miércoles, 27 de noviembre de 2013


LA TARDE DE LAS RISAS

1985… no recuerdo el mes, pero puede que fuera finales del verano. Creo que ha sido el día que más me he reído en mi vida… aquella tarde con Juanma. Nos fuimos los dos a recorrer el Charco de los Hurones en piragua durante tres días, haciendo noche donde nos pillara. En realidad el pantano se puede recorrer entero en una sola jornada, pero no había prisa. Estábamos en una edad en la que caminar  por una pista forestal durante  ocho kilómetros,  cargando con dos piraguas y las mochilas con víveres para tres días, para poder llegar al pantano, no nos afectaba lo más mínimo, ni física ni anímicamente.

Eso de tener coche propio a esas edades, no resultaba tan sencillo como hoy en día. Lo más que pudimos hacer el primer día, fue dejar las piraguas y los equipos a pie de carretera, después de haberlas transportado en el coche del padre de Juanma de manera clandestina. La historia de esa primera parte se las trajo también, pero la contaré en otra ocasión, así que vuelvo a la última tarde de nuestro periplo.

La foto de marras nos la hicimos la última tarde, finalizado el periplo de navegación por el pantano. El caso es que tocaba recorrer por tierra el camino de vuelta  cargando con las dos piraguas,  ya liberados del peso de los víveres, aunque cargando con los desperdicios, como tipos civilizados y comprometidos con el medio ambiente que éramos, en tiempos en los que no había tantos soplapollas del ecologismo de galería.

Juanma y yo somos de risa fácil cuando estamos juntos, y pasó que aquella tarde nos dio por la risa tonta, de manera que apenas dábamos unos pasos cargando con el material, bastaba que alguno dijera alguna gilipollez, para que acabáramos revolcados por el suelo. La cosa se puso seria, porque no éramos capaces de recorrer diez metros sin acabar desternillados.

En estas Juanma, preocupado porque nos iba a caer la noche encima, me dijo en tono grave… Pepe, si ves que te va a entrar la risa, mira hacia arriba. Total, que nos pusimos manos a la obra.

 Juamna iba delante, y yo detrás… Recorrimos unos metros y en estas veo que Juanma empieza a mirar hacia arriba… Automáticamente  acabé rodando por el suelo riendo de tal forma, que aquello ya resultaba una tortura, del dolor de barriga que nos estaba dando. Si digo que nos pegamos así una hora, seguramente me quedo corto.  Se puso la cosa tan jodida, que al final optamos por acercarnos a un cortijo y le pedimos permiso al dueño para dejar las piraguas en un cobertizo que tenía, comprometiéndonos a recogerlas otro día con el coche del padre de Juanma, porque veíamos que no íbamos a llegar nunca a la carretera.

La foto cuelga en mi habitación, y Juanma tiene otra igual colocada en el salón de su casa. Creo que ha sido una de las veces que más nos hemos reído, y creo es esta es la foto que mejor refleja aquellos tiempos felices que sellaron para siempre nuestra amistad, con la suerte de haber podido disfrutar con plenitud de la naturaleza, con largas conversaciones nocturnas a la luz de un fuego incluidas, algo impensable en los tiempos que corren.

Ya lo dice Lobita… destiláis una felicidad inmensa y por eso me gusta tanto esta foto.

 


jueves, 21 de noviembre de 2013


Apenas me reconozco en ti…

Te recuerdo soñador, feliz en tu mundo, sin prisas por crecer. Jugando con tus amigos, jugando con tus primos, o jugando con tus amigos imaginarios, esos que cubrían tus flancos en las aventuras imaginarias que te montabas.

Tus montañas eran infinitas, tras ellas apenas había otras ciudades, otras carreteras, y ni siquiera había autovías, si acaso caminos polvorientos por las que circulaban carretas perseguidas por los indios.  Los postes de telégrafo eran de madera, las traviesas de la vía del tren también, y los destinos de esos trenes eran infinitos como tus montañas, con estaciones que se identificaban más por sus formas que por sus carteles...  Estaciones con parras, estaciones con árboles frutales, estaciones majestuosas con azulejos y estructuras distintivas.

La luna te parecía más grande, los ríos más caudalosos, los animales ordinarios te resultaban exóticos, y cualquier bosquecillo era una selva. Disparabas con rifles de palo, navegabas en buques de lona surcando los mares del Sur, volabas en un Spit Fire de cartón y emulabas los ruidos de los motores con la boca.

El mar era más grande, más limpio y tu corazón también. Tus metas apuntaban a tu presente, pues el futuro quedaba lejos, no había prisa…o eso creías.

