jueves, 17 de noviembre de 2016

VUELO 605

A Floyd Cramer lo descubrí de muy joven gracias a Ángel Álvarez, un locutor que tenía un programa de música, “música de la buena”, en una época en la que era difícil encontrarla en España, sobre todo en tiempos de la dictadura. El programa que dirigía  se llamaba Vuelo 605, nombre que no fue puesto al azar, pues Ángel trabajó durante un tiempo, de operador de radio en Iberia. Cuando volaba al extranjero, a países como Inglaterra o los Estados Unidos, aprovechaba para surtirse de buena música, música  que no era fácil adquirir aquí por ser de importación, sobre todo en los 60/70, música que compartía con su audiencia en su entrañable programa, más entrañable si cabe, por su agradable y extraordinario tono de voz, diría que casi un susurro que se agradecía durante la noche.

Gracias a este asturiano  nacido en Oviedo, descubrí a los de la Creedence Clearwater, a la Steve Miller Band, a Peter Green y a tantos otros, pero por alguna razón que desconozco, quien me retrotrae a esa etapa y al programa Vuelo 605, es la cadencia  del piano de Floyd Cramer, una cadencia inconfundible, reconocible incluso cuando acompañaba a otros artistas. Igualmente inconfundible era la cadencia de la voz del locutor, como he dicho, extraordinaria, un locutor de los de antaño, con estilo propio pero sin estridencias, no como las mierdas de locutores que se prodigan hoy día, tipo Cárdenas de los cojones.

El programa de Ángel Álvarez está grabado a fuego en los surcos de mi memoria, daba igual que lo escuchase en un transistor de pila de petaca,  en onda media o en FM, en mono o en estéreo. Era una especie de hora mágica, quizá porque eran pocos los programas de radio que emitían “música de la buena” un vuelo, el 605, que me transportaba a otros territorios sin moverme de casa.  Ángel no se limitaba a poner música, primero contaba la historia de los músicos y de su música,  después despegábamos con ella, porque con la historia que nos contaba, la música adquiría otra dimensión. Como dijo una vez en una entrevista que le hicieron cuando las cosas empezaron a cambiar a peor en el panorama radiofónico, en aquellos tiempos la radio se hacía con más entusiasmo, con más sinceridad, ahora solo prima la comercialidad, las emisoras genuinas  pasaron a llamarse cadenas, sujetas a férreos intereses comerciales.

Cuarenta y cuatro años duró su vuelo, cuarenta mil discos tenía en su colección que formó disco a disco, en ardua tarea, vuelo a vuelo, colección  que compartió con varias generaciones, entre ellas la mía. Despegó a principios de los 60 y se marchó con él en 2004, en un vuelo definitivo, el Vuelo 605 hacia el infinito, un vuelo que no existía en el mundo de la aeronáutica comercial, pero sí en las ondas de radio.
Danny Boy interpretado por Floyd Cramer.  Ángel Álvarez… Despega el Vuelo 605

J.M. Arroyo




viernes, 4 de noviembre de 2016

LA AGONÍA DEL “ADRIANO TERCERO”, AGONÍA DE UN PATRIMONIO.

El “Adriano Tercero” popularmente conocido como “El vaporcito de El Puerto” era una pequeña motonave botada en 1955 en los astilleros de San Adrián (Vigo), la última de la saga de estas embarcaciones perteneciente a Motonaves Adriano S.L. que cubrió la línea marítima entre El Puerto de Santa María y Cádiz. Operaron desde principios del siglo XX, hasta el 30 de agosto de 2011, fecha en que súbitamente esta pequeña naviera cesó su actividad en tristes circunstancias. Las motonaves antecesoras fueron el Adriano I y el Adriano II, siendo la tercera motonave la vencida, nunca mejor dicho. Mis vínculos con el vaporcito los relataré en otra ocasión, ahora prefiero centrarme en el mollar de la cuestión, bastante penosa por cierto.

El vaporcito – en realidad impulsado por un motor diésel - cubría con dignidad la línea entre El Puerto y Cádiz, pero los tiempos cambian determinados por eso que denominan progreso, y a partir del 2006 le salió una dura competencia, pues se inauguró la línea de catamaranes del Consorcio de Transportes de la Bahía de Cádiz, más rápidos y eficientes, aunque menos pintorescos y con menos historia. Con todo, el vaporcito seguía siendo un activo de cara al sector turístico, y de hecho fue declarado BIC (Bien de Interés Cultural) en 1999, pero de poco le serviría.

El 13 de julio de 2010 me crucé con el Adriano III mientras realizaba una batimetría en aguas de la bahía a bordo de la embarcación "Carla". Era mediodía y el vaporcito se dirigía hacia Cádiz. Saqué la cámara y disparé una secuencia de fotos sin imaginar que al verano siguiente acabaría hundiéndose en su puerto de destino.



