jueves, 1 de octubre de 2015

AUTORRETRATO ELÉCTRICO

La jornada se presentaba aciaga y tenía la aguja mareada, pero me negué a dejarla pasar sin pena ni gloria, así sin más, de manera que decidí salir y dedicarla a la fotografía.

Eché un buen rato tomando instantáneas entre Barbate, Vejer y Conil, donde acabé ya de noche. Cuando creí haber capturado todo el pescado se me presentó otro caladero. Según salía de Conil, buscando la autovía vi caer un rayo por la zona de Medina Sidonia. Había fotografiado poco antes nubes de evolución por aquella parte así que no me sorprendió demasiado. Una vez en la autovía, ya de regreso a casa, la actividad se intensificó y empecé a plantearme la posibilidad de desviarme a la altura de Chiclana para tomar dirección Medina con la intención de buscar la tormenta.

Con esa idea iba cuando observé que  por en NW se iniciaba otro frente tomentoso más activo que en que se desarrollaba por la zona oriental, y ese frente me pillaba de camino a casa, así que me dirigí directamente hacia él con la esperanza de llegar a tiempo de cazar la tormenta colocándome en un lugar con buenas vistas.

Cuando llegué al desvío que suelo coger para llegar a casa, la salida 646 de la A-4 que lleva a la N-IV que accede desde el norte al Puerto de Santa María, me desvié por un carril que conduce al complejo endorreico de Hato la Carne, deteniéndome en un cruce de caminos que domina toda la campiña noroccidental del Puerto y Jerez.
La tormenta se aproximaba descaradamente desde el NW así que lo tuve fácil para orientar la cámara en dirección hacia el lugar donde se producían el mayor número de rayos. Monté el trípode de mierda que tengo sin extender las patas para que no cimbreara con el viento, enfoqué manualmente al infinito con la óptica ajustada a 21,2 mm (aplicando el factor de marras para los que no tenemos una full frame) dejé la ISO en 100 porque no me gusta el ruido en las imágenes nocturnas, f 11 y 30” de exposición… y me puse a disparar.

En esas estaba cuando eché de menos algún elemento más en la composición, así que me puse yo, con tal suerte que en ese mismo instante, a las 21 horas, 41 minutos, 54 segundos computados por la cámara, se produjo el mejor fogonazo de todos los que cacé constituyendo sin duda el mejor autorretrato que me haya hecho jamás, o al menos el más espectacular.
Algunos dirían que Dios quiso iluminarme, y otros que el diablo intentó partirme en dos con un rayo, en cualquier caso me tomé en serio la señal, pues la tormenta se acercaba demasiado y se mascaba la electricidad estática. Seguí realizando fotos, poniendo el coche como elemento en la composición, y me agaché para evitar ser una diana tan evidente, aunque los rayos tenían donde elegir en lugares que estaban más elevados que mi posición. Cuando empezó a llover estaba claro que tenía el frente prácticamente encima, así que decidí desmontar el chiringuito y quitarme de en medio para no tentar al diablo, o a Dios, vaya usted a saber.

A posteriori, observando la imagen, he podido comprobar que el rayo cayó a poco más de 4 km de mi posición, en una estación de energía eólica junto a los que paso en muchas ocasiones cuando salgo en bicicleta.
Por aquí se dan pocas tormentas, un fenómeno meteorológico que me fascina, así que no se presentan muchas oportunidades para atrapar relámpagos. El último lo cacé el pasado año desde el WC de casa, con eso lo digo todo. Así que después de esto, puedo sentirme satisfecho, ya no solo con el autorretrato, sino con las que tomé seguidamente y que muestro en esta entrada.


Mereció la pena escapar del tedio y salir a vivir emociones cuanto menos electrizantes, mal rayo me parta si no es cierto lo que digo. A continuación, la secuencia de fotografías.

J.M. Arroyo