domingo, 28 de febrero de 2016

SOCIEDAD BURBUJA.

Opté por ir a piernas para realizar una gestión a un par de kilómetros de casa, y por el camino, unos veinte minutos antes de tomar esta foto con el móvil, me encontré a esta misma persona en la misma posición, arreglando algo en el interior de este peculiar carro porta bebés. En ese primer instante, una niña de unos tres o cuatro años correteaba alrededor del padre, con muchas ganas de hacerlo, en tanto el padre se afanaba en arreglar algo en el interior del carro. A medida que me iba acercando pensé, lo mismo tengo que intervenir con mi Leatherman multiusos para echarle un cable, pero cuando estuve encima me di cuenta de que lo que el padre intentaba arreglar era una especie de tableta para videojuegos. El caso es que me llamó la atención aquella especie de burbuja con ruedas, parecida a una nave espacial, ideal para explorar el espacio sideral, pero no para pasear a una criatura.


Proseguí mi camino completando los últimos quinientos metros que me quedaban para llegar al lugar donde tenía que realizar la gestión, y una vez hecha, regresé por el mismo camino. Fue al regreso cuando me encontré de nuevo con este padre y con su hija, esta vez metida en la burbuja rodante, instante que aproveché discretamente para tomar la foto con el fin de documentar mi reflexión.

La niña lloraba contrariada y el padre se excusaba muy apurado diciéndole que no sabía qué le pasaba al dichoso juego de la tableta digital que llevaba dentro del carro. Fue entonces  cuando me pregunté hacia dónde está yendo la sociedad, qué sentido tiene encerrar a una niña de tres años en un carro burbuja dotado de un videojuego, una mañana, que si bien estaba encapotada, no amenazaba con lluvia inminente y no era fría ni ventosa, perfecta para que la niña fuera, si no andando, a techo descubierto para que pudiera ir descubriendo y reconociendo el mundo que la rodea.

Cuando yo tenía tres o cuatro años, mi madre me sacaba a pasear por la nieve a temperaturas bajo cero, que era lo que se terciaba en invierno en el lugar en el que vivíamos entonces. De su mano descubrí la nieve, el frescor del aire puro, los árboles, los perros, los gatos, los coches, las casas, etc. lo que me permitía de manera inconsciente ir reconociendo mi entorno y socializar con las personas que lo frecuentaban. Sin duda alguna el resultado de lo que soy, aún sin ser de lo mejor, no hubiera sido el mismo si en vez de integrarme de pleno en la vida, mi madre me hubiera aislado en un carrito burbuja.

Esta niña probablemente pasará del carro burbuja a la habitación burbuja, y el video juego infantil será reemplazado por un teléfono móvil, que pasará a ser su “mejor amigo” pues será su forma de relacionarse con el mundo exterior o incluso con quien tiene a su lado... hablará mirando a una pantalla y no mirando a los ojos de su interlocutor. Reirá, llorará, se moverá por un mundo virtual, será acosada o insultada a través del móvil o se transformará en acosadora de otras personas  a través del mismo. Cuando se quede sin batería, se le rompa o no esté a la última en las nuevas tecnologías, su mundo se vendrá abajo y se pondrá a llorar, o a romper muebles, a insultar a todo lo que se menea, o entrará en una profunda depresión, mientras los padres, impotentes, se preguntarán qué han podido hacer mal.
Pues tal vez esta foto te lo recuerde, buen hombre…

J.M. Arroyo