapuza, incluso por el sector feminista
del PSOE.
Según Irene, con este proyecto de
ley “pionero” -porque ella y sus cumple amigas son muy pioneras, mucho más que
Virginia Woolf, Madame Curie, o el movimiento sufragista del siglo XIX- se
acabará con los problemas de seguridad de las mujeres. Así que, queridas amigas,
a partir de ahora podéis estar tranquilas. Podréis caminar solas por callejones
oscuros, ligeras de ropa o con bragas de cuello vuelto, el atuendo es lo de
menos, porque con esa ley de la criptonita feminista de Irene, seréis
intocables. No habrá depredador que ose agrediros en cualquiera de las formas
posibles, incluso aunque sea con el pensamiento. Si alguien -vuestros padres,
amigos, la policía, o cualquier machista de mierda- os recomienda que no lo
hagáis, denunciadlos por alarmistas y pertenencia al heteropatriarcado. Irene y
su ley omnipotente del sí es sí, os garantizarán la seguridad. Incluso en el
caso de los asesinos y violadores reincidentes, que por no estar condenados a
cadena perpetua, vuelven a las calles. Esos especímenes, serán reeducados en
las buenas prácticas del feminismo, y
acabarán siendo más feministas que nadie.
Por la misma regla de tres, y
extendiendo esa “ley pionera” a otros ámbitos, lo mismo se acaba también con
los robos y los asesinatos de otra índole, o con la conducción temeraria, o con
el maltrato animal. Cualquiera podrá pasearse tranquilamente por un barrio
chungo luciendo un Rolex de oro, porque está en su derecho de no ser asaltado,
sobre todo si luce un brazalete morado. Incluso quien quiera bañarse con una
hemorragia de nariz, en un acuario lleno de tiburones hambrientos, también
estaría protegido por las leyes, de un frenesí sangriento de escualos machistas.
Tenemos derecho a bañarnos donde queramos, chorreando sangre por la napia, sin
que nos coman por los pies. Los mundos de Yupi, o de la venida a la casta de
Irene Montero.
Pues sintiéndolo mucho, yo seguiré alertando a mis hijas, a mi amada esposa, a mi santa madre y hermana, y a mis amigas del alma, para que tengan cuidado en los callejones oscuros, porque de esos callejones oscuros tenemos que cuidarnos todos, con independencia del sexo que tengamos. Mi amada esposa siempre me dice que ande con cuidado, según donde me meto, y no veo por qué no puede ser al revés.
Ellas tienen derecho a ir por
donde quieran, como quieran y cuando quieran, pero seguirá habiendo hijos de
puta al acecho, así que no queda otra que calibrar los riesgos. Y yo también
tengo derecho a transitar por un barrio conflictivo con mi teleobjetivo al
cuello, pero podrían intentar arrebatármelo y recibir una puñalada si no me
dejo, así que no me queda otra que calibrar los riesgos, por mucho que me
asista el derecho.
El mundo no es Disneylandia, el mundo
es una puta selva y todo bicho viviente tiene que mantenerse alerta. No hay más
que ver lo que está pasando con el virus y las mascarillas. Que nos vendan la moto de que gracias a una
ley, propuesta por una ministra bisoña y analfabeta, vamos a poder atar a los
perros con longanizas, es una absoluta falta de responsabilidad. De otro modo,
a ver por qué la señora ministra tiene escolta. ¿A caso renunciará a ella en el
caso de que se apruebe su propuesta de ley? ¿A caso es machismo, recomendarle
escolta a la señora ministra, por si las moscas?
Va a ser que el sí es sí, no
siempre puede ser por mucho que queramos. A la escolta de Montero me remito. Recomiendo
con carácter general, que no bajemos la guardia. A falta de escolta, mejor un
buen adiestramiento en defensa personal, que estas propuestas de ley chapuceras,
para que una política del tres al cuarto justifique su ministerio. O lo mismo
intenta trascender a toda costa en los anales de la historia, como si fuese la
versión blanca de Rosa Parks, pero sentada en el butacón de su casoplón de
Galapagar, en vez de en el asiento de un autobús lleno de supremacistas blancos.
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