Fue pasando el tiempo, los días se fueron acortando, fuiste creciendo y casi sin darte cuenta, se fue resquebrajando tu inocencia… empezó a desdibujarse tu sonrisa, empezó desdibujarse tu recuerdo y empezaron a marcarse los surcos en tu piel. Llegaron las obligaciones, las prisas, las responsabilidades, el placebo del reto para justificar los esfuerzos para no se sabe qué.

Los amigos ya no tienen tiempo para casi nada y a algunos los perdiste para siempre, a los primos apenas los ves y a tus amigos imaginarios los destruiste a medida que te fue golpeando la realidad.

Tus montañas menguaron, tras ellas proliferan las grandes ciudades, los nudos de carretera, las torretas metálicas copan los montes y ya no hay telégrafo con postes de madera. Las traviesas son de hormigón, los trenes corren más, pero los destinos  han pasado a ser estaciones sin alma, cortadas por el mismo patrón, sin parras, sin azulejos, sin estructuras distintivas, estaciones impersonales,  solo distinguibles por el nombre de sus carteles de metacrilato.

En la luna casi no reparas, los ríos están secos o se salen de madre, los animales ordinarios se hacinan en  granjas extensivas, y los exóticos simplemente desaparecen como las selvas. Disparaste con fusiles que matan la esperanza y destruyen los sueños, navegaste en buques que no iban a donde tú querías y volaste cuando tocaba volar, protegiendo tus oídos del ruido ensordecedor.

El mar sigue igual de grande pero más sucio, y tu corazón también. Tus metas  quedaron atrás y ni te diste cuenta con tantas prisas que no te condujeron hacia ninguna parte…

Y ahora… A penas te reconozco amigo, apenas me reconozco en ti, y me apena no poder hacerlo.

Ya no soy quien fuiste, ni seré quien soy… pasaré como pasaste tú, como una puesta de sol que nunca se volverá a repetir en los mismos términos, así hasta que simplemente no se repita más. Para entonces, nos habremos desdibujado todos… tú, yo y el futuro yo, que quizá me contemple un día como ahora te contemplo  a ti… sin reconocerse en mí.

JM Arroyo

 


domingo, 20 de octubre de 2013


ALGUNAS VECES IMAGINO

Algunas veces, en los días desapacibles como hoy, esos que coinciden con circunstancias desapacibles que solo te dan opción a refugiarte en los pensamientos, imagino que estoy a bordo de un velero, que bien podría haber sido este que aparece en esta ilustración realizada por mí, y que regalé a unos buenos amigos… o quizá, por remontarme a otros tiempos en los que hubiera encajado mejor, pongamos que a bordo del bergantín Beagle, al mando del capitán Roberto Fitzroy a finales de 1828.
Me imagino en el Beagle, fondeado en el canal del mismo nombre, frente a la población de Ushuaia, allá en la Patagonia Argentina, esa tierra hermosa y por entonces indómita, de la que tantas veces me habló mi tía Juli. Imagino a una tripulación exhausta, pero satisfecha y orgullosa  por haber superado el capeo de los  temporales, en ocasiones infernales, que se generan  por la zona del cabo de Hornos. Los imagino como estaría yo, deseoso de conocer nuevos territorios inexplorados, de esos que aún quedaban por aquella época en el último confín de la Tierra. ¿La recompensa? Quizá bastara con estar en el rol del buque cuyo nombre dio al canal, un reconocimiento que prevalecerá en los anales de la historia.

Un par de días para recuperar fuerzas, y después a los botes, para hidrografiar el canal Murray o para explorar Isla Hoste en la orilla chilena del Beagle, y contactar con los indios Ona, con los que a lo mejor me habría quedado… quien sabe.

Por las noches escribiría cartas a la luz de un candil, relatando mis aventuras y desventuras, misivas que quizá llegarían al destino mucho después de haberlas espichado, tal vez atacado por un puma, o a causa de una pulmonía. Las cartas  serían leídas por la familia  al calor de una chimenea, o por los amigos en la taberna de marras, cartas leídas en voz alta mientras saborean unas pintas y brindan a mi salud y por los viejos tiempos. Esas cartas, puede que las guardara alguien en alguna parte, y puede que con el tiempo, fuesen descubiertas por las hijas, por los nietos, o por el hijo de un amigo, cartas amarilladas por el paso del tiempo, pero con todo su contenido intacto y la esencia que imprime  un texto escrito de puño y letra, esos trazos únicos que definen a quien cuenta la historia.

Me gusta escuchar el sonido del viento, y a propósito, dejo una rendija de la ventana abierta para que silbe, imaginando que lo que silban son las jarcias del velero. Imagino historias en mi cuarto, sentado en un sillón, mientras pierdo la mirada en el cielo y escucho alguna banda sonora que evoque los sonidos del mar. Lo hago para descansar un rato de estas circunstancias que me mantienen encallado en una costa yerma y desangelada, en la que no queda nada por explorar, un lugar que no da para escribir  sobre  temas de  descubrir tierras vírgenes o sobre grandes aventuras.

