miércoles, 30 de mayo de 2012

LA JULIA - I PARTE


Esta casa es conocida como La Julia, aunque en algunos planos topográficos figura como casa de San Lorenzo, que está localizada al NW del Término Municipal de Rota, ya próximo al de Chipiona, latitud 36º 41 636’ N longitud 6º 23 470’ W. He podido leer en alguna parte que había sido la casa del guarda de lo que fue coto de caza de Torrebreva, pero hay otra historia sobre la que he oído hablar y que no he podido confirmar documentalmente, aunque sí he encontrado información que podría dar alguna credibilidad a esa historia.
Ciñéndome en primer lugar a los datos que he podido constatar, contaré que aquellos terrenos pertenecieron Antonio de Orleans, Duque de Montpensier, que encandilado por Sanlúcar de Barrameda, acabó afincándose en estas tierras hasta el día de su muerte. ¿Qué cómo llegó hasta aquí? Os contaré un poco de su historia, resumiendo para no aburrir.


El padre del Duque era Luís Felipe I, el que fue el último rey que tuvo Francia. En 1848 se vio abocado a abdicar y a salir por patas avec la famille porque los de la revolución volvieron a la carga y para entonces ya tenían una destreza tremenda con la maquinita de Monsieur Guillotin, que paradójicamente era contrario a la pena de muerte, de manera que el rey no estaba dispuesto a dar pretextos para que le rebanaran el cuello y se quitó de en medio facilitando el advenimiento de la II República.

Por tanto su hijo Antonio empezó su periplo forzoso con su padre yendo a parar primero a Inglaterra para después pasar a España, instalándose en principio en Sevilla con la que fuera su esposa Luisa Fernanda. Más tarde visitarían Cádiz, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda, población por la que se quedó prendado, estableciendo su residencia en el Palacio de Orleans y Borbón cuando corría el año 1852.

En 1860 compró el coto de caza de Torrebreva, que convertiría en viñedos, actividad a la que se dedican en la actualidad dichos terrenos. Después de esto, Antonio experimentó el destierro por causas que se salen del tiesto que nos ocupa, así que saltamos ese episodio y pasamos a la parte en la que el Duque regresa a tierras sanluqueñas, pero eso será en la siguiente entrega por no saturar con tanto dato.

LA JULIA - II PARTE.


Como contaba anteriormente, Antonio de Orleans fue desterrado por razones varias que no vienen al caso, y no pudo regresar a España hasta pasados varios años. Corría el año 1876 cuando el Infante regresó a sus tierras de Torrebreva, muriendo en ellas el 4 de febrero de 1890 a casusa de una apoplejía, siendo enterrado en un lugar próximo a La Julia conocido como Corro del Piñón y que en algunos planos de topografía señalan como El Palacio, aunque la toponimia que aparece en los planos no es una ciencia exacta.

Conocí en el lugar, los restos de una casa y una cruz que estaba emplazada entre unos árboles (de los pocos que hay por la zona) que señalaba el lugar del enterramiento, aunque sus restos fueron trasladados al Panteón de Infantes del Monasterio de san Lorenzo del Escorial. Actualmente, la pista forestal que daba acceso a ese lugar ha quedado confinada entre unos invernaderos y no sé si es posible acceder, mas, en cualquier caso, aquello perdió su encanto al quedar rodeado de un mar de plásticos, los maltitos cultivos modernos.

Y es ahora cuando viene la historia que he escuchado de boca de otras personas pero que no he podido constatar. Contaban que Antonio de Orleans tenía una amante que se llamaba Julia, y mandó construir una pequeña casa para ella cuyos restos veis en la imagen. Se habla de la casa del guarda, pero no parece lógico que el Infante encargara la construcción de una casa para el guarda al arquitecto de los Duques de Montpensier, el sevillano Juan Talavera de la Vega, el mismo que diseñó el Palacio de Sanlúcar, o el conocido Costurero de la Reina, en Sevilla. La Julia creo que es de estilo neo-mudéjar, el mismo estilo de los edificios reseñados, así que es posible que fuera un presente para la amante y que con el tiempo acabara siendo la casa del guarda.

Concluyendo, en la realeza lo de tener amantes y soportar astas en la cabeza, ya fueran de toro o de alce, era habitual e incluso consentido, así que no me extrañaría nada que la historia tuviera visos de realidad, y que la apoplejía del señor Duque se hubiera debido a un esfuerzo excesivo durante una sesión de fornicio con la tal Julia.
Con el paso del tiempo… Bueno, eso ya lo cuento en la siguiente foto.

LA JULIA – EPÍLOGO


Descubrí esta casa durante el tiempo que viví en Chipiona. Solía recorrer aquellos campos con la bicicleta para ejercitarme y escapar de mis desdichas, y era raro que no me detuviera en aquel lugar apartado y con hermosas vistas al mar, que ya se jodieron con la construcción de la zona residencian de Costa Ballena. Me gustaba detenerme unos minutos en aquel lugar e imaginar que era propietario de la Julia… evidentemente me refiero a la casa. Sería un lugar perfecto para mí, apartado del mundanal ruido, con el horizonte, al menos entonces, totalmente despejado.

Los atardeceres allí son espectaculares, y el emplazamiento es perfecto. La casa se identifica rápidamente desde lejos por su distintiva torreta y no pasa inadvertida a las miradas curiosas. Ya la conocí en mal estado, pero no tan mal como ahora.
Supongo que cuando el Duque murió, a Julia se le acabaría el chollo, pues es de suponer que además de la casita, el Duque le daría una asignación, pero no creo que la señora esposa del Duque, Doña Luisa Fernanda, consintiera mantener, además de su cornamenta, el sueldo de la mantenida, así que Julia acabaría marchándose a saber dónde, ocupando su lugar el guarda.