El 30 de agosto de 2011, el Adriano III navegaba rumbo al puerto de Cádiz realizando el penúltimo turno de la jornada. Era una tarde tranquila y soleada que para nada hacía presagiar una catástrofe, hasta que entrando por la bocana del puerto, sorprendentemente colisionó de proa contra la escollera del espigón de la antigua desgasificadora,  golpe que dañó la obra viva y provocó una vía de agua. El patrón consiguió navegar con la motonave herida de muerte los 1400 metros que le faltaban para llegar al muelle Reina Victoria, y allí pudieron evacuar con tiempo a las 80 personas y tres tripulantes que viajaban a bordo, tras lo cual el Adriano III se fue a pique de proa sobre las seis de la tarde, a pesar de la intervención de los bomberos que nada pudieron hacer con las bombas de achique.

Las causas de la colisión no estaban claras, o tal vez sí. El patrón declaró que tuvo problemas con el timón, pero algunos pasajeros denunciaron que iba dormitando o distraído. Lo que estaba claro es que el patrón, que debía haber entrado pegado a la Punta de San Felipe dejando la roja por babor bien lejos, se fue directo hacia ella pegando el costalazo.


El Adriano III deshecho en el deshecho Varadero del Guadalete (El Puerto de Santa María) 30 octubre de 2016.

Para ser un BIC no se dieron mucha prisa en reflotarlo, el famoso vaporcito permaneció veinte y ocho días hundido en la dársena, pegado al cantil del muelle Reina Sofía. El 27 de diciembre fue reflotado y trasladado al astillero de Navantia en San Fernando, donde no hicieron nada con él, y el 28 de noviembre fue trasladado al Varadero del Guadalete, en El Puerto de Santa María, con la promesa de que le meterían mano para que estuviera reparado con el fin de que pudiera realizar su primer viaje coincidiendo con el Bicentenario de la Pepa.

La Pepa… era como si la Pepa lo fuese a poner todo en marcha, la Pepa iba a ser la pera, pero todo quedó en agua de borrajas, pues el puente homónimo no se concluyó en los plazos previstos, y los plazos para reparar el vaporcito tampoco se cumplieron, es más, ni siquiera le metieron mano.  Los carpinteros de ribera manejaban unos plazos de entrega que no se ajustaban con los del armador de Motonaves Adriano, y acto seguido, el barco cambió de propietario. Éste prometió que sería reformado y adaptado con nuevos adelantos, que cubriría los puestos con los antiguos tripulantes, que navegaría en la primavera del 2012, y blá, blá, blá... Pero llegó el 2014 y el Varadero del Guadalete  se cerró y demolió el con el Adriano III confinado en su interior tal cual aparece en las fotos, dejado como un proyecto inviable por un atajo de incompetentes.



El puente del Adriano III, la que fuera atalaya a la bahía, durante más de treinta años, de "Pepe el del vapor". Los restos parecen , más que lamentarse, maldecir. El que fuera el vaporcito, se ha convertido en una una especie de holandés errante varado en un triste solar.



En febrero del 2016 decidieron desguazar al BIC, esto es, decidieron pasar del patrimonio, por muy histórico que fuera, por muy vinculado que estuviera a la historia de la bahía de Cádiz en general, y de El Puerto de Santa María en particular. En el lote del olvido también entró el Varadero del Guadalete, el último que quedaba, y los carpinteros de ribera, profesión que también debería considerarse BIC, como sucede en países como Francia o Inglaterra, donde en vez de poner siglas de bolígrafos baratos de cara  a la galería, se emplean a fondo para conservar su patrimonio histórico. Aun así, ni siquiera han sido capaces de cumplir los plazos para darle la escodada final al vaporcito, para destruirlo sin más, pues a fecha de hoy, a primeros de noviembre de 2016, ahí sigue su triste estructura.

No fue el patrón el que mandó a pique ese museo vivo, aquello fue un accidente incruento que se hubiera resuelto taponando una vía de agua al día siguiente, no a los 28 días, fue la desidia de los que podían haber hecho algo por el BIC y no hicieron nada. Fue en vano que en su día Paco Alba escribiera la letra y la música “Hombres del mar” dedicada al insigne vaporcito, o que el mismo Rafael Alberti se hiciera por unos instantes con la rueda del timón, cedida por “Pepe el del Vapor”, Don José Fernández Sanjuán, el que fuera patrón legendario de la motonave cuyo rostro aún recuerdo. Marino de los de antaño, marino hasta su fallecimiento en julio de 1998 cuando contaba 89 años, ya que, aún jubilado, seguía subiendo a bordo para hacer las travesías, pues como él aseveraba, era lo que le daba la vida. Pepe el del Vapor, medalla al Mérito Naval, el patrón que vestía de luto permanente porque tuvo la desdicha de sobrevivir a una hija, al menos se ahorró conocer el triste final de su barco, algo que quizá lo hubiera matado.


Vista de popa del barco en el solar baldío del Varadero del Guadalete. 

