EL JOKER OCASIONAL
Pretendía dar miedo, pero en realidad era él quien lo tenía. Miedo
por estar rodeado de tanta gente ajena a
su presencia. Rodeado de gente, pero
sintiéndose solo, este Joker ocasional hacía el esfuerzo por intimidar, en un intento
de rebelarse para no sentirse intimidado por esa soledad brutal, la peor de las
soledades, la de sentirse solo entre la gente.
Pretendía llamar la atención a
toda costa, y para sus adentros gritaba ¡¡Eh!!
¡¡Que estoy aquí, miradme!!! ¡¡Malditos bastardos!!! ¡¡¡Quiero infundiros algo,
aunque sea miedo, necesito que al menos me
temáis y que me consideréis por ello!!!
Pero nada, ni caso… si acaso, Joker captaba la curiosidad del gentío por un
instante, para después comprobar que no era más que un amago de contacto que
acababa en indiferencia. Para asustar hay que ser malo y este Joker de fin de
semana no lo era, así pues, como mucho, lo consideraban como un pobre diablo al
que había que ignorar.
Allí andaba, allí nadaba este Joker ocasional, en un mar de
gente, rodeado por todos, pero como si no lo estuviera, rodeado solo de agua salada que le impedía saciar su sed. Allí estaba
con la mirada fija, pretendiendo infundir temor, intentando infundir, al menos, el sentimiento más básico
al que son sensibles los seres humanos, el miedo. Pero únicamente infundía
desinterés, y en el caso de este observador imparcial, me infundió pena, al comprobar cómo su mirada quedaba perdida en el infinito, tras constatar la
indolencia de todos los que le rodeaban.
El caso es que este Joker
no parecía ser el único náufrago perdido
en un mar de gente, el caso es que mucha de esa gente que constituía ese mar,
eran a su vez náufragos, solitarios rodeados
de gente, solitarios que reclamaban la
atención para sí, unos infundiendo temor, otros regalando sonrisas, e incluso
algunos anunciando en un cartón que regalaban abrazos, como si esos abrazos los
necesitaran otros, cuando en realidad los ávidos de abrazos eran ellos. Algunos simplemente se mostraban neutros,
flotando sin más, dejándose llevar por la marea humana, perdiendo temperatura,
como sucede cuando se deriva a pelo en la mar. Hasta los mares más cálidos acaban
enfriando el cuerpo de los náufragos.
Esta historia es ficticia, desconozco las
circunstancias reales de este Joker ocasional, como suele decirse, cualquier parecido con la
realidad es pura coincidencia, pero el relato no deja de ser posible. Son
muchas las personas que hay en este planeta que se sienten solas y perdidas pese
a estar rodeadas de gente, personas que padecen esa soledad brutal, la peor de
las soledades. Y fue la observación de este Joker ocasional lo que me hizo
pensar en ello.