domingo, 23 de marzo de 2014


A LA MIERDA LA DIGNIDAD

Cuando cometo la torpeza de encender la TV y me tropiezo con las imágenes de la gente vitoreando a un payaso como el tal Willy Toledo, me doy cuenta de que en España, la dignidad no tiene ninguna oportunidad. El día que la gente salga a la calle sin banderitas,  rechazando de plano a estos payasos mediáticos, a los politiquillos que quieren aprovechar la virada en su propio beneficio,  a los oportunistas  y a los alborotadores que se dedican a provocar, sean del lado que sean, entonces saldré yo.

 Pero España es un país de borregos, borregos de derechas, borregos de izquierdas y borregos a secas, y por desgracia los borregos necesitan un pastor que los meta en vereda, de manera que este siempre será un país de pastores infames enfrentados con sus respectivos ganados, ganados identificados, no a marca de fuego, pero si a base de siglas adhesivas y banderitas absurdas.  Son ganados  cuyos individuos necesitan identificarse con un cliché que los una al grupo, ya que de manera individual se sienten inseguros,  acomplejados, acojonados, como se acojonan las ovejas que pierden la senda del rebaño. Y cuando se sienten rodeados por los lobos, chillan y patalean para llamar la atención del pastor, para que los ampare el ganado, chillan y patalean ante las cámaras  de TV y en el YouTube… el Dios de los ganados modernos.

Estamos llevando al país  al nivel de Ucrania, al nivel de Turquía, al nivel de Egipto… países cuyos “pueblos”  toman los gobiernos asaltando  plazas,  azuzados por cuatro listos que ansían el poder , para después instaurar su propio gobierno del terror o del saqueo a secas, como pronto pasará con la ultraderecha ucraniana… Es el síndrome del intermitente, izquierda, derecha, y como la gente es imbécil, traga y vuelta a empezar… ahora para la izquierda, ahora para la derecha, como hace el ganado en los campos, que ondula a un lado y otro, controlados por los perros fieles al pastor.

 No merecemos votar en las urnas democráticamente, porque no sabemos manejar la herramienta de manera inteligente, del mismo modo que un cerdo no sabe apreciar en su justa medida un pastel de frambuesas. Lo que nos merecemos es que nos gobierne un ex KGB como Putin y que a la mínima protesta, nos meta los cañones de los  T-90 por el culo… o un payasote como Maduro para que nos cuente historietas de pajaritos bolivarianos mientras arruina el país…pirrripipi, pirrripipi…  Merecemos un gobierno islámico para contentar a esos que portan sus banderitas autonómicas tuneadas de revolucionarias, ataviados  con la kufiya, que no sé qué cojones pinta aquí. Es algo tan absurdo como si los palestinos se manifestaran contra Israel vestidos con capote y sombrero andaluz… Pero eso, que  nos gobiernen los islamistas, para ser coherentes con las kufiyas, y todos a rezar de rodillas orientados al Este, calladitos y sin chistar para no ofender a Alá, so pena de ser linchados en público… por imbéciles.

Merecemos que nos gobierne Willy Toledo y los Bardem, a ver si vamos todos a parir, por los cojones, al hospital judío Monte Sinaí a costa de un gobierno progre-comunista pro Armani. O que nos gobiernen los bomberos de la Comunidad de Madrid, que están indignadísimos y se apuntan a todas, para que hagan por que trabajemos las mismas horas que ellos y nos pongan el mismo sueldo que tienen ellos a todos los demás … a ver si son tan machotes.


 Dicho sea de paso, merecemos que nos siga gobernando Rajoy, que fue elegido por  uno de los ganados, y merecimos que nos gobernara Zapatero, que fue elegido por el otro ganado, y que ahora quiere asaltar el redil. Merecemos, por poner un ejemplo, que la Pájaro Loco (Teresa de la Vega), la del Partido Socialista O B R E R O  Español, blinde su jubilación para cobrar 8 veces más que lo que reciben los que cobran  la pensión más alta que se puede pagar en este país. Merecemos también, por poner otro ejemplo, tener a Rodríguez Rato de multinacional en multinacional, pese a tener en su currículo el dato de haber arruinado la economía de muchos españoles, como tantos otros ex ministros de ambas partes. Y merecemos los sindicatos que tenemos, esos que promueven manifestaciones gritando consignas proletarias, mientras roban a manos llenas al proletario, para poder vivir como buenos capitalistas.

 El caso es que Suárez acaba de fallecer.  Deberíamos darle las gracias por intentarlo, por ser valiente y cabal cuando hubo que serlo, pero resulta que este país de idiotas no tiene memoria ni tiene remedio. Suárez debió darse cuenta el día que llegó Tejero, pegó cuatro tiros  al techo, y salvo él, Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, que aguantaron con dignidad, todos los demás,  que ahora se dan golpes de pecho por la democracia y las libertades, se metieron bajo los pupitres del congreso cagándose por las patas abajo… Quizá por eso la naturaleza física de Adolfo acabó por llevarle a olvidar su tragedia familiar y  de paso, la tragedia de este país de ineptos.