Cuando dejó de haber guarda, se jodió el invento para la casa que empezaría a deteriorarse por las razones por las que se deterioran las casas, esto es, la falta de mantenimiento, las condiciones ambientales y el gamberrismo. El campo es un lugar magnífico para defecar, una mierda en el campo no está fuera de lugar, es materia orgánica que acaba regenerando la tierra, pero a los que les daba el apretón optaban por cagarse dentro de la casa, desbaratando la posibilidad de ser utilizada como un refugio acogedor para el paseante en caso de un aguacero. A otros les daba por pintar las paredes, o por pincharse, o por fornicar como cerdos, no por el hecho de hacerlo, sino por elegir un lugar tan insalubre. Algunas veces el interior se llenaba de basura con restos de comida y envases de plástico, episodios que solían coincidir con las campañas de recogida agrícola. Incluso el pozo que tenía la casa quedó cegado por la basura y alguna vez fue tumba de algún pobre galgo asesinado por el hijo de puta de turno.

Triste destino el de la Julia, lejos de conservarse como debiera, ha sido víctima de los tiempos que corren, o mejor dicho, de la gentuza que pasa por el lugar, porque los muros que cayeron fueron tirados a patadas y la basura no la generan las inclemencias meteorológicas ni los animalitos del campo. Si aún se conservan algunos muros y esa torreta, será por puro milagro, o quizá porque el fantasma de Julia realiza cada noche como puede, labores de mantenimiento para que su memoria no caiga en el olvido, al menos del todo. Pobre Julia.





martes, 29 de mayo de 2012

EFECTO INVERNADERO

Dicen que el mundo va a sufrir las consecuencias del efecto invernadero. Ese efecto es similar al que se reproduce dentro de un invernadero como el de la foto, solo que en vez de plástico, la atmósfera de la tierra queda envuelta por un manto gaseoso compuesto de dióxido de carbono, metano, clorofluorocarbonos y otros gases graciosos retienen parte del calor que refracta la tierra y que debería salir al espacio exterior. Estos gases se generan con la intervención humana, que se dedica entre otros asuntos relacionados con el tema, a la fabricación de plásticos para invernaderos… mira por dónde.

Dentro de los invernaderos, las fresas crecen en un ambiente favorable siempre que estén debidamente irrigadas y se las recoja en el momento adecuado, pero a nosotros no nos va recoger nadie, no está claro que vayamos a tener el agua potable asegurada, y en cambio puede que nos hartemos de agua salada por eso de que los polos se están derritiendo y está subiendo el nivel del mar.

Volviendo a las fresas, hasta hace poco las recogían jornaleros originarios de países del este o africanos, por eso de que los trabajadores locales se volcaron en el ladrillo y decidieron que las fresas sólo las querían ver en el supermercado, esas que comprarían estirando las abultadas hipotecas que pidieron aprovechando el boom inmobiliario, hipotecas que eran en principio para comprar el adosado, pero con las que ya puestos, también compraron el Audi, hicieron la piscina y se fueron de viaje al Caribe. Pero se acabó el ladrillo, les salió el cemento por la culata, y los trabajadores locales se han visto obligados a volver a la fresa entrando en conflicto con los que ocuparon sus puestos cuando se marcharon.

Mas, ahora resulta que entra en liza un nuevo competidor parido por unos avispados cerebritos, una máquina robotizada que recoge las fresas en un plis plás y con un coste inferior al que requiere la contratación de jornaleros, que ya de por si cobraban poco, de manera que ahora sobrarán la mayoría de ellos, ya sean de los países del este, africanos o de Lepe.

La maquinita fresera de los cojones, una especie de Jornaleitor sin escrúpulos, recogerá miles de fresas cagando leches e inundará las fruterías de los supermercados de allende los mares, pero a los jornaleros no los recogerá nadie, tendrán que salir a la fuerza del invernadero de plástico que les daba de comer, y en cambio, no podrán salir del invernadero gaseoso que nos envuelve a todos y nos cocerá a fuego lento, así que me pregunto ¿para qué producir tantas fresas si al final, entre una cosa y otra, no va a quedar nadie que pueda consumirlas?

Al ser humano no hay dios que lo entienda ni madre que lo aguante.


sábado, 26 de mayo de 2012


SKYNET

Skynet… el título para esta foto se le ocurrió a un buen amigo llamado Víctor Crespo. En la ficción, Skynet era la inteligencia artificial que acabó controlando a las máquinas y volviéndolas contra el hombre, en la famosa saga Terminator. En la vida real, Skynet es una red de satélites propiedad del Reino Unido, que para el caso guarda relación.

El asunto es que me surge una duda, ¿hasta qué punto la tecnología es una aliada del ser humano y no su destructor potencial? No cabe duda de que la tecnología nos ha facilitado mucho las cosas en la vida cotidiana, e incluso en el trabajo, pero ¿no os da la impresión de que empezamos a ser rehenes de esa tecnología, y que incluso esta tecnología empieza a prescindir de su creador, que en definitiva es el ser humano?

Ya que la foto la tomé en Huelva, voy a poner un ejemplo. Una empresa onubense especializada en robótica, ha inventado una máquina recolectora de fresas totalmente automatizada, capaz de recolectar con un solo hombre y en unas horas, lo que una cuadrilla recoge en tres días. Los inventores venden la cosa como algo beneficioso porque reactivará el mercado de la fresa sin depender de un posible descenso de la mano de obra… qué cosas, en los tiempos que corren y hablando de descenso de la mano de obra como si la gente no necesitara trabajar, y como si todo el mundo pudiera estudiar ingeniería robótica.