En este mundo  apenas se escribe ya con pluma sobre un papel, y  apenas nadie lee en voz alta para que otros escuchen las  historias mientras se toman unas pintas. La gente, sencillamente ya no escucha historias, solo se embute en las nuevas tecnologías para conectarse con quien no ven mientras ignoran a quien tienen al lado.

Lo que silva es la ventana entre abierta de un bloque de apartamentos  y lo que me saca del trance son los gritos de un vecino que está viendo un partido de futbol.  Lo que escribo, con independencia de que sea una aventura, una desventura o una mierda pinchada en un palo, no amarilleará en un papel, ni será descubierto por nadie  con el paso del tiempo con la misma intriga que pueda generar una carta escrita sobre un papel amarillado por el paso de los años, papel pasto de los lepismas, esos insectos devoradores de almidón que campan por sus respetos amparados  entre las hojas de los libros.

 El texto se perderá en el infinito de una red virtual que devora infinidad de información sin apenas procesarla, un texto escrito con caracteres estándar, tipo Arial para más señas, que no dice nada sobre mí, un texto transferido por los golpes secos a un teclado.  

Será leído, quizá hoy y puede que mañana, pero después  se difumará hasta desaparecer, sin dar oportunidad a que un día, una hija, una nieta o el hijo de un amigo, descubra una carta amarillada por el paso del tiempo, que cuenta una historia de su puño y letra, aunque no sea la del capitán Roberto Fitzroy y su intrépida tripulación, sino la de alguien que sueña con veleros y territorios inexplorados, sentado en el sillón de su casa, mientras escucha el silbido del viento por su ventana, mirando al cielo o realizando unos trazos en papel Guarro con un una estilográfica y algo de tinta china, intentando recrear su fantasía… todo para descansar un rato de las circunstancias.

 

J.M. Arroyo

miércoles, 5 de junio de 2013


ELLA SE QUEDÓ EN BLANCO

Ella se quedó en blanco, como el blanco de la pared tratada con cal viva junto a la que se sentó. Absorta en sus blancos pensamientos, que no eran más que el vacío de su mente, cansada ya de discurrir, dejaba correr el tiempo moviéndose a penas a cambio de unas monedas necesarias para subsistir.

Ella se quedó en blanco salvo en sus labios pintados de rojo, como en un intento de no desaparecer del todo en ese blanco puro que deslumbra desdibujando su triste figura.

 Ella se quedó en blanco, como una hoja de papel sin escribir, como una hoja de papel sin dibujar, sin historias que contar, aunque solo sea en apariencia. Quizá estén escritas con tinta blanca, y como ella, se confundan con el fondo que tienen tras de sí.

Ella se quedó en blanco, o quizá la dejaron en blanco, ese color acromático que simboliza pureza, pureza que bien podría ser ausencia de todo, pureza en este caso corrompida por el rojo pasión de sus labios, que más que pasional se me antoja  grotesco, como una mueca de dolor que cala en el alma.

Blanco de claridad máxima, de oscuridad nula, luz intensa que condensa todos los colores en uno, disolubles ante un prisma, el prisma de la vida que no se presenta ante ella para descubrirle los colores.

En blanco andamos muchos, por no decir en negro, siempre en esos extremos que acotan la gama cromática. El exceso de luz, la ausencia de luz, pensamientos en blanco, pensamientos en negro, la combinación de ambos generando el gris, y una traza de color rojo para decir que estamos aquí.

Ella se quedó en blanco… yo acabo de hacerlo.

JM Arroyo

 

martes, 28 de mayo de 2013



















RECORDANDO NUESTRA BODA

Una notable mayoría opta por casarse a lo grande, como estos del Rolls Royce Silver Shadow, que además de ir en un Rolls, se casaron en la Alhambra de Granada,  con dispositivo de seguridad, Magnum 45 en funda incluida. Nosotros nos casamos a lo pequeñito, sin hacer ruido, un 18 de mayo de 2007. La cosa discurrió tal que así:

El Puerto de Santa María 17-05-2007
19:00 h zulú, cinco horas menos en alguna parte.
Acabábamos de llegar de trabajar de la obra marítima de Algeciras. La boda por lo civil era al día siguiente, a primera hora de la mañana, y aún no teníamos claro qué nos íbamos a poner. Finalmente optamos por algo cómodo. Pantalón y camisa en ambos casos. De peluquería, mi amada esposa con el pelo corto, y yo al cero, para qué andarnos con tonterías. Nadie, salvo Gloria y Domingo, conocían nuestras intenciones.

