domingo, 2 de septiembre de 2018


JAB PARDO DE SANTAYANA Y EL VERDERÓN.

Mi amigo Víctor, guasón, de humor inteligente y sano, se ha dirigido a mí alguna vez como Jab Pardo de Santayana, en las ocasiones que he subido fotografías de especies animales, contando detalles sobre las circunstancias en las que las tomé. Quien haya sintonizado Radio 5 (RNE) probablemente habrá escuchado un apartado dedicado al mundo animal, presentado por José Ignacio Pardo de Santayana, entre otras cosas, ornitólogo, naturalista, director del Zoo de Santillana del Mar (Cantabria) y excelente comunicador que relata de forma amena, sus experiencias con el mundo animal. Pero ya quisiera yo estar a la altura de ese señor, platico como ninguno en esta materia y en otras.

Siguiendo un poco la broma de mi querido amigo, voy a contaros las circunstancias en las que tomé la fotografía que os muestro aquí, del verderón común (Chloris chloris) del orden de los paseriformes.
Estaba en mi casa a media mañana de primeros de agosto, cuando el canto persistente y cercano de un pájaro llamó mi atención. ¡Chiuiií! ¡Chiuiií! ¡Chiuiií! A lo que otro pajarillo más alejado respondía ¡Chitchuitchit!... O algo así. Podéis escuchar el canto en este enlace, que siempre será más fiable que mi onomatopeya.


El sonido del pájaro más cercano provenía de la ventana del cuarto de mi hija Gloria, que está al alcance de la mano de un falso pimentero (Schinus molle) en el que, en otras ocasiones, he podido fotografiar a otros pájaros. Me asomé con precaución, pero el alado detectó mi presencia y pegó la espantada. En previsión de que volviese, bajé un poco la persiana veneciana, me proveí de una red mimética y preparé la cámara montando el 100-400 mm.
Al poco, de nuevo… ¡Chiuiií! ¡Chiuiií! ¡Chiuiií! con la correspondiente respuesta del otro pájaro, que sonaba más distante. Así que, prevenido y enmascarado con la red, localicé al pajarillo desde la umbría de la habitación, y me aproximé con sigilo hasta el alfeizar de la ventana, asomando mínimamente el objetivo. Había unas ramas por delante del pájaro, que le dificultaban mi localización, pero a su vez me complicaba las cosas para enfocar los ojillos de lo que después identifiqué como un verderón.
   
¡Chiuiií! ¡Chiuiií! ¡Chiuiií! y réplica del otro pájaro, mientras que el autofoco del objetivo se volvía loco con la rama que oscilaba, interpuesta entre el pajarillo y yo. ¡Clack! ¡Clack!... El claqueteo del disparador de la cámara llamó la atención del verderón, pero debí estar bien enmascarado, y pese al mosqueo, mantuvo su posición. ¡Chiuiií! ¡Chiuiií! ¡Chiuiií! ¡Clack! ¡clack¡ Y así, fui dando cuenta del verderón y de su bonito cantar, por el cual resulta muy codiciado, mal asunto para la especie.

Finalizada la sesión fotográfica, me aparté de la ventana con el mismo sigilo para no espantar al pájaro, que tenía pinta de estar en su fase reproductiva, y allí siguió casi toda la mañana… ¡Chiuiií! ¡Chiuiií! ¡Chiuiií!
Quiso la casualidad que esa misma mañana me llamase por teléfono Víctor. Le conté la movida, volvió a dirigirse a mí como Jab Pardo, y  pudo escuchar al verderón por el teléfono, razón de más, querido amigo, para que te dedique este capítulo de Jab Pardo de Santayana sobre el verderón común.