Sin duda el mercado de la fresa se reactivará, pero ¿de quién es ese mercado? De los terratenientes, obviamente. ¿Quiénes sobran en el reparto del pastel? Los jornaleros. Las máquinas en principio deberían facilitar el trabajo de los obreros, pero no arrebatárselo, pero eso sucede porque el mercado en el que nos movemos es insaciable y exige más por menos, más producción por menos coste, más producto por menos mano de obra.

Las máquinas sustituyen la mano de obra humana, que no es que sea cara, sino incómoda. Las máquinas no se quejan, no reclaman derechos, no se sindicalizan, no enferman ni se mueren, no exigen una pensión ni piden vacaciones. Las máquinas están ganando la partida en silencio, solo hay que echar cuentas. La tripulación de un buque mercante de tipo medio en la década de los setenta podía ser de 25 personas, hoy día, el Emma Maerks, uno de los mercantes más grandes del mundo, apenas lleva 12.

Si hablamos de las otras máquinas, las destructoras, las que dominan las finanzas del mundo, las que nos vigilan, me pregunto a expensas de qué nos quedamos si algún día se produce un fallo, o lo que resulta más inquietante, si producen ese “fallo” deliberadamente. ¿Acabarán las máquinas sobreviviendo al ser humano? No sé si llegarán a tomar el control de todo como en Terminator, pero está clara una cosa, si el hombre se auto aniquila, durante algún tiempo puede que queden máquinas en activo que nos sobrevivan, por ejemplo los satélites, y curiosamente una de las redes de satélites que existen en la actualidad se llama SKYNET…

DEQUICADO A VICTOR CRESPO.

jueves, 24 de mayo de 2012


EL FRANCOTIRADOR

El francotirador pasea su mirada potenciada por los aumentos de la óptica de su fusil, capaz de acercar a su objetivo lo suficiente como para sentir su aliento. Su mirada fulminadora y fría se desliza entre las trincheras, por las calles de una ciudad, o entre la maleza de un bosque, en busca de un alma a la que mandar al infierno, siguiendo la premisa de una bala, un muerto.

Con pulso firme, respiración tranquila y prácticamente inmóvil, como un crótalo al acecho listo para asestar su mordedura letal, el francotirador tiene en sus manos la decisión de discriminar o ejecutar… en ese momento es como si fuera el dios de ese mundo infernal en el que habita.



El francotirador no puede permitirse tener conciencia, ni remordimientos, porque cada noche tiene que acostarse con cada uno de los rostros que se tiñen de sangre tras su visor. Los hay que duermen sin complejos porque llevan odio o sadismo en su sangre, y los hay que cada noche se levantan sobresaltados, empapados en un sudor frío como la misma muerte que provocan, sintiéndose observados en la penumbra por los fantasmas de todos aquellos que cayeron bajo sus disparos.

El grado de crueldad del francotirador depende de si es un sujeto pragmático que se ciñe a los acuerdos internacionales para matar de manera políticamente correcta, o es un sádico que disfruta segando vidas sin distinción de sexo o edad.
El francotirador que sigue las reglas internacionalmente establecidas para el “buen matar”, busca al enemigo de mayor graduación, o al que porta la radio, o al que dispone del arma con más potencia de fuego, o mejor aún, busca al francotirador que está diezmando a sus compañeros de armas, esperando a que cometa un error. El francotirador policial busca la cabeza del atracador de la recortada para que no se cepille a los rehenes.

El francotirador sádico dispara a lo que se le pone a tiro, para sembrar el terror o para su propio regocijo, como sucedía en la Sniper Alley o Avenida de los Francotiradores, el nombre que le dieron al Bulevar Mese Selimovica de Sarajevo. Francotiradores serbios apostados en los edificios de aquella ruinosa ciudad, convirtieron la avenida en una macabra galería de tiro provocando 1030 heridos y 225 muertos de los que 60 eran niños…

El francotirador… menudo elemento ¿verdad? Los hay en todos los ejércitos y fuerzas de seguridad, regulares, o irregulares, sirviendo a los estados, sirviendo a causas que a veces consideramos legítimas o sirviendo de herramienta para el genocidio, un horror se mire como se mire.

Pero no seamos hipócritas, también sirven a nuestros propios intereses, porque en el momento en que veamos amenazadas nuestras lindas casitas adosadas por el acoso de un país vecino, o tengamos a nuestra madre retenida por un atracador en un banco recortada en mano, reclamaremos la presencia de “nuestro” francotirador para que le vuele la tapa de los sesos, porque somos así de mezquinos y tendemos a que nos hagan el trabajo sucio, para después marginar al que barre. Hay tantos ejemplos en la historia de la humanidad…

El francotirador… que puta es la guerra.

sábado, 19 de mayo de 2012

LA DKV QUE ME TRANSPORTÓ AL PASADO

Cuando vi la DKW desde lo alto de una colina cercana a Velamazán (Soria), no pude resistirme a acercarme para tomar algunas instantáneas y quedarme a observarla integrada en ese entorno por el que parecía no haber pasado el tiempo.
Me atraen estos viejos cacharros, y a pesar de su estado de abandono, aun son capaces de transportarme al pasado, a mi infancia, cuando mi percepción del mundo adquirió su mayor dimensión. Las carreteras me parecían más largas, los paisajes infinitos, las ciudades más distantes y diferentes. Los pueblos eran pueblos donde olía a pan recién hecho, a leña, y la gente era amable, educada y daba los buenos días.

