lunes, 31 de diciembre de 2012


El trece... Con la fama que tiene este número, no sé si desearos suerte o hacer un conjuro. En todo caso un abrazo y que cuanto menos, el nuevo año nos sea leve.

domingo, 23 de diciembre de 2012


Mantis

Serían las 07:45 local cuando llegué a la puerta del departamento de topografía, aun cerrada. Allí estaba el insecto verde cuyo nombre científico es Mantis religiosa y cuyos “motes” populares son varios…santateresa, cerbatana, taladiós, madre víbora, maríapalito, marigarcía… El caso es que el amigo, porque era macho, estaba allí puntual en la puerta de los de topografía, y pensé que se había ganado el honor de entrar conmigo y ocupar un puestecito en el teclado de un ordenador… y sobre uno lo coloqué.

Pero tengo unos compañeros con demasiados perjuicios y algunos, grandes como torres, salieron corriendo despavoridos ante la presencia de Bartolo… así me dijo que se llamaba. Al grito de pégale un zapatazo a ese bicho asqueroso, algunos me incitaron para que asesinara al pobre insecto, y este me miró preocupado (siguen la mirada girando la cabeza hasta 180º). Lejos de eso, y a la vista de la agresividad de mis compañeros, incitada por el miedo a lo desconocido, me puse a Bartolo sobre el brazo izquierdo y le hablé en dialecto Pawnee, pues nos manejamos bien en ese idioma. Le dije… “pawaná koshy wanapé kauaná”… lo que traducido al castellano es, “Bartolo te voy a sacar de aquí ahora que sale el sol, no sea que estos gilipollas acaben linchándote.”(La conversación fue grabada por Néstor con su I Phone y colgada en el face)

Así que, en vista de que el pobre Bartolo no fue aceptado por la comunidad de los topos, lo saqué al exterior y lo deposité sobre un contenedor de espejos apartado de la oficina, para que se serenara viendo el amanecer. Le hice algunas fotos y antes de marcharse hacia el sol naciente, giró de nuevo la cabeza para decirme... “Mewenápack pawneé, chukiwá kawé né…ná “… Lo que traducido significa… “Eres un gilipollas, hay que ver el miedo que me has hecho pasar, anda que ya te vale…cabrón.”

Tenía razón, debí haberlo puesto directamente sobre ese contenedor y evitarle el contacto con los humanos, que tienden a querer destrozar todo lo que les inspira miedo o recelo… Como para que hubiese sido un extraterrestre en son de paz.
 

 

lunes, 17 de diciembre de 2012






La mirada se pierde, la mente se expande y se diluye en la atmósfera, el corazón se ralentiza y los sentidos se dispersan en el éter, los cinco sentidos, e incluso a veces un sexto. Puestos a desear bien para los demás, desearía que todas las personas pudieran sentirse así con independencia de sus circunstancias, pues lo que más gratifica al ser humano quizá sea la paz interior, esa paz que he intentado describir torpemente.
 Me voy a dejar de tópicos, de bolas navideñas, de copos de nieve, de fechas de calendario señaladas en rojo. Me voy a limitar a desearos, no porque toque, sino porque sí, mis mejores deseos, que no son más que podáis sentiros como me sentía yo cuando me hice la foto. Que la paz interior os inunde y ahogue todos los pesares. Un fuerte abrazo.
JAB

martes, 11 de diciembre de 2012


L I B R E

Ayer me tomé la libertad de sentirme libre. Dejé a mi pequeña Gloria en Granada y al regreso, de manera premeditada, decidí hacer escala en la serranía malagueña, para patear monte en solitario. Hacía tiempo que no me tomaba esa libertad, necesaria para mi espíritu. Cuando me puse a caminar a esto del medio día, noté mi sonrisa boba y cierto cosquilleo en el estómago, similar al que tienen los críos cuando se acercan al salón para comprobar qué les han traído los reyes. Como diría mi querida esposa, allá va el lobillo todo “enlobao”. Aunque ya los huesos no responden igual, y cada vez que daba un salto, retumbaba todo mi ser, aunque constaté que ya no era aquella gacela que saltaba de risco en risco como si nada, a pesar de todo, me sentía pletórico, tanto que casi me olvidé de comer y beber agua.

Me olvidé de todo lo malo, y de lo inútil, solo me acordé de la gente a la que quiero, de mi familia y de mis amigos, me acordé de todos y me sentí egoísta por no compartir esos instantes con ellos, pero quien sepa de qué diablos hablo, comprenderá que determinadas sensaciones no se experimentan del mismo modo si no estás solo. La verdadera sensación de libertad se experimenta en soledad, y quien no tenga capacidad para estar solo nunca entenderá a qué me refiero. Los sentidos se agudizan, se impregnan de sensaciones que en general pasan inadvertidas porque interfieren factores externos. Además, si tienes capacidad para permanecer solo en un entorno en principio hostil, te liberas de los miedos y de las necesidades banales… no hace falta el teléfono, ni el FB, ni la tele, ni el sofá de tu casa, podrías vivir sin el techo cotidiano. No temes al frío, a la oscuridad,  a las alimañas, a los abismos, a la distancia… porque formas parte intrínseca de todo lo que te rodea. De no ser porque mi dulce Lobita estaba inquieta en alguna parte, me habría quedado a hacer noche en cualquiera de las oquedades que la madre naturaleza oculta a los ojos de los profanos.