Villaluenga del Rosario 18-05-2007
07:00 h
Salimos de casa, ya vestidos para la ceremonia, y con material para patear la sierra en una mochila. Lobita se hacía los últimos retoques en el coche, entre ellos, la pintura de las uñas con una destreza y precisión apabullantes, considerando que lo estaba haciendo con el coche en marcha. El vehículo nupcial, mi Montero Sport 4x4 en teoría de color negro, y digo en teoría, porque no me dio tiempo de lavarlo. Llevaba toda la polvareda y el salitre del trabajo. Ni flores, ni lacitos, ni latas atadas al parachoques…

08:30h. O por ahí.
Llegamos a Villaluenga del Rosario, una localidad ubicada en la serranía de Grazalema. Es el pueblo más pequeño de la provincia de Cádiz (471 habitantes en la época, con una densidad de 8 habitantes por kilómetro cuadrado) y el más alto topográficamente hablando, con una elevación de 858 m sobre el nivel del mar.  El Lugar perfecto para nosotros.
Llegamos con tiempo de sobra, pues la boda civil en la Casa Consistorial, estaba programada para las 10:00h local de Villaluenga y resto de la comunidad andaluza. El caso es que sentí la llamada de la naturaleza, algo por otra parte normal porque era mi hora, así que estacioné el coche en un sendero del monte que tenía a mano y aboné el terreno en una loma, con la esperanza de que surgiera un pinsapo. Por supuesto, siguiendo el procedimiento estándar para no dejar en la zona nada que no fuere biodegradable. Aliviado y aseado como es debido, dimos un pequeño paseo por la pequeña población para hacer tiempo.

LA CEREMONIA. 10:00 h.
Nos casó el entonces alcalde de la localidad, Alfonso Moscoso, del PSOE. Años más tarde, lo cazarían en la carretera triplicando la tasa de alcohol, siendo sometido a un juicio rápido. Posteriormente fue juzgado por supuestas injurias a su ex mujer. En fin, era lo que había, no todo puede ser perfecto.
El caso es que el señor Moscoso, con toda la cordialidad del mundo, las cosas como son, ofició la ceremonia, teniendo por testigos a sus dos secretarias, y como fotógrafo oficial, al jefe de la Policía Local del pueblo, jefe de sí mismo pues era el único que había. El acto duró  diez minutos escasos, después de los cuales salimos por la puerta con nuestras alianzas puestas. Unas limpiadoras que trabajaban en la entrada, gritaron entusiasmadas, viva los novios, lo cual agradecimos con sonrojo. Al parecer éramos la segunda pareja que se casaba en la historia del ayuntamiento de ese pueblo.

EL DESAYUNO. 10:15 h.
El estómago nos indicaba que era hora de desayunar, así que nos acercamos al único bar que había en el pueblo. Como no tenían máquina de café expreso, nos hicieron uno a la vieja usanza, café de pucherete. Lo acompañamos con un par de rebanadas de pan de pueblo, regado con aceite de la región, que compensó la mala calidad del café.

LA FOTO OFICIAL. 10:40 h aprox.
Nos fuimos al mirador del pueblo para hacernos la foto de marras. El fotógrafo fue la combinación de auto disparador, el trípode y mi participación para encuadrar la escena y medir la exposición.

LA NOTICIA. 10:50 h aprox.
Llegó la hora de dar la buena nueva por teléfono a la familia y a los amigos. Menuda sorpresa. Hubo de todo, risas, silencios, estupefacción, alegrías... Lo normal en estos casos. Pero al final todo fue por buen cauce y todo el mundo lo aceptó de buen grado, respetando nuestro proceder.

EL VIAJE. 11:00 h. O por ahí.
Tocó echar mano de la mochila que llevaba el material de montaña. Nos cambiamos de ropa, de calzado y nos equipamos para dar un paseo por la Sierra de Libar. El sol pegaba que era un gusto a esas horas, pero Lobita, en su línea resistente, no se quejaba y caminábamos a buen paso cruzando los Llanos del Republicano. Le regalé una amapola que encontramos por el camino, y recogimos un par de cornamentas de cabra que aún conservamos como recuerdo. Unas dos  horas después me di cuenta de que Lobita iba demasiado colorada. Había pillado una insolación. Así pues, en previsión de no quedarme viudo antes de tiempo, decidimos regresar al punto donde dejamos el coche y optamos por programar el banquete.

EL BANQUETE. 14:30 h más o menos.
Decidimos comer en un restaurante que se llamaba El Parral, ubicado en Benaocaz, una pequeña población próxima a Villaluenga. Mientras leíamos la carta, entró acompañada de su novio, una de las chicas que hicieron de testigo, y se sentaron en otra mesa. Pensamos que sería un buen detalle invitarles a la comida, así que, mientras traían la nuestra, me acerqué al cajero para sacar efectivo, pues en el restaurante fallaba el datáfono.
Conseguí el dinero, pero el puñetero cajero no me devolvió la tarjeta, así que tuve que realizar la llamada oportuna para anularla. Por lo demás, comimos estupendamente por un precio módico. Tras pagar nuestra comida y la de nuestros invitados de fortuna, emprendimos el regreso a casa.