Aun quedaban sierras con rincones sin explorar en las que campaban los lobos, los osos, los linces, los buitres leonados, la cabra montés…
Aun quedaban playas vírgenes con botes de pesca varados en sus blancas arenas, que salían al amanecer para faenar, regresando al atardecer cargados hasta las trancas de caballas, corvinas, doradas y mil especies que vendían en la misma playa si se terciaba, por no hablar de aquellos pescadores que lanzaban sus redes en las cristalinas aguas a pie de orilla.
Las DKW y las AVIA, las EBRO, las Austin… transportaban el pescado fresco, la leche fresca, la fruta fresca, la carne fresca, el frescor y el sabor que se ha perdido con tanto transgénico y tanta mierda congelada y plastificada.

Cuando me metí en mi coche y vi los plásticos, la electrónica, los airbag, tomé conciencia de la realidad. Las cosas funcionarán mejor pero han perdido su encanto… el mundo de pronto parece que se ha encogido y se ha uniformado tanto que resulta impersonal, y lo que se considera exótico, está tan explotado que ha perdido su esencia, del mismo modo que pierde su esencia la contemplación de un león en un zoológico.

Las ciudades se han desbocado, los pueblos se han contaminado de las ciudades y la gente no da los buenos días ni a punta de pistola. Los paisajes se han deteriorado o se han convertido en parques temáticos en los que hay más guardas con todo terrenos que animales. Las playas son de hormigón y escollera y no se pesca un carajo, solo se ven sombrillas y apesta a crema solar. Las furgonetas Iveco, las Mercedes, las Citroën Jumper o las Ford, transportan productos fabricados en China, bebidas light y comida enlatada... Lo malo es que el futuro que nos vaticinan me gusta aun menos… hay que joderse.


miércoles, 16 de mayo de 2012

EL DESPROPÓSITO DE LAS RUTAS MARCADAS Y LO QUE QUEDA DEL MOLINO DEL CANTO


Lo que ahora llaman la ruta de los molinos, está localizada en una zona llamada Patriste (o Patrite) a unos 5 km al este de Alcalá de los Gazules (Provincia de Cádiz – España) dentro de lo que actualmente se considera Parque de los Alcornocales. Hace como 32 años solía venir de acampada con mis amigos por esta zona, cuando apenas era conocida salvo por los lugareños y los muy amantes de la naturaleza. Estos molinos hidráulicos ya no se utilizaban pero se conservaban muy bien, y algunas de sus puertas estaban abiertas, de manera que cuando las condiciones meteorológicas eran muy malas, solíamos refugiarnos en ellos, entre otras cosas porque estaban provistos de chimeneas.

Nunca hicimos la clásica pintada de Pepito y Juanito pasaron por aquí, nunca dejamos una lata tirada en el suelo, nunca forzamos las puertas de los molinos que estaban cerradas, y año tras año, durante los casi 10 que anduvimos merodeando por allí, aquellos molinos se conservaron perfectamente.

Un día asfaltaron la carretera que conducía hasta las inmediaciones del sendero de los molinos, construyeron un camping en las inmediaciones, y la Junta de Andalucía colocó un cartel enorme en el que se lee “La ruta de los molinos” señalizando las veredas para llegar a los mismos. Un fin de semana me dio por ir para echar un vistazo y mostrar a mi familia los lugares en los que forjé la amistad con mis amigos de toda la vida, y lo que encontré me rompió el alma.


La puta carretera asfaltada, que muere justo al lado de la cancela donde empiezan los senderos, estaba atestada de vehículos, muchos de ellos con chavales con la música a toda leche y borrachos como cubas, un botellón rural promovido por los niñatos del vecino pueblo, una plaga que se extiende por todos los rincones del planeta. Ya de mala leche, continué a pie con mi hija Gloria y con mi mujer, siguiendo el sendero señalizado por la dichosa Junta de Andalucía, temiéndome lo peor. De entrada, para evitar intrusiones a determinadas zonas, alambraron áreas que conocí libres al tránsito y que se conservaron sin necesidad de vallas. Cuando llegamos al primer molino, siguiendo un rastro de botellas, latas y plásticos desperdigados por el sendero, descubrí que estaba completamente derruido. Se trataba del Molino de los Partidores. La única imagen que conservo de aquel molino es un dibujo que hice hace muchos años de aquel lugar y que muestro aquí, un dibujo del alzado y la planta con sus características y acotaciones.

Ya de muy mala hostia, continuamos caminando hasta llegar al molino del Canto, que es lo que podéis ver en la foto de arriba, o mejor dicho, lo que queda del molino. Destrozado, sucio, y con las clásicas pintaditas del cabrón de Pepito y de Juanito, que querían dejar constancia de su paso por este lugar a pesar de que son unos mamarrachos…
Y allí sigue ese cartel enorme, verde fosforito, de la Junta de los cojones “La Ruta de los Molinos” de la que solo queda el cartel, la señalización y la mierda que dejaron unos insensibles para llegar, ver y destrozar…

Hay quien defiende que esos lugares hay que darlos a conocer, que hay que crear talleres y aulas para explicar al urbanita que existen esas cosas y que, para que se sientan como en su casa, hay que plagar la zona de carteles con el fin de que no se pierdan, para que sepan lo que ven y por dónde van, carreteras que lo acerquen lo más posible y que no se cansen andando, y un camping, y una venta, todo muy sostenible. Y aún así, siendo ya todo lo anterior una aberración, aparecen los golfos, las jaurías de guarros, que llegan cómodamente a la zona para arrasar, para ensuciar, para alterar la paz y el equilibrio natural de la zona, todo auspiciado por los organismos oficiales que contemplan el asunto como una manera de hacer negocio, no más.