Descanse en paz Adolfo Suárez, y a los borregos que les den, por mandar a la mierda su dignidad.

 

martes, 18 de marzo de 2014



U L T R A M A R I N O S

...Otro que zozobra, este de los últimos de Filipinas, tras sufrir entre otras,  las andanadas de esos buques corsarios que campan por sus respetos por los océanos de la globalización… las grandes superficies, que son como portaaviones  de la clase Nimitz, y la invasión de sampanes chinos, no menos temibles por estar hechos de juncos y ser de vela.

A esta tienda de ultramarinos le queda poco fuelle, como mucho hasta Semana Santa, según leí en la prensa. Después,  el cierre, y probablemente su reconversión a una tienda de todo a un euro y made in China, pauta que han seguido la mayoría de los pequeños comercios del centro de la ciudad… así de triste. Pero los alquileres suben, las normativas se endurecen, los impuestos también, no se vende un carajo y la cosa ya no es rentable, solo lo será para los chinos, que pagan bien al estar liberados de ciertas “ataduras” como las relativas a los derechos de los trabajadores, y pueden pasarse la normativa por el arco de su muralla… la china.

A los jóvenes de ahora, puede que les suene a chino lo de ultramarinos, qué paradoja, porque a fin de cuentas, hoy en día casi todo viene de China que está en ultramar. Puede que alguno crea que un Ultramarino es un cargo de la armada próximo al Almirante, algo que no me sorprendería, pues eso de la mili ya no se lleva… lo que me hace a caer en la cuenta de la edad que tengo.

El caso es que las tiendas de ultramarinos tenían su aquel. En Cádiz solían regentarlas los montañeses, oriundos de Cantabria, y en estos establecimientos se expendían productos alimenticios, muchos de ellos a granel. Solían vender de todo un poco en el marco de lo alimentario, y antaño solían tener productos que no eran comunes en la región, esos que venían de ultramar, sobre todo determinadas especias, de ahí el vocablo ultramarinos.

Las tiendas de ultramarinos   se caracterizaban por detalles que me vienen al recuerdo, como la figura del chichuco, o mozo de almacén, que acometía las labores más ingratas del negocio por un sueldo exiguo y con la promesa de dirigir en un futuro el negocio si era espabilado. Entre las faenas, se encontraba la de llevar los pedidos a las casas de los más pudientes. También era un clásico la balanza romana, o el molinillo de café, y otros enseres destinados a medir y tratar los productos a granel que solían estar contenidos en sacos de esparto o en barricas.

Recuerdo aquellos mostradores de mármol y madera, algunos con filigranas, y el olor a queso y mosto. Recuerdo también el serrín desparramado por algunas partes del suelo para contener los fluidos derramados. Generalmente, una de las esquinas del mostrador estaba destinada a cumplir las funciones de bar, donde los hombres solía consumir sus chatos o sus tercios de cerveza, y alguna tapa de queso manchego o aceitunas con anchoas, mientras hablaban, como siempre, de fútbol, y nada sobre el gobierno por eso de la dictadura.

Recuerdo  también la entrada al almacén,  pobremente iluminado por polvorientas bombillas de poca potencia, un lugar con cierto misterio para aquellos que, siendo unos mocosos, lo veíamos desde el otro lado del mostrador. Era como si al atravesar ese umbral se accediera a un mundo desconocido e intrigante. Y recuerdo aquellas estanterías repletas de latas de conservas, y las neveras con estructura de madera, la cortadora de embutidos.

Y la libreta… si, aquella en la que se anotaba lo que la gente dejaba a deber, todo un clásico. Puede que los productos fueran más caros que en los supermercados, y por supuesto que en las grandes superficies, pero si  Manuela, la del segundo izquierda del número tal de la calle Pascual, no llegaba a fin de mes, podía dejar fiado y pagar a primeros de mes…a ver qué Mercapollas o Carreleches permite eso. Era lo que tenía el trato cercano de los comercios de barrio, donde se dejaba fiar y donde, dicho de paso, se aireaban los chismorreos del vecindario.

Pero ya quedan pocos ultramarinos, los que se cuentan con los dedos de una mano y menguando, como este de Barreda en el nº 1 de la Calle San José en Cádiz. Los ultramarinos hacen agua, como tantas otras cosas, se hunden y dejarán de formar parte del patrimonio histórico de las ciudades, entre otras cosas porque en este país en general y en  Cádiz en particular,  eso de conservar, como que no se lleva, pobre tacita de plata.

Pero ya se sabe, “en Cai hay que mamá”… Así nos va.