A esos 1300 m sobre el nivel del mar, harían unos 5ºC de temperatura y soplaba viento moderado del NW, lo que incrementaba la sensación de frío, y aunque mi hernia discal acusaba el embate del gélido aire y la noche empezaba a caer, en mi aforo interno me resistía a abandonar la zona. Antes de iniciar el descenso, decidí tomar unas últimas fotos, y esta fue una de ellas. La vanidad apunto estuvo de costarme la cámara, pues aunque solo usé un tramo de las patas del trípode, una racha de viento lo tumbó y la cámara pegó  un testarazo contra el pétreo suelo. El resistente cuerpo de la EOS 50 absorbió el golpe sin que se dañara ningún mecanismo, demostrándome que hice bien en adquirirla por su comprobada resistencia al polvo, a las salpicaduras… y a los golpes.

Así fue mi día de ayer, corto, pero intenso, seis horas de pateo por un paisaje pétreo del kárstico que me dejaron los huesos molidos, pero la mente despejada, y con el agradable sabor de boca que te deja esa sensación de libertad inexplicable que te confiere autonomía sin límites y te desprovee de miedos y necesidades a las que nos aferramos por puro costumbrismo.

Ayer me tomé la libertad de sentirme libre, y lo mejor de todo, sé que me la podré tomar cada vez que quiera, por tiempo que pase, porque el paso del tiempo no supone barrera para ese anhelo por mayor que te vayas haciendo.

 

miércoles, 5 de diciembre de 2012


LA MAQUINILLA AMPUTADORA

Cada vez que veo una de estas, recuerdo aquel día de hace ya más de diez años. Estaba trabajando en el puerto pesquero de Bonanza, era medio día y el cielo estaba plomizo. Los rederos se empleaban en remendar sus artes y los marineros en arranchar sus embarcaciones. En algunas estaban realizando labores de mantenimiento, y fue en una de ellas en  donde se produjo la tragedia en la que involuntariamente me vi implicado.

Estaba yo a lo mío, a unos 50 metros del cantil del muelle, a la altura del surtidor de gasóleo marino, cuando escuché un griterío y vi a un montón de personas corriendo hacia una de las embarcaciones, pero al tiempo que llegaban, se echaban hacia detrás, algunas tapándose los ojos con las manos.

Me dirigí hacia el lugar, abriéndome paso entre el corro que formaron los que allí estaban, y pude ver en el centro a un hombre que caminaba tambaleándose y sujetándose la mano derecha que chorreaba sangre. Sorprendentemente, ninguno de aquellos curtidos tipos se decidió a acercarse al hombre, quizá impresionados por la escena, así que decidí tomar cartas en el asunto, constatando la gravedad de las lesiones que sufría.

Los dedos índice, medio, anular y meñique de su mano derecha, colgaban semiseccionados a la altura de los nudillos  y chorreaba sangre a más no poder. Le sujeté la mano, se la envolví en un pañuelo y se la mantuve en alto mientras lo recosté en unas redes. La gente miraba sin reaccionar, tipos curtidos por el mar bloqueados ante la visión de la sangre humana, así que tuve que meterle un bocinazo a la peña para que reaccionaran y llamaran a los de emergencias.

Entre tanto llegaban, conversé con el pobre pescador que me preguntaba cómo tenía la mano, porque no se atrevía ni a mirar, a lo que yo le respondía con calma y quitándole importancia al asunto, que no se preocupara, que los dedos podían reimplantarse. Pero yo sabía que no iba a ser posible porque no se trataba de una amputación por un corte limpio, sino por aplastamiento.

Le pregunté que cómo había sucedido, y me contó que estaban montando una de estas maquinillas de arrastre en su pesquero. Obviamente en su estado no pudo darme muchos detalles de lo que sucedió, pero después me enteré de que estaban intentando encajarla en unos pernos con ayuda de una grúa, que  tuvieron problemas y por alguna razón decidieron calzar la maquinilla para soltar los cables y colocarlos de otro modo. Al hacer la operación, el hombre metió la mano debajo para zafar una de las bragas  justo en el instante en el que se soltó uno de los calzos, aprisionando la maquinilla su mano. Finalmente llegó una ambulancia al puerto y se lo llevaron a Sanlúcar de Barrameda donde debido a la gravedad de las heridas fue evacuado en helicóptero hasta el hospital de Jerez.

Al cabo de una semana el hombre regresó y al verme, se acercó a darme las gracias. Como ya supuse, tuvieron que amputarle los cuatro dedos sin posibilidad de reimplante. Le pregunté que qué hacía por el muelle recién intervenido, y me dijo que la mar no espera, que había que comer, y que para comer había que acabar de montar la puta maquinilla… con dos cojones.