Qué queréis que os diga… hace 32 años no había carteles indicadores, ni carretera asfaltada. Para llegar al sendero había que patearse 12 km a pie, con la mochila a cuestas y localizando las zonas a base de planos y de explorar, bebíamos agua del Río del Montero y durante los secos veranos, de los manantiales que resistían el crudo estivo, manantiales que conocíamos a base de mucho explorar y pasar sed. Tenía que gustarte mucho, y si te gustaba era porque amabas la naturaleza y la respetabas, y pensabas que querías regresar al lugar de nuevo y encontrarlo virgen una vez más, y por esa razón los molinos seguían en pie, los senderos estaban impolutos y se respiraba algo diferente de los lugares de donde proveníamos, aire puro y paz.

lunes, 14 de mayo de 2012

EL PASO

El paso está anegado, embarrado, el paso entre el desasosiego que produce la oscuridad y la confortable calidez de la luz.

El paso está anegado, embarrado, con las huellas aún marcadas de los que lo intentaron cruzar.

El paso está anegado, embarrado, algunas huellas se detienen en el borde sombrío del paso y vuelven a internarse en la oscuridad.

El paso está anegado, embarrado, algunas huellas se pierden en la mitad sin volver a aflorar en ninguno de los sentidos, pasos que se
hundieron en el intento por cruzar.

El paso está anegado, embarrado, algunas huellas se adivinan al otro lado, los pasos afortunados de los que lograron cruzar.

El paso está anegado, embarrado, algunos se resignaron y se dieron la vuelta, otros lo intentaron pero fracasaron, otros lograron cruzar.

El paso está anegado, embarrado, nosotros lo estamos cruzando, con fango hasta en las cejas, empapados de incertidumbre, dando la espalda a la oscuridad y con la mirada puesta en la reconfortante luz, nuestra esperanza.

El paso está anegado, embarrado, estás al otro lado de la luz, en el umbral de la oscuridad… ¿Te atreves a cruzar?


domingo, 13 de mayo de 2012

NAVEGACIÓN TRANQUILA (De cuando navegaba)


La jornada ha sido larga y cansada, pero por fin el sol se diluye en la atmósfera rompiendo en mil colores. Es hora de regresar a puerto. El sonido de las aves se propaga por la ría, tranquila en el reparo de la pleamar. La proa de nuestra embarcación corta con limpieza las aguas teñidas con los colores del firmamento, y el ronroneo del motor desahogado apenas molesta. Una brisa suave transporta el olor a marisma que invade nuestros sentidos y los colores del horizonte por el que se ha puesto el sol, nos mantienen absortos y en silencio. En instantes como este debería detenerse el tiempo… ¿te gusta navegar?

sábado, 12 de mayo de 2012


EN SECO

Así andamos muchos, en seco, proa contra proa, mirándonos las caras, sin agua alrededor. Así andamos muchos… y muchas. Se me ocurren muchos nombres, me vienen a la mente muchas caras, caras taciturnas, desesperanzadas, con ojos inexpresivos o inyectados en sangre por la impotencia… es todo tan próximo que apabulla, tan cotidiano que casi no sorprende.

Que cada palo aguante su vela… ¿pero qué vela? ¿Pero qué palo? Si las velas están hechas trizas y los palos podridos, y aun de no estarlos, no nos dejan mares para navegar. Amarras lacias, sin amarrar, total para qué si no nos va a llevar la mar.
Así andamos muchos, sin poder andar, sin poder navegar, porque nos sacaron del agua, nos dejaron vendidos y ahora nos pudrimos en seco, si acaso, sobre charcos de lodo y herrumbre de nuestros propios cascos.

Mala sombra la de esos corsarios desgraciados, hijos de los hijos de los hijos de Barbanegra, bucaneros hijos de perra que ahora piratean ataviados con trajes de Armani, a golpe de teléfono, a golpe de soborno, desecando mares, y propiciando que así andemos muchos, sin andar, sin poder navegar… en seco.


miércoles, 9 de mayo de 2012

EL NIÑO Y EL MAR























La imagen me retrotrae a mi infancia, a uno de mis escenarios de juegos favoritos. Cuántas historias imaginé en las que me vi inmerso con más realismo que el que puedan dar las frías videoconsolas. Fui submarinista de Cousteau, pirata de Barbanegra, piloto en la Guerra del Pacífico, náufrago junto a Crusoe… fui tantas cosas que se fueron desvaneciendo con el paso del tiempo y la pérdida de la inocencia. El niño y el mar… hoy le toca a él. Que lo disfrutes chaval.

martes, 8 de mayo de 2012

LAS FLORES ALCANZAN SU APOGEO EN PRIMAVERA
ELLA LO MANTIENE TODO EL AÑO
ELLA ES MI PRIMAVERA


CAZA SUCIA

No, no voy a realizar un alegato animalista de esos que se gastan algunos, discursos absurdos y pasados de rosca tipo adopta un conejo y ejecuta al cazador, porque ese tipo de actitudes es tan reaccionaria como maltratar a un pobre perro o torturar por placer al conejo en cuestión.

El ser humano es omnívoro, es decir, se alimenta de carne, de vegetales y de otras mierdas artificiales basadas en la química, por tanto cazar no tiene por qué ser una aberración. De hecho la poca carne relativamente sana que podemos comer es la proveniente de la cacería. Por otra parte, la cacería también sirve para regular la reproducción descontrolada de algunas especies, por ejemplo la liebre, que chinga que es un gusto, y si no se controlara su población, los vegetarianos lo tendrían crudo porque no habría huerto que lo resistiera. Además, no es mala idea que alguien sepa cazar, porque el día que se vaya al carajo el sistema y se cierren los supermercados, a ver quien es el guapo que nos surte de proteínas. Los individuos “civilizados” nos estamos convirtiendo en papanatas inútiles dependientes del sistema, anormales que se ahogan con un hueso de aceituna y que claman al cielo cuando se quedan sin internet mientras el resto del mundo sobrevive al límite, así que más nos vale que alguien se dedique conservar costumbres básicas para la supervivencia para cuando nos toque, pues no estamos exentos de ello.