El caso es que allí yace el cadáver del Adriano III, en un varadero cadáver, en un pueblo cadáver, despojado sistemáticamente de su historia, despojado de su flota pesquera, de sus motonaves, de sus varaderos, de sus carpinteros de ribera, de sus bodegas, algunas de cuyas fachadas se caen en pedazos, de sus yacimientos arqueológicos poco mimados como el aparecido en el lugar en el que hubo otro varadero, el de Pastrana, en la zona del Corribolo junto al puente de la N-IV y la línea de ferrocarril, varadero cerrado en los ochenta a cuenta de la reconversión naval, que más que fortuna, trajo penuria.

La agonía del Adriano III se ha convertido en la metáfora de la agonía del patrimonio de El Puerto, y por extensión, la agonía del patrimonio de España, mancillado día sí y día también por gestores mediocres que solo entran en la política para saquear y abandonar a su suerte aquello que no les reporta nada en su lucro personal, todo ello con el consentimiento de una sociedad, la española, poco sensibilizada con su historia, a menos que la cosa vaya de vinitos, tapitas y folclore.

El 1 de noviembre del corriente, nos dimos una vuelta en el insípido catamarán de fibra de vidrio, más rápido y eficiente, más seguro, pero menos pintoresco. Fuimos a Cádiz cubriendo el trayecto en 25 minutos aproximadamente, frente a los 40 largos que tardaba el vaporcito. Tanto a la ida como a la vuelta, pasamos frente al lecho de muerte del Adriano, encaramado aún en el carro, único vestigio del varadero.


Vista del varadero tomada desde uno de los catamaranes que cubre actualmente la línea marítima El Puerto-Cádiz.  Triste destino y una historia que empieza a desdibujarse en la memoria de los paisanos de un país sin memoria histórica, salvo para echar basura sobre ella.

Al regreso, una niña que iba a mi lado lo señaló con el dedo y dijo, mira ese barco papá, y el padre, mirando con indiferencia respondió, sí, es un barco viejo, a la par que alguien bromeó replicando, es la casa de Chanquete, aquel personaje ficticio… Estuve a punto de explicarles que aquel barco viejo no era cualquier barco, que no era el escenario de una ñoña serie televisiva, que era ni más ni menos que el antecesor de la insulsa nave en la que estaban a bordo, era nada menos que el vaporcito de El Puerto, cualquier cosa… Pero pensé, para qué, si en el fondo a la mayoría de la gente de este país le importa un carajo eso del patrimonio, una de las razones por la que el vaporcito está hecho unos zorros. Estoy seguro que ese paisano, que miró con desdén aquellos restos, solo pensaba en desembarcar para tomarse la cervecita, las tapitas y que al “barco viejo”, que le den. Solo algunos extranjeros centraron el objetivo de su cámara en el viejo cascarón y dispararon algunas fotos, intuyendo quizá, que en su día debió ser lo que en realidad fue, una motonave pequeña pero legendaria. Seguro que en su país no habrían permitido que el vaporcito acabara así.

J.M. Arroyo






jueves, 16 de junio de 2016

PALABRAS SINCERAS PARA CLAPTON.

Quien te mandó Clapton, por qué te uniste a la dinámica de quienes aseguraban que la creatividad venía inspirada por una tal Cocaine y sus parientes Heroína, María, Etílico…  El caso es que entonces ya lo sabías, eras consciente de ello y nos transmitías el mensaje con aquella versión de una letra compuesta por JJ Cale que muchos tontos interpretaban en sentido contrario, quizá embriagados por la cadencia de los acordes…  “She don´t lie, she don´t lie, she don´t lie, Cocaine.”

El mensaje estaba claro en aquellos tiempos, entonces, cómo es posible que la gente se sorprenda todavía, que no encaje lo obvio, que no sepan o quieran sumar dos más dos, que no caigan en la sencilla cuenta de que las drogas no ayudan a crear, solo a destruir talentos como el tuyo a corto o a largo plazo. Cómo es posible, con todo lo que sabemos ya, que la gente no tome nota de esa realidad… Quizá sea porque se deslumbran con el esplendor que irradian los genios como tú, y por su falta de talento o de perspectivas, se agarran a la parte fácil, al “beneficio” cortoplacista que a la par los destruye. Tal vez piensen, si lo hace Clapton debe ser bueno, de ahí debe manar su inspiración, subidón, subidón. Pero esa gente se engaña así misma o se deja engañar por los demás, como debió pasarte a ti, no es Cocaine, pues como dice la letra…  “She don´t lie, she don´t lie, she don´t lie, Cocaine.”

La inspiración manaba de ti no de las drogas, manaba de Eric Clapton,  tú mismo los has corroborado cuando aprovechaste  esa prórroga milagrosa, esa escapada de los infiernos, esa segunda oportunidad que no tuvieron otros, oportunidad en la que prescindiste de la malnacida de Cocaine y de otras pestes, sin que por ello dejaras de deleitarnos con tu voz y tu Fender “Blackie”, tocando con los mejores con esa discreción, con ese respeto por los demás y esa tranquilidad que te caracteriza, mano lenta, precisa como un reloj suizo, que arranca notas rítmicas que hacen imposible que permanezcamos hieráticos.