LAS CONCLUSIONES.
Al caer la noche, nos metimos en el catre con  una insolación de tomo y lomo, pero a la vez, con una sensación deliciosamente extraña y con una sonrisa de oreja a oreja, la misma que mantenemos a día de hoy. Al lunes siguiente volvimos al trabajo como si nada, y ante la sorpresa de nuestros compañeros, dimos la buena nueva. El viaje de novios en regla lo aplazamos para más adelante, porque modestia aparte, en aquellos momentos ambos éramos imprescindibles en el trabajo.
En definitiva. Los trámites legales para el casorio los realizó Lobita sin mayores contratiempos, con la diligencia que la caracteriza, y el coste de los fastos, no superó los 60€ lo cual da una idea de lo modesto que fue el evento. Y no por eso dejó de ser el día más señalado de nuestras vidas en común, nada más lejos de eso. Fue nuestro día con mayúsculas, nuestro día en toda regla, el día que simbolizamos nuestra decisión de continuar el camino juntos. En realidad, un día que renovamos cada día, un día que sigue vigente y que adopta una resistencia granítica con el paso de los años.
Cuando vemos una boda, digamos con un Rolls, con sus flores y la pompa que rodea a los Rolls, le pregunto a Lobita ¿Te hubiera gustado más casarte así? Entonces ella sonríe de oreja a oreja, sus ojos cobran más brillo aún del que ya tienen, y tras hacer un pequeño silencio, me dice con su bonita sonrisa… no  cambiaría nuestra boda por nada del mundo.
Algunas de mis amistades, que se casaron a lo grande, me han confesado, después de su experiencia,  que les hubiera gustado hacerlo como nosotros, a lo pequeñito, pero que no tuvieron el valor suficiente. El valor de elegir en libertad, pasando de los convencionalismos y las modas, que llevan a liar demasiado las cosas, llegando a convertirlas en un suplicio. No digo que siempre sea así, por supuesto.

En cuanto a nuestro regalo de boda. ¿Acaso hay algo mejor que darnos el uno al otro? Aquí seguimos, cada día más unidos y a un módico precio. Porque lo que determina el éxito de una relación no es la pomposidad de los fastos, sino las ganas de querer a quien quieres, por los días de los días.









lunes, 20 de mayo de 2013

OCÉANO DE TIERRA

No… no se trata del efecto de un filtro de un programa de edición fotográfica. Es el aspecto íntegro del océano de tierra que  veía desde lo alto del castillo de Espera, Provincia de Cádiz, un océano de tierra cambiante en sus tonos, como el de mar, con la única salvedad de que sus olas son estáticas. Aunque eso de la fijeza es relativo, porque a estas alturas debe haber trigo, ya rubio, trigo que estará siendo, más que  peinado, alborotado por el viento del suroeste que azota la región, lo que confiere movimiento a ese océano de olas con periodo fijo, olas que son surfeadas por los pájaros y buceadas por las liebres, los topillos y las comadrejas.

El castillo de Fatetar se convirtió por unos instantes en mi buque, pero al poco caí en la cuenta de que no era más que un marinero en tierra, un marinero en tierra ávido de mar que soñaba despierto.

viernes, 17 de mayo de 2013

lunes, 13 de mayo de 2013


…ella sola, prisionera de sus pensamientos, se muerde las uñas mientras cruza el patio desolado de la prisión militar del castillo de San Sebastián bajo el tórrido sol del mediodía. Las puertas de la prisión  están abiertas, son sus pensamientos los que impiden que sea libre… grilletes de sombras, de miedos, de incertidumbres que la llevan a roer sus uñas como quien intenta roer las rejas de hierro del ventanuco de un calabozo.

Niña, corre libre, que tus grilletes son ficticios, deja tus uñas en paz y baña tus esperanzas en el agua de mar que te espera al otro lado del muro del castillo, no seas prisionera de ti misma y concédete la libertad…

miércoles, 8 de mayo de 2013


Papá de mayor quiero ser...

Papá, de mayor quiero ser…
Quiero pensar que el peque pensaba que de mayor quería ser piloto, ingeniero aeronáutico, o tal vez mecánico de vuelo… quizá porque a su edad, cuando yo veía un avión pensaba en eso, mas no por mucho pensar y por circunstancias de la vida, pudo ser.