Dicho esto, lo que no puede ser es lo que veis en la imagen. Los cazadores suelen argumentar que son los primeros en defender el ecosistema por su propia subsistencia, lo mismo que suelen decir los pescadores, pero lo cierto es que uno pasea por el campo y se encuentra regueros de cartuchos tirados por el suelo, con componentes metálicos y plásticos que de biodegradables tienen lo que yo de hermanita de la caridad, y lo que es peor, los perdigones, en muchos casos fabricados con plomo, un metal bastante toxico que queda diseminado por los campos de cultivo de los que nos alimentamos afectando también a otras especies.
Para más vergüenza, estos que he fotografiado estaban en un puesto de caza, esto es, un tenderete hecho con maleza para cazar camuflados a la espera, una forma de cazar propia de pusilánimes, porque desde mi perspectiva, la caza hay que buscarla pateando monte a la descubierta, para dar oportunidades al animal.
Si estás fijo en un sitio disparando a placer como a los patitos de feria, cuando acabes la matanza recoge la mierda que has tirado al suelo… pedazo de cabrón. Así te reviente un cartucho en la cara y llegue la perdiz o la liebre y te meta los cartuchos de postas por donde no brilla el sol.

lunes, 7 de mayo de 2012


RELATO DE UNA VOMITERA COLECTIVA 2ª PARTE

En la foto estoy con el casco de acero M-1 de origen americano, que en la época utilizábamos las tropas de Infantería de Marina y unidades paracaidistas. Si os fijáis, debajo se aprecia el casco de fibra. Quedaros con el cante para comprender la historia que continua…







La ropa y los atalajes de los equipos que llevábamos encima agobiaban como nunca, un sudor frío se escurría por la frente bajo el peso de nuestros cascos de acero tipo M- 1 de origen americano, la clave para el momento de la vomitera.
El casco M-1 constaba de dos partes, un casco interior de fibra, que incluía los atalajes de ajuste de la cabeza, y el casco exterior de acero, que contenía las correas con el barbuquejo y la funda mimetizada. La técnica en caso de vomitar dentro del carro consistía en quitarse el casco, retirar la parte de fibra y vomitar en la parte de acero, utilizándolo como escupidera.



Yo lo tenía claro, sabía que más pronto que tarde acabaría largando, y que después de vomitar, generalmente uno se siente mejor, así que me dije, para qué alargar la agonía Cabo Pepe si no sabemos cuánto tiempo vamos a estar dando bandazos. Miré a izquierda y derecha para ver las caras pálidas del personal, que aguantaba estoico la situación conteniendo casi la respiración.

Pensé, lo siento por vosotros campeones, pero el menda va a liberar presión de la caldera. Fue echar mano del casco, cuando los dos aguerridos comandos que me flanqueaban, uno abuelo a pique de licenciarse y el otro de mi quinta, pegaron un respingo y palidecieron aun más. El veterano me dijo… ni se te ocurra… y yo le contesté… no me queda otra abuelo… acto seguido largué.
La reacción que provoqué fue tremenda, una auténtica liberación para mí, y para los demás, que de manera automática echaron mano de sus respectivos cascos y empezaron a largar por esa boquita todo el rancho que nos dieron en el Velasco. A partir de ese momento el hedor se hizo insoportable, una atmósfera explosiva que acabó por provocar el vómito de los que más se resistían.
El teniente, que iba junto al portón en la parte de popa, hacía verdaderos esfuerzos por mantener el tipo, mientras los carristas, que recibían luz y aire fresco del exterior, sonreían divertidos acostumbrados a esas escenas tragicómicas que se producían en esa especie de submundo de la LVTP… la discoteca.

Por fin iniciamos nuestra oleada, navegando en la misma dirección que el oleaje, condición que mitigaba un poco el meneo. Al cabo de unos minutos empezamos a notar cómo las cadenas del carro tocaban fondo hasta que la tracción dependió exclusivamente de ellas. Se acabó el meneo del mar pero comenzó un meneo de otra variedad, el propio de la conducción todo terreno a gran velocidad. El carro iba a toda leche, pegando unos botes tremendos, y nosotros sujetando nuestros cascos M-1 llenos de vómito procurando que no se nos vertiera encima.
Se detuvo el carro y el Jefe dio el aviso de que iba a iniciar la apertura del portón trasero. El teniente nos dio las últimas instrucciones para el despliegue mientras una bocanada de aire fresco entró como una bendición a medida que se abría la compuerta. El rugido de los motores de los LVTP, el de los carros de combate M-48 y del par de helicópteros AH-1G Huey Cobra de la 7ª Escuadrilla de la Armada (Desactivada en 1984) que nos proporcionaban apoyo aéreo, apenas nos dejaba escuchar a nuestro oficial, pero lo que nos preocupaba en ese momento era soltar nuestra incómoda carga… el vómito.

La escena que vino a continuación resultó patética. El teniente salió primero y empezó a gritar…¡¡¡desplegaros por los flancos del carro!!! La primera baja que tuvimos fue uno de los compañeros que resbaló sobre la compuerta por culpa del vómito que escurría por el suelo y se jodió un tobillo. El resto salimos detrás atontados aun por tanto meneo, volcando el asqueroso contenido en el suelo y poniendo de nuevo el casco de fibra en el interior del de acero para después colocárnoslo en nuestras cabezas.