Pero ahora qué hacemos Eric, no me jodas, cómo sobrellevamos eso de que siendo aún joven, estés enterrado en vida porque tu vida es la música y resulta que ya no puedes tocar ni en el porche de tu casa a causa de una neuropatía degenerativa, en tu caso debida a qué… Dos más dos cuatro, encaja lo obvio Clapton, ajusta las cuentas de la factura que te han pasado los malos hábitos y a ver qué te sale.  Al menos si sirviera de ejemplo, no solo tu talento también tu mal ejemplo y tu rectificación posterior. Maldita Cocaine, y mira que lo sabías… “She don´t lie, she don´t lie, she don´t lie, Cocaine.”

Con todo habré de perdonártelo, pues a fin de cuentas, aunque no me iba tu rollo psicodélico de los 70 en lo que a modus vivendi se refiere, me llega tu música y las historias que cuentas en tus letras, en las propias o en las que magistralmente versionabas, como esas verdades sobre Cocaine a las que muchos no atienden “…Si ya todo acabó y te quieres ir; cocaína… No olvides esto, no puedes regresar; cocaína… Ella no miente, ella no miente, ella no miente; cocaína.”
Tu música me acompañó en los mejores y en los peores momentos y me seguirá acompañando probablemente hasta el fin de mis días, y es de buena condición ser agradecido, pero también sincero. Quién te mandó Clapton, a ti y a tantos como tú que palmaron prematuramente de mala manera, y lo que es peor, de forma innecesaria, genios con talento innato para la música, pero a la vez cobardes o tal vez inconscientes, torpes o faltos de una personalidad consolidada que los llevó a dejarse arrastrar por las modas, las tendencias o la necesidad agradar para ser aceptado en el grupo.
Que te quiten lo bailao dirán algunos para justificar lo injustificable, pero qué quieres que te diga Eric, me apena la noticia, y más me apena que aun así muchos no se apliquen el cuento y sigan en sus trece tonteando con Cocaine y otras pestes… “She don´t lie, she don´t lie, she don´t lie, Cocaine.”

Solo me queda desearte buena suerte pese a los tiempos duros y darte las gracias por llenar mis huecos con tu buena música amigo Clapton, y ya que estás como estás, pedirte que traslades al mundo cual es el resultado de dos más dos, recalcar que ella no miente y sus parientes tampoco, que las secuelas son claras incluso de las drogas que parecen más livianas, y que no inspiran nada, al contrario, solo disipan el verdadero talento por mucho que quieran contarnos los que están presos de ellas y solo buscan justificaciones para no afrontar sus problemas, estadios que tienen meridianamente claros quienes estudian las adicciones. Además ya lo dice la letra… “She don´t lie, she don´t lie, she don´t lie, Cocaine.”… She don´t lie; all drougs.

JM Arroyo


lunes, 13 de junio de 2016

CUIDANDO LA ESTÉTICA URBANÍSTICA.

Estaba dando un paseo por la Punta de San Felipe y me fijé, como tantas veces desde mi infancia, en los dos cañones y en la hélice que adornan el dique de abrigo. Antes había dos hélices y cuatro cañones, pero ya solo quedan los que se ven en la fotografía. Desconozco el origen de esa hélice, y sobre los cañones, he leído que podrían datar del siglo XVIII o tal vez del XIX, remanentes del asedio que sufrió Cádiz en 1810, pues los franchutes salieron por patas dejando atrás toda su artillería.

Los de la foto son dos de los ciento y pico de cañones que se pueden ver distribuidos por los rincones del casco antiguo, de manera que Cádiz bien podría llamarse la ciudad de los cañones. Estos dos cumplen una función meramente decorativa, pero en la mayoría de los casos, tratándose de cañones de menor calibre, una vez retirados del servicio activo se emplearon para proteger las esquinas de las calles a modo de guardacantones, con la finalidad de mitigar los daños que provocaban los carros y carretas al doblarlas.

Esto aporta singularidad a la ciudad y forma parte del patrimonio histórico de Cádiz, ciudad milenaria como pocas, pero mucho me temo que los responsables de proteger ese patrimonio, en este caso las instituciones locales, no ponen todo el celo que debieran en mantenerlo lozano y vistoso. Sin que sirva de precedente, no es culpa exclusiva del Kichi, pues de lo que estoy hablando, a mi juicio, no se ha preocupado ninguna alcaldía como debiera, al margen del carácter vandálico de algunos paisanos, asunto que también tiene miga. Aunque el valor histórico de los cañones y la hélice no es comparable ni de lejos a los hallazgos fenicios o romanos, convenientemente preservados en los museos, la  autoridad competente trata el patrimonio expuesto en la urbe como si tuviéramos un cuadro de Goya colgado detrás de la puerta de un trastero, con el cubo de la basura debajo.