Pero volviendo a lo que podría estar pensando el crio, si es que pensaba en algo, quiero pensar que no pensaba en lo que me temo que piensa más de un crío de los de ahora, influenciados por toda esa mierda mediática que copa las mentes débiles, que generalmente piensan poco y mal.

Desgraciadamente, hay muchos que sueñan con ir a un casting para engancharse a uno de esos programas tipo Fama en versión cutre, en los que “aprenden” a bailar mientras se despellejan a insultos, sacan sus trapos sucios y los de su puta madre, y hacen gala de su nivel de analfabetismo y falta de la educación más elemental. Es lo que pude constatar un día en el que me dio por analizar uno de estos programas, como el que analiza una atmósfera irrespirable durante una investigación. Mi “investigación” apenas duró diez minutos, porque no pude resistir más tiempo aquella dantesca visión en la que un tipo de ademanes exageradamente afeminados pero musculoso como Rambo, y que al parecer era el instructor de baile, les metía caña marcando los pasos al grito de “uno, due, tres, maricón”… Me pregunto dónde habrá quedado eso del grand plié, el relevé, o el temps levé del ballet clásico…

Otros quizá sueñen con ser un Ronaldo de esos que emergen de la nada gracias a su destreza con el balón y se hacen de oro, sin que la pasta les sirva más que para ostentar su riqueza con desmesura, desaprovechando la ocasión de mejorar su nivel cultural y su educación para no hablar en público como los indios y escupir al suelo ante las cámaras.

Algunos seguramente piensan en ser una mega estrella del pop de estos que ahora surgen de you tube sin academia alguna, y viajar en limusinas horteras rodeado de chorvas tetudas moldeadas por la silicona, o megaboys saturados de anabolizantes, locas y locos por desvirgarse a los quince, aunque a los 25 acaben siendo unos tiñalpas consumidos por los excesos y la falta de creatividad o de rentabilidad para sus promotores que consideran que a los 25 ya no se es productivo salvo que se entre en la fase de vender escándalos sexuales y miserias varias.

Miedo me da lo que pueden pensar los pequeños hoy día, pero más miedo me dan sus padres, que en los casos que he descrito anteriormente, actúan de inductores con vistas de sacar tajada del éxito de su monstruito mediático, como sucede en esos gran hermano me la coges con la mano, o con estos padres que apuntan a los niños a un equipo de futbol y los presionan tratando de que el niño salga convertido en un Messi, cuando lo más probable es que el niño acabe messidepresivo y hastiado del esférico y del puñetero futbol.

En fin… creo que pienso más de la cuenta, y que el niño pensaba poco, por no decir nada. A saber, lo mismo estaba deseando que se acabara la dichosa exhibición para que lo pusieran en el suelo a jugar con la arena, o se acordó del avioncito que le tocó en el kínder sorpresa. Lo mismo pensaba que no pensaba, pienso yo…

…Pienso que esto se me acaba de ir de las manos. Carajo… eso me pasa por pensar más de lo conveniente.

 

miércoles, 1 de mayo de 2013


¿Qué pasó Manué?
Que la ma  escupió el bote otra vé.

¿Qué va a hasé ahora Manué?
Empesá de nuevo como ayé.

¿Por dónde empesará Manué?

Por la quilla  o er pantoque, ya veré.

Que puta e la má Manué.
Puta y desalmá pero qué le vamo a hasé.

Qué rasón tiene Manué.

Así e Migué, la ma e puta y desalmá pero nos da de comé.
 
 

 

 

martes, 30 de abril de 2013


VERTIENTES DE LA VIDA

Nunca podremos estar seguros de la vertiente que nos tocará en suerte, porque no nos engañemos, no tenemos el control absoluto de nuestros designios.  Somos como gotas de agua que caen del cielo sobre una montaña, ilusionadas en conformar un río largo y caudaloso, pero será el viento quien decida en qué vertiente caeremos, si en la buena o en la mala, si en la que cae hacia al mar o la que da hacia el desierto.

En la imagen tenemos dos vertientes, dos gotas de agua caídas del cielo  que ahora tienen distintas prioridades en la vida. Pero el proceso puede revertirse, de nuevo podemos evaporarnos, retornar al cielo y volver a precipitarnos. Lo mismo, con un poco de suerte, y siempre con esfuerzo, podremos caer en la vertiente adecuada y fluir por un río lleno de vida hacia el mar, del mismo modo que esos que se sienten seguros e inamovibles en la vertiente buena de la montaña, pueden evaporarse igualmente y acabar precipitándose sobre un desierto.

En cualquier caso, procuremos ser gotas de agua pura, pues el agua pura siempre será bienvenida y necesaria en las dos vertientes, y con persistencia y buena voluntad, lo mismo los desiertos acaban convirtiéndose en vergeles y entonces dará igual caer a un lado o a otro.
 

sábado, 23 de marzo de 2013

DE PASO POR LA VIDA...