¡¡¡Cuerpo a tierra coño!!! ¡¡¡Cuerpo a tierra por los flancos del puto carro!!! gritaba desgañitado el oficial, mientras la tropa nos tirábamos de bruces al suelo cagándonos en la marina, sin reparar si quiera en los pinchazos que nos provocaban los malditos cardos del Retín, intentando recuperar el resuello tras la dichosa oleada de desembarco, con el olor a vómito instalado en nuestras pituitarias, que nos acompañó el resto de la larga jornada hasta que pudimos limpiar nuestros cascos con agua…veinticuatro horas más tarde.

La pregunta que me hago es, cómo harán ahora los infantes para vomitar… ¿llevarán bolsitas de plástico?... porque el casco de kevlar que llevan no tiene doble fondo…Y… ¿qué harán las mujeres que llevan la cabellera larga cuando se les impregne de bilis, restos de macarrones con tomate y tierra?
Por algo nos pelaban al cero… como a la teniente O’Neill.

sábado, 5 de mayo de 2012


RELATO DE UNA VOMITERA COLECTIVA - 1º Parte

La fotografía (de pésima calidad por limitaciones técnicas) la tomé en 1983 desde lo alto de la proa del transporte de ataque Velasco (ya desguazado) que tenía sus fauces abiertas para recibir a este carro tipo LVTP -7 (Landing Vehicle Tracked Personnel) un vehículo oruga anfibio destinado al transporte de soldados, en este caso infantes de marina. Lo que a continuación os relato es una de las experiencias más asquerosas, vivida en primera persona, a las que puede someterse un soldado de infantería de marina.


Amanecimos en la Ensenada de Zahara y estábamos a bordo del transporte de ataque Velasco, después de tres días dando bandazos por el Golfo de Cádiz que ya nos hizo vomitar lo suyo. Era día D y se aproximaba la hora H de hijoputada en la que realizaríamos el desembarco en la playa frente a la Sierra de Retín.

Nos había tocado desembarcar a bordo de un carro anfibio LVTP-7, la peor de las opciones disponibles. Formábamos un comando de 12 hombres liderados por un teniente, aunque la capacidad total del carro era de 25 hombres totalmente equipados sin incluir a los tres tripulantes que ocupaban cúpulas independientes para el conductor, el artillero y el Jefe de carro.


Las dos primeras cosas que nos enseñaron en el adiestramiento para operar con estos carros, eran cómo abandonarlo por las trampillas superiores en caso de que se hundiese, y sobre todo cómo vomitar dentro del carro, un acto reflejo que se daba por sentado.
Entramos por la compuerta posterior del LVTP-7 y nos colocamos sentados en las tres hileras de asientos corridos. A mí me tocó en la hilera central, hacía proa, entre un veterano y un chaval de mi quinta. La alarma de cierre de la compuerta empezó a sonar y pronto nos quedamos a oscuras en el interior de esa especie de lata de sardinas blindada. La única luz natural que entraba era la proveniente de las escotillas de los carristas, nuestro habitáculo sólo estaba iluminado por una tenue luz roja.

Al poco notamos como el carro avanzaba estruendosamente con las cadenas por la cubierta inferior del buque, para inmediatamente después, notar el brusco chapuzón al salir por la compuerta de proa del Velasco y entrar en el agua. A partir de ese momento, propulsándose el carro por los 2 hidrojets accionados por cardanes y deflectores hidráulicos, empezó la fiesta… Rock and Roll como dicen los americanos.

Íbamos casi a oscuras, en el interior de un objeto flotante que se balanceaba incontroladamente hacia todos los lados, con un insoportable calor, el aire viciado por un pestazo tremendo a gasoil y a humanidad, los ingredientes perfectos para una vomitera. La cuestión no era si vomitaría alguien, sino quien vomitaría primero, y la pregunta que más nos inquietaba era qué oleada de desembarco nos había tocado.
Los desembarcos, al menos en mi época, se hacían por oleadas. La primera oleada era el primer grupo que se lanzaba hacia tierra, y en caso de guerra, eran los que más probabilidades tenían de palmar por eso de encontrarse toda la morterada del fuego enemigo. Pero estábamos en paz y salir los primeros era una bendición, mas, no era el caso.

Nos tocó la tercera oleada y eso quería decir que teníamos que esperar en una zona mar adentro navegando en círculos hasta que nos tocara salir hacia tierra, es lo que se llama hacer la pescadilla (Las pescadillas se suelen freír mordiéndose la cola) Lo íbamos a pasar mal cuanto menos, pero yendo en la tercera oleada, lo pasaríamos peor, sobre todo cuando navegábamos atravesados a la mar con el viento de levante haciendo de las suyas.


Continuará.

viernes, 4 de mayo de 2012




LA LÍNEA DE LA VIDA

En Morón hay bastantes cuestas, como en la vida misma, y este anciano la descendía paralelo a la línea amarilla pintada en el bordillo de la acera. En la imagen he visto una metáfora de lo que puede ser la vida de un ser humano.
La línea amarilla bien podría representar la trayectoria de una persona a lo largo de su vida, o la longevidad de la misma. Todos en alguna ocasión le hemos echado un vistazo a la palma de la mano para ver ese surco, que según los videntes, determina la longevidad de nuestra vida y la suerte que tendremos en ella. Personalmente no creo en esas historias del destino preconcebido, porque quiero pensar que tenemos capacidad y libertad para cambiarlo en la medida de que tenemos la posibilidad de elegir un camino u otro.

Lo que está claro es que con independencia de nuestra fortaleza, de nuestra habilidad o de la voluntad que tengamos, las líneas de la vida para cada uno de nosotros no se trazan con equidad, pues intervienen factores como la suerte, las condiciones del entorno y el grado de justicia al que está sometida cada persona.