Para intentar explicar lo que quiero decir, me voy a basar en la fotografía que he tomado expresamente para exponer esto:

1)  La hélice no es de bronce, debe ser de acero, y de toda la vida la he visto pintada de negro, pero está claro que han pasado de repintarla desde hace mucho tiempo.
2)  Habiendo plazas de estacionamiento de sobra justo al lado, el sujeto de la moto no tuvo otro sitio donde estacionar que en la acera, al lado de la hélice y de los contenedores de basura.
3)  Está claro que la acera tampoco tiene que digamos mucho mantenimiento a juzgar por el brío con el que nacen los matojos.
4)  A alguien se ocurrió colocar los contenedores justo delante de la pieza de artillería, como si no hubiera otro lugar para ubicarlo.
5)  Sin duda premeditadamente, el lumbreras de turno que ordenó colocar la papelera dijo, ahí, justo entre los dos cañones queda divina.
6)  Mira que hay sitio y formas para colocar la caja de registro y el cableado para que no desentone con la pieza de artillería, o en su defecto, bien podían haber colocado la pieza en otro sitio.
7)  Ya que las piezas se pintaron de negro, al igual que sucede con la hélice, bien podrían darle una manita de pintura. No creo que arruine el presupuesto de un ayuntamiento, o en este caso el de la Autoridad Portuaria, pues el dique forma parte de su jurisdicción.




En definitiva, la estampa es deprimente. Esto mismo sucede por toda la ciudad, rincones con encanto o de interés histórico, que se echan a perder por culpa de un contenedor o de una papelera mal ubicada, y por otros detalles discordantes con la estética del lugar. Reparo en estas cosas especialmente cuando pretendo fotografiar uno de esos lugares… encuadras y compruebas que el dichoso contenedor, la maldita papelera, la caja de registro, la moto mal aparcada, o todo a la vez, arruinan lo que podría ser una imagen atractiva.

Si los del Ayuntamiento de Cádiz quisieran trabajar en asuntos que merezcan la pena, en vez de tener, por ejemplo, un gabinete de prensa sobredimensionado que solo sirve para que unos cuantos parásitos chupen del bote, podrían crear una especie de supervisor de estética urbanística, esto es, un tipo que se dedique a patear las calles para evitar despropósitos como el de la foto, y se ocupe de distribuir el mobiliario urbano integrándolo de manera que aquello que tenga valor intrínseco por su historia o por su atractivo paisajístico, reluzca sin interferencias.

Para bien o para mal, Cádiz depende en gran medida del turismo, y no es baladí que presente una imagen lustrosa y atractiva para quienes vienen a visitarla, y por qué no, que resulte atractiva para la propia ciudadanía, aunque la gaditana no se caracterice precisamente por respetar su propio patrimonio… y que no me tiren de la lengua mis paisanos que como tire de fotos, peto la red.

Siguiendo con el ejemplo, el supervisor de marras y su equipo evitarían que los contenedores de basura y las papeleras se colocaran de cualquier forma y en cualquier lugar, lo mismo que los carteles o determinadas señales de tráfico que cumplirían la misma función colocadas quizá de otra forma. Hablar de mantener la fisonomía del casco histórico evitando hacer construcciones que desentonen con la pauta general, tampoco estaría mal, y ya puestos, prescindir de “monumentos” de última generación tipo estructuras oxidadas o de acero inoxidable que no transmiten un carajo, abortos de pájaros metálicos y demás, sobre todo si se hacen como añadidos a elementos con historia propia, como la barbaridad que hicieron con el castillo de Matrera.


JM Arroyo.

domingo, 5 de junio de 2016

LA DICTADURA DE LAS BICICLETAS.

Si estuviésemos en cualquier país del norte de Europa, este debate no tendría razón de ser, porque los países norteños generalmente basan sus relaciones en el respeto de las normas por parte de todos… pero estamos en España.
Aquí se ha puesto de moda la bicicleta, lo cual está bien, ya iba siendo hora. Lo dice alguien que lleva toda la vida usando la bicicleta y que entre los años 70 y los 80 se marcaba rutas  de más de 500 km por carreteras nacionales y secundarias, con una BH de barra que pesaba un quintal, sin cambio de piñones y con la mochila a la espalda.
Ante el goteo incesante de accidentes mortales de ciclistas, provocados generalmente por los automovilistas, se lanzó por fin una intensa campaña de concienciación para que entre otras cosas, los conductores mantengan la distancia de seguridad en los adelantamientos, y se está promoviendo la implantación de  carriles bici, lo cual está  bien, siempre que se haga adecuadamente y no a trancas y barrancas como sucede en algunas localidades.
Llegó Decathlon con sus surtidos de bicicletas y sus accesorios para todas las economías, dicho sea de paso, a costa de la explotación laboral en otros países, y puso de moda más que nunca el ciclismo. Las asociaciones ciclistas españolas comenzaron a hacer fuerza por la causa, en principio noble, y empezaron a ganar batallas legales en pro de sus derechos. Pero ahora entra en juego esa parte tan propia de la idiosincrasia española, esa en la que exigimos para nosotros lo que no estamos dispuestos a otorgar a los demás. En España somos muy dados exigir nuestros derechos sin cumplir con nuestras obligaciones y eso es lo que está sucediendo con el asunto de los ciclistas, algunos de los cuales, salvo honrosas excepciones, exigen a golpe de pedal sin respetar los derechos de los que van a pie e incluso circulando en otros vehículos. Desgraciadamente son más que menos, es cuestión de ponerse en una esquina y contabilizar.
A esto se suma la incompetencia de las administraciones, como sucede con las alcaldías. En el caso de las que se denominan “progresistas”, como algunos gilipollas creen que montar en bici es de izquierdas, para ganar adeptos con acciones facilonas, buscan una “solución rápida” creando infraestructuras ineficientes por incompletas y mal planificadas. El caso es que algunos los aplauden encantados sin darse cuenta de que lo que han hecho es expulsar a unos para dar cabida a otros, generando un conflicto de intereses, en vez de crear una solución global que beneficie a todos por igual.
Esto da lugar a carriles bici como el de la foto que adjunto, delimitado con pintura en el acerado del Campo del Sur de Cádiz. Las tres cuartas partes de la acera están destinadas para la circulación de ciclistas, y un cuarto dividido en dos, que no da ni para el ancho de un carrito de bebé, ha de repartirse entre las farolas, las cornisas de las paradas de autobús, y los viandantes… Un reparto de locos.
Y así algunos ciclistas, crecidos por la conquista de sus derechos, se olvidan de los derechos más elementales de los demás, esto es… allá que voy con mi bici por el carril de marras, piticlín, piticlín, quítate de en medio anciano, mira por dónde vas. Y cuando me dé por circular por la calzada, pobre del conductor que no me sobrepase sin respetar el 1.5 m, que  voy filmando para denunciar a los infractores. Pero si paso con mi bicicleta a dos centímetros de la oreja de un crío, que se conciencie él y su madre, de que tienen que caminar por la franja de medio metro que se les ha asignado para caminar por la acera, piticlín, piticlín… Lo que no sabe el gilipollas de la bicicleta es que en uno de los extremos del puto carril hay un cartel, sin duda insuficiente, que indica que la prioridad es del peatón, y lo que tampoco sabe el muy cretino o la muy cretina, es que los pasos de peatones se cruzan caminando, no en bicicleta.
Cádiz tiene “carril bici” por todas partes, pero a los transeúntes que les den. Es más, donde no hay carril, les permiten circular por las aceras… Pero vamos a ver. ¿No se han ajustado las normas para que los coches no puedan adelantar a menos que puedan respetar el metro y medio de marras? Entonces para qué  tienen que circular los ciclistas por las aceras.
Luego está la otra derivada, los carriles bici que se habilitan en el extrarradio y que no utiliza ni dios, pues los “ciclistas expertos” que son los que se aventuran a las afueras de la ciudad, prefieren ir jodiendo el tráfico por la calzada, esto es, vamos en pelotón colegas que estamos en nuestro derecho y molamos mazo con nuestros maillots, para qué vamos a facilitar la circulación en hora punta colocándonos en fila india. Que le den al camionero del Mercabrevas, si se tiene que tirar conduciendo dos horas más por ir a 30 km/h.
Ahora eso sí, que no te falte de nada en el centro comercial, “ciclista experto”, que no te falten los repuestos para la bici no sea que no puedas ejercer tu derecho a montar en ella, o la bebida energética que te revienta el hígado, esa que te mata lentamente pero sin la cual parece que no puedes vivir. Quieres que prime tu derecho al deporte, frente al derecho al descanso de los que tienen que trabajar duro para que tú, “ciclista experto”, tengas de todo en los comercios. Lo que no te has planteado es que a lo peor resulta que te llevan por delante y acabas desangrándote en una cuneta, y que la ambulancia que tiene que recogerte, lo mismo tropieza con un atasco que han provocado cuatro como tú empeñados en ir en pelotón, esto es, doscientos camiones en caravana, en uno y otro sentido, y los de la ambulancia jugándose el tipo para recoger a tiempo a un insolidario como tú.
En cuanto a la ecología del ciclismo, esa es otra… A diario me encuentro por los carriles restos de bebidas energéticas, cámaras usadas, botes anti pinchazos, baterías de linternas y toda suerte de porquerías derivadas de la industria ciclista, de manera que el ciclismo es sano para el ciclista pero por la actitud de esta gentuza, acaba siendo insano para el medioambiente.  Y así vamos, jodiendo a golpe de pedal, de día y de noche, imponiendo nuestra dictadura, la de las dos ruedas a pedales, y ya está, aquí hay que mamar, español, español, español (Incluidas todas las comunidades autónomas)
Para finalizar, una advertencia para el del piticlín, piticlín del carril bici… como un día me roces con el manillar, te meto el timbre por donde no brilla el sol, y cada vez que tengas que ir a tirar lastre al WC, te vas a enterar de lo que jode el piticlín, piticlín, nunca mejor dicho.

JM Arroyo







miércoles, 1 de junio de 2016

UNA SESIÓN FOTOGRÁFICA DE MUERTE CON CHARLIE.


Fue un domingo de mayo por la tarde. Decidí echar un rato haciendo fotografías en un antiguo polvorín del ejército de tierra que está desafectado y a la espera de un futuro aún incierto. El polvorín, ubicado en la Sierra de San Cristóbal (El Puerto de Santa María) está compuesto por una red de túneles excavados en la tierra, una especie de madrigueras a lo bestia que se están desmoronando debido a la erosión, por lo que caminar por determinadas zonas resulta peligroso, sobre todo para quienes no conozcan el terreno y la existencia de esas bóvedas en estado tan precario. Por esta razón, un guardia de seguridad dotado de una moto todo terreno y de un pastor alemán, custodia el recinto cuyo vallado está destruido casi en su totalidad, por lo que aquello es un coladero y ha sido objeto del vandalismo. Aunque resulte sorprendente, aún se encuentran por el suelo vainas percutidas del  calibre 7.62x51 de los que usaba el fusil CETME, y restos de las fundas de plástico de cohetes anti-carro C90 CR–RB (M3) Instalaza, además de las trazas de alambradas de espino que antaño protegían las zonas más sensibles cuando estaba operativo. Puede que haya incluso restos arqueológicos, porque  la zona está muy cerca del yacimiento de Doña Blanca.
Foto de los respiraderos del polvorín. Toda esa zona está hueca, lo que convierte en peligroso el tránsito.

Me llevé conmigo a Charlie, la calavera de pega que decora una de mis estanterías, porque quería hacerle una sesión fotográfica “de muerte” en una de las piscinas abandonadas del recinto, parcialmente inundadas en esta época debido al agua de lluvia.Para entrar al antiguo polvorín hay que darle las vueltas al guardia de seguridad, algo nada complicado porque aquello está inserto en un bosque de pinos y matorrales, con elevaciones y depresiones en donde es fácil emboscarse en tanto el perro no detecte al intruso y se ponga  a ladrar. Salvo en ese caso, el guardia no suele  hacer la ronda a pie porque la zona es demasiado extensa, la hace con la moto, lo cual delata su presencia y lo limita a circular por determinados carriles. Normalmente no se ve a nadie por allí desde que perdió el interés para los vándalos que robaron y destrozaron a mansalva, pero en esta ocasión, justo de tras mía, entraron tres tipos equipados cámaras de fotografía, trípodes, mochilas mega guais con toda suerte de accesorios, y como no me gustan las injerencias, les di el esquinazo  los seguí  distancia sin dejarme ver. Tampoco era plan que me viesen metido en faena con Charlie y me confundiesen con el coleccionista de huesos.
Tardó poco el guardia de seguridad en detectarlos, pues iban vestidos con ropa chillona, hablando en voz alta y formando ruido al pisar la maleza y los escombros de las edificaciones abandonadas, porque andaban como los patos. El guarda los largó de allí, así que de nada les sirvió tanta artillería. Yo en cambio seguí a lo mío pues no detectaron mi presencia por discreto, tanto en el aspecto como en las formas, pues a quien se le ocurre ir de furtivo con colores chillones y de palique… Hay que tener mucha mili que se dice, y más campo.
Al cabo de poco, tras dar un rodeo con vistas a evitar al guardia de seguridad y a su imponente pastor alemán, llegué a la piscina que está junto a otras dependencias del antiguo acuartelamiento, y me introduje en ella por la parte que estaba seca. En ese instante algo pegó un salto y se ocultó entre unas maderas que estaban en la esquina opuesta. Pensé que se trataba de una rata, pero descubrí que era una cría de liebre que debió caer dentro de la piscina, lo cual suponía su sentencia de muerte, pues allí no tenía apenas qué comer salvo unos ramajes que afloraban en la parte húmeda de la piscina.

La cría de liebre "escondida" entre las piedras y las maderas que había en la piscina.

Le hice una foto y a continuación intenté atraparla con la intención de sacarla de allí con cuidado de no dañara, pero se escurrió entre mis manos y para mi sorpresa, se introdujo en el agua nadando hasta la zona más profunda. No sabía que las liebres nadasen tan bien. Hace poco libré de una muerte segura a una perra que cayó en un canal de riego, operación de rescate que me obligó a tirarme al agua sucia y helada, pero en esta ocasión no estaba por la labor de meterme en las aguas putrefactas de esa piscina por una cría de liebre, así que recurrí a la astucia, ya que la situación no era tan crítica como la de aquella perra que tuvo un final feliz.Pensé que si me apartaba a un extremo de la piscina, la liebre acabaría regresando a la parte seca, y que estaría más fatigada y por tanto menos ágil, lo que facilitaría su captura. Y así sucedió. Regresó a la orilla, intentó ocultarse entre los ramajes, pero pude atraparla sin que apenas opusiera resistencia. Acto seguido la liberé fuera de la piscina y siguió su camino a saber dónde. Sin proponérmelo, me paso la vida rescatando animales en apuros que se cruzan en mi camino, van tres en lo que va de año, y siempre me quedo con la duda de si estoy haciendo lo correcto por eso de interferir en la selección natural. No hace mucho fue una cría de gorrión que no tuvo un final feliz. Debió caer de un nido y mi error fue intentar recuperarlo en casa, pero cascó al cabo del rato mientras le intentaba dar de comer, así que para quien se vea en esas, lo mejor es dejarlo cerca del lugar donde cayó y que la naturaleza provea.
Después del “rescate”, Charlie y yo nos pusimos a lo nuestro. Con ayuda de un palo metido en una de sus cuencas, lo introduje en el agua que estaba llena de maderos flotando, de musgo y cosas desagradables que venían al pelo para lo que pretendía, hacer una “sesión de muerte” en un ambiente lúgubre, y me dediqué a disparar no sin problemas. La pobre Canon 50D, que ha soportado lo indecible, está sacando a relucir sus achaques, entre otros, el del botón de disparo a veces falla y tengo que resucitarlo con unas gotas de propanol, todo un descubrimiento para limpiar componentes electrónicos porque no deja residuos.

 Charlie sumergido en la piscina

Charlie fue un regalo que me hizo mi primo Roger hace lo menos 40 años, él seguro que ni lo recuerda. Me lo traje de Francia y desde entonces ha formado parte de mi casa allá donde la tuviera, siendo testigo mudo de las tres cuartas partes de lo que llevo vivido… si Charlie hablara. También ha sido protagonista de sesiones de fotografía realizadas por mi hija Gloria, así que Charlie es toda una institución. Cuando casque, quiero que coloquen mi cráneo junto al de Charlie para darle conversación, y que ambos pasen a manos de Gloria que estará encantada… cosas de la complicidad entre padre e hija.
Después de la piscina, realicé algunas fotos en unas dependencias abandonadas del acuartelamiento y eché un vistazo a las cámaras excavadas en tierra, la mayoría selladas para impedir el acceso debido al riesgo de derrumbe. El lugar bien merece un reportaje, más que fotográfico, de filmación, para poder tener una visión de conjunto. Podría ser interesante hacerlo antes de que acabe por desaparecer sin pena ni gloria, como suelen acabar las cosas en este país tan poco dado a conservar.
Finalizada la sesión fotográfica, Charlie y yo emprendimos el regreso  con menos cuidado que al entrar, pues la misión ya estaba cumplida y poco me importaba que me pillara el guardia, además seguro que tendríamos una buena conversación y el pastor alemán acabaría siendo mi colega, pues me llevo bastante bien con los perros. Pasé cerca de la caseta donde estaban ubicada junto a una torre de comunicaciones, y cuando me situé del lado de donde venía el viento, el perro debió detectarme pese a que no tenía visión directa, y se puso a ladrar, aunque eso no deja de ser una suposición, pues lo mismo ladraba por otra cosa. El caso es que mediaban ya más de 50 metros y yo caminaba entre setos y árboles a un par de minutos de la salida, así que era improbable que me alcanzaran a menos que el guardia soltara al perro.
Charlie en los restos de una chimenea.


Y así discurrió esa sesión fotográfica de muerte y por otra parte, de vida, pues sacamos del atolladero a la cría de liebre, a saber para qué, pues lo mismo después acabó entre las garras de una lechuza o se la zampó el pastor alemán del guardia de seguridad… qué puta es la vida ¿Verdad Charlie? Cómo sonríe el hijoputa.



Una garita, y al fondo la torre de comunicaciones junto a la que está la casa del guardia de seguridad.


JM Arroyo




viernes, 29 de abril de 2016


LA VENTA DEL BIDÉ
(Conversación entre dos comerciales de sanitarios)

Como si los escuchara…
Comercial 1 (en prácticas)- ¿A dónde vamos hoy?
Comercial 2 (veterano)- A Rota… Vamos a ver si le vendemos un bidé a un americano.
C1- ¿A un americano?
C2- Si, a uno del cuerpo de marines que quiere aprovechar la subida del dólar para comprarle un bidé a su querida Caroline.
C1- ¿Su mujer?
C2- No, su perra de raza lulú o como cojones se llamen los caniches cursis esos de las trencitas…
C1- Ver para creer… un marine con un caniche.
C2- No te confundas, la perra tiene la medalla de plata por sus acciones localizando minas en Afganistán. En su última acción le arrancó los huevos a un terrorista talibán.
C1- Joder con la perra… Pues menos mal que tenemos algo que vender, con lo jodía que está la cosa. Llevamos una semana que no vendemos un puto azulejo.
C2- Pues sí, qué me vas a contar. Tuve que convencer al marine de que el bidé era una bañera para perros, aprovechando el diseño más cool de la nueva gama de bidés que ha sacado Porcilacosa.
C1- ¡¡Joder!! Con razón te han hecho el empleado del mes. Por cierto, llevamos el Clio en reserva…
C2- Ya… No te preocupes, llevo aceite de colza para echarle al gasoil que nos queda… un truco de la mili.
C1- Ah… La verdad es que me alegro de tenerte como instructor de ventas… qué monstruo.
C2- No sé qué decirte… Hace algún tiempo cerré un trato que no sé si cobraremos algún día y puede costarme el puesto.
C1- No jodas… ¿cómo es posible