viernes, 28 de julio de 2023

EL DISPARO.

Te voy a hacer una foto, dijo, y se puso delante el muy osado. Visto y no visto. Una del 7.62 le voló el tercio inferior de la oreja izquierda y desde entonces le llamaron media oreja. A quien se le ocurre Bartolo. Y suerte que el chopo estuviese más descompensado que una escopeta de feria, que si no...

Va. Obviamente estoy de coña. Se puso delante, pero el chopo estaba descargado, comprobado el cargador y el ánima del fusil, seguro puesto y el dedo índice fuera del guardamonte. Nada parecido a horas antes, durante los ejercicios de fuego real en movimiento. En guerrilla, en cuña, en rombo cerrado… y pobre del que rompiera la formación en plena balacera o tomara por el pito del sereno las indicaciones del Jefe de Equipo de Fuego recibida de su inmediato superior, el sargento de marras, sargento primero Gutiérrez para más señas. Pa habernos matao cien veces, sobre todo cuando llegaban los nuevos reemplazos con la aguja más mareada que un compás sin compensar.
Eran otros tiempos claro. Hoy tienen al defensor del soldado y a un gabinete de psicólogos a disposición, y a una ministra chachi piruli que en vez de munición, les envía caramelos. 



domingo, 23 de julio de 2023

LA BUHARDILLA DE PRÉSIDENT WILSON.

Las mudanzas es lo que tienen, que empiezas a recopilar efectos a la par que realizas escabechinas para soltar lastre, y entre medias aparecen tebeos de Mortadelo y Filemón y fotos, como es el caso que me ocupa, vinculadas a datos precisos referidos en mis diarios.
La secuencia me la hizo mi primo Miguel la noche del 4 de diciembre de 1988, en la buhardilla estudio que tenía alquilada en su época de estudiante universitario. Avenue du Président Wilson 30 era la dirección, cerquita de la Plaza de Trocadero de Paris, que no del sitio del Término Municipal de Puerto Real, origen del nombre de la plaza que conmemora la batalla del 31 de agosto de 1823 para imponernos el mandato del rey Felón, que rima con cabrón de forma muy oportuna.
El edificio, de estilo hausmanniano de mediados del siglo XIX, conforma el paisaje urbano que caracteriza a La Ville Lumière, y las buhardillas en sus orígenes estaban destinadas al alojamiento del servicio. Era reducida pero muy acogedora y estaba bien equipada. Resultaba reconfortante mirar por la ventana y ver caer la lluvia, como era el caso de aquella noche, sobre los azulados techos de pizarra, y los destellos de las luces de la coronación de la torre Eiffel.
Las fotos disparadas por mi querido primo, captan una payasada de las mías, pues entre risas y conversaciones trascendentales transcurrieron aquellas noches de aquella semana, cuando él regresaba de la universidad y yo de patearme la ciudad.
En la era de los selfies y los megapíxeles, en las que la gente se hace fotos al ritmo de la sistólica y la diastólica, con una calidad gráfica impresionante sin tener pajolera idea de fotografía, éstas pueden resultar irrelevantes, incluso de mala calidad gráfica y cromática, pero habría que ver a la peña en estos tiempos manejando una cámara analógica, y sobre todo, extrayendo recuerdos claros y concisos de una imagen después de 35 años de almanaque. Un abrazo Miguel, y gracias por aquellos momentos.