Hay quien tiene trazada una línea recta en un terreno llano, hay quien la tiene recta en un trazado cuesta abajo, hay quien la tiene en perpetua subida y quien tiene una línea que asciende y desciende como en una especie de montaña rusa. De líneas rectas y curvas mejor no disertar para no liar demasiado el asunto.


Una línea en terreno llano puede significar una vida en la que es preciso esforzarse para avanzar pero sin tener demasiada resistencia, una línea que no te permite vegetar porque en ese caso no avanzas, pero en la que si trabajas, te permite recoger los frutos en base a tu esfuerzo, lo cual es bastante justo y deseable para la mayoría de nosotros.

Una línea cuesta abajo, es aquella de la que disfrutan los menos, estos que obtienen las cosas de manera sencilla, sin apenas esfuerzo, o con todas las ventajas del mundo, estos que hagan lo que hagan siempre salen ganando, más que por su esfuerzo, por su suerte o por la falta de escrúpulos y por tanto de justicia.

Los que tienen la línea en perpetua subida… uf. Para esos, detenerse representa retroceder, y para avanzar tienen que trabajar el doble, lo que se dice una putada, una putada en la que está inmersa quizá el 80 % de la población mundial. En estos casos, poco cuenta la valía del sujeto y su grado de voluntad, pues el grado de injusticia pesa más que todo eso.

Entre los que tenemos una línea de ascensos y descensos me incluyo yo… unas veces estamos arriba, otras abajo y otras virgencita que me quede como estoy… Aquí intervienen quizá todos los factores (la suerte, la pericia, la voluntad, la justicia…) mezclados en proporciones aleatorias que determinan si subimos o bajamos.

En cuanto a la longitud de estas líneas, esa es otra. Generalmente deseamos que sea larga, aunque los que la tienen en perpetua subida no lo tienen tan claro. Sin duda los que más se aferran a la vida son los que tienen la línea en terreno llano, quizá porque están más motivados. Los de la vida cuesta abajo no lo tengo tan claro, pues muchos de los que lo tienen todo, al no saber qué más tener, se encuentran con que su vida ya no tiene sentido, quizá por no tener más metas que alcanzar, y acaban destruyéndose a base de meterse mierda y llevar una vida de excesos.

El asunto es que este anciano seguía su línea, en este caso descendente y espero que larga, aunque ese descenso nada tendrá que ver con su trayectoria en la vida, que es toda una incógnita para mí, salvo en ese espacio de tiempo en el que bajaba, seguramente para tener que subir más tarde, lo cual es una putada.
Más le vale al anciano que no se salga de esa línea, porque esa misma mañana media hora antes, un coche conducido por otro anciano con muletas, descendió “sin frenos” y se empotró contra el coche estacionado de un compañero de trabajo mío, afortunadamente sin consecuencias físicas para nadie. Ya os dije que el día de ayer se prestó a la fotografía.

miércoles, 2 de mayo de 2012


PLATERO Y LA INDUSTRIA
Platero, por ponerle un nombre, da cuenta de las últimas briznas de hierba, rociada por el ácido aliento de la fábrica de celulosa que tiene detrás. Ese campo, cercado por la autovía y la zona industrial, tiene los días contados. Las canalizaciones y acometidas de luz pisan los talones a Platero, que pronto verá convertido su campo en un polígono industrial donde los burros no cuentan para nada, al menos los burros de su especie.
Platero, por ponerle un nombre, está tiñoso y desaliñado, como su campo, en el que los ocres y los grises se comen el verde de la hierba, más deprisa de lo que come el burro… Pobre Platero… por ponerle un nombre.
EL WEISSHORN

Recuerdo que era 1994, aunque no recuerdo con precisión el mes ni el día (Puede que el 27 de febrero). Chipiona sufría los efectos de un temporal de cojón de mico, con las clásicas inundaciones que se producían por la incompetencia del área de urbanismo del Ayuntamiento de turno, pues el alcantarillado estaba, y sigue estando, hecho unos zorros.

El buque de bandera chipriota Weisshorn, con un cargamento de arroz, estaba fondeado en la entrada de la canal del Guadalquivir desde hacía un par de días, y el día de marras, o las anclas garrearon, o cascaron, o hicieron como que cascaron para cobrar el seguro. El caso es que el barco acabó embarrancado en el Bajo del Picacho, a unas 2.4 millas náuticas (4.47 Km aproximadamente) al norte del puerto deportivo de Chipiona. Y allí se quedó “er barco del arró” como se conoce por esos lares.
Con el paso del tiempo se fue deteriorando y un día acabó partiéndose en dos a cuenta de la oxidación de la chapa y los embates de los temporales.

Hace unos años, Nano, Juanma y yo, nos acercamos con los kayaks para ver de cerca los restos del buque, y tomé algunas fotografías con una cámara barata de 35 mm, por eso de no mojar la buena. Esta fue una de ellas, pero obviamente la imagen original no era tal que esta. Hacía un día soleado, con un cielo soso que restaba intensidad a la imagen, así que escaneé la foto (de esto también hace tiempo) y me dediqué a trastearla con una de las primeras versiones que salieron de Photo Shop, y este fue el resultado. La he recuperado para vosotros, pero no le busquéis tres pies al gato, que esto es artesanía pura del cuaternario.

Tengo previsto volver allí con mi kayak en cuanto pueda, pero uno de esos días de poniente invernal, para tomar la madre de todas las fotos y oír respirar de nuevo las entrañas del Weisshorn, porque, aunque no lo crean, ese buque aun respira…