De paso por la vida, casi de puntillas, un breve soplo imperceptible en el cosmos, un breve soplo que habría que aprovechar, pues apenas nacemos empezamos a morir, nos diluimos en el tiempo y en el espacio como se diluye la figura de ese hombre que pasa  fugazmente, como  la vida misma, ante la puerta de la iglesia de San Agustín.
 
 

lunes, 4 de marzo de 2013

MI EXPLORADORA

Mi exploradora se aventuró con valentía y decisión, confiando en el norte que marcaba su brújula. Se adentró empeñada en acceder hasta lo más profundo, deseando conocer, sabiendo respetar, aceptando la naturaleza de las cosas. Se lanzó con su sonrisa perpetua, con su férreo optimismo, segura de sí y de lo que buscaba, y una vez encontrado,  montó su campamento decidida a permanecer hasta el final  de los tiempos.

No, no hablo de que se aventurara en la montaña, que también, hablo de que se aventuró a explorarme a mí como nadie ha sabido hacerlo jamás, y es por eso que ella, mi exploradora, ha logrado conocerme mejor que nadie y convivir conmigo sin alterar mi esencia.

 

domingo, 17 de febrero de 2013


CONVERSACIÓN

Allí andaban, conversando a la recacha, tipos de piel curtida por el sol, el frío y el polvo de la tierra de labranza,  tipos que fumaban tabaco del más barato, negro para más señas. Eran tipos trabajados, de manos ásperas, tipos que en la actualidad parecen estar aparcados sobre ese banco por culpa de otros bancos, esos que están arruinado el país.
Allí andaban conversando con gesto grave, probablemente sobre nada bueno, porque el gesto ya lo advierte y la cosa está tan chunga que lo normal es hablar sobre nada bueno.

Me llamaron la atención, y me amparé en la distancia para disparar con un 70-300 mm que tengo de  otra cámara, la Canon 350 D que ahora usa mí hija,  objetivo que utilizo poco porque, enchufado al cuerpo de la Canon 50 D, no enfoca con demasiada precisión…cosas de la electrónica.
Me llamaron la atención porque cada vez es más difícil ver portes sobrios y con carácter como el del señor de la derecha, de tez morena, de aspecto genuino, curtido y recio, rostro exento de cosmética y rayos uva. Tanta cosmética y tanta tontería está echando a perder ese toque diferencial que dignifica a las personas curtidas por el trabajo, esas a las que solo con echarles un rápido vistazo, indican que lo poco que tienen se lo han ganado con el sudor de su frente.
Y qué es lo que tienen ahora después de tanto esfuerzo… un banco de cemento a la recacha del sol, tabaco negro y demasiado tiempo libre para conversar  con gesto grave  sobre la hijoputada que es la vida para algunos por culpa de tanto hijo de puta engominado que anda suelto.  

 

 

miércoles, 13 de febrero de 2013

LA HISTORIA DE ELÍSEO

Está allí  pero nadie  repara en él… diría que ni su propietario. Nadie repara en los beneficios que aportó durante su tiempo en activo, ni en  las historias que se acumulan en su sentina, mezcladas con combustible, agua putrefacta y los restos orgánicos propios de la pesca. Su madera se resquebraja en la medida que se resquebraja la pintura y el barniz que la protegía, proceso derivado de la implacable alianza entre las inclemencias y el paso del tiempo. Está allí, más cerca de desvanecerse que de prevalecer. Está allí, en silencio, casi invisible, por eso de que hay ojos que miran pero no ven.

Son botes, pero bien podrían ser personas, personas que están pero en las que nadie repara, personas que aportaron riqueza durante su tiempo en activo y que acumulan historias en su memoria, personas desprotegidas que se resquebrajan por dentro y por fuera debido a la implacable alianza entre las circunstancias adversas, la injusticia y el paso del tiempo. Están ahí, más cerca de desvanecerse que de prevalecer. Están ahí, en silencio, casi invisibles, porque hay ojos que miran pero no ven.

La historia de Elíseo bien podría ser la historia de Paco, de María, de Lola o de José.

miércoles, 30 de enero de 2013


Un resquicio de sol nos reconfortó...

Debía ser finales de noviembre de 1983, época de lluvias… y de maniobras. Recuerdo aquella mañana, cerca de las estribaciones de la Sierra de Facinas, en la que un resquicio de sol nos reconfortó durante una escasa media hora después de soportar, durante no recuerdo cuantos días, los embates de los temporales de componente Sur, cargados de agua a más no poder.
 
No habíamos parado de caminar hasta entonces… de check point en check point, desde El Mojón Alto, hasta Las Casas del Conejo y desde ese lugar hasta la Sierra del Niño… y vuelta al Retín. De noche y de día, bajo la persistente lluvia, procurando guardar un par de calcetines de lana secos para que las botas Segarra no se convirtieran en un instrumento de tortura, porque la grasa de caballo a duras penas podía repeler tanta agua, y de nada servía si la bota presentaba las grietas resultantes de tanto pateo entre pinchos y pedregales, entre tanto salitre y tanta arena de playa.




Recuerdo aquella mañana en la que un resquicio de sol de escasa media hora, nos alimentó lo suficiente para continuar la marcha durante dos días más, marcha a paso ligero, marcha en orden de combate, marcha en la que hacíamos la comida… si tocaba, o si había.


Ojos hinchados y resecos de no dormir, púas y espinas hincadas en codos y rodillas, rozaduras en carne viva provocadas por las cinchas y los arreos del soldado de infantería, rozaduras en los pies y los estómagos de jóvenes de entre 18 y veinte y pocos bajo mínimos.
Rodeos aparentemente absurdos, que eludían la línea recta y los caminos marcados para evitar las emboscadas. El plano plastificado a escala 1:50.OOO con la ruta campo a través trazada en lápiz graso y las gotas de agua resbalando por encima. La Büchi Bern graduada en centesimales, perdiendo el norte ya por puro cansancio, y la mala leche contenida de la tropa, sin comprender a dónde diablos nos estaba llevando el alférez Planell.

Y sin embargo, aquel resquicio de sol de escasa media hora nos alimentó lo suficiente para continuar durante dos días y dos noches más, bajo la lluvia, ya sin comida, ya sin calcetines secos, ya por cojones.

Y después, señores la operación ha sido un éxito, el bando rojo ha sido noqueado, os transmito las felicitaciones del Coronel, pero se suspenden los franco ría y localidad porque estamos movilizados…Marruecos… pa variá. Descansen lo que queda de noche…mañana más.
Pero sabéis qué, volvería a repetirlo… de vuelta a los veinte años… de vuelta con mis compañeros… de vuelta a ese resquicio de sol de escasa media hora que no he olvidado, y que por más que lo busco ahora, no puedo encontrar. Quizá sea que el sol ya no calienta como antes… quizá sea que los años distorsionan los recuerdos… quizás no.

La foto: JAB con 27 años menos...

 

jueves, 17 de enero de 2013


Happy dog

Nadie sabía cómo se llamaba, nadie sabía si tenía dueño o si se movía libre como las aguas que invadieron Las Pachecas. El caso es que aquel chucho apareció por allí y jugaba con un tipo que no era su dueño y que le lanzaba objetos al agua. El chucho, a pesar de estar cojo de su pata trasera derecha, salía raudo y veloz tras el objeto que solían lanzarle al agua, y no descansaba hasta atraparlo entre sus fauces.

Cuando lo conseguía, regresaba para entregar el objeto al lanzador con la intención de que se lo volvieran a lanzar de nuevo, a pesar de que el animal tiritaba de frío.
Era la cara amable de aquella situación trágica, la cara en la que no se suelen fijar los reporteretes que ahora se estilan, estos que sólo buscan las situaciones morbosas y preguntan lo obvio, cosas como…señora, cómo se siente usted después de ver su casa bajo el agua… o señor, tiene usted miedo de que se lo lleve una riada como la que se llevó a su hermana… Mal nacidos, así venga una y se los lleve a ellos.

Perro feliz… happy dog, por eso de ponerme al día con el inglés de los cojones. Si no hubiéramos perdido en Flandes, si hubiéramos ganado en Trafalgar, y no hubiéramos perdido Cuba y dejado tirados a los últimos de Filipinas, quizá hoy el castellano sería la lengua oficial a nivel internacional... Qué le vamos a hacer… It is the life, my friend.



sábado, 12 de enero de 2013


Paz profunda frente al muelle de Tharsis

Le pedí a mi amigo y patrón Agustín que detuviese la embarcación por unos instantes. Esperamos a que las aguas recuperasen la quietud del reparo de marea en total ausencia de viento, y disparé la foto.
Era el objetivo que buscaba, pero ni Agustín ni yo pudimos resistirnos a contemplar el paisaje, de manera que optamos por tomarnos una cerveza en la cubierta de popa y emplear unos minutos en perder la mirada por esos parajes en los que el único sonido que nos llegaba era el de los pájaros de la marisma y el chapoteo de los peces en el agua.
Nos quedaba aun una hora de navegación hasta el puerto de Mazagón, después de echar una jornada de 12 horas, él patroneando y yo con la nariz metida en los equipos de hidrografía, pero bien merecía la pena detenerse y disfrutar por unos instantes de esa paz profunda frente al muelle de Tharsis… a veces hay que saber vivir el momento y evitar que se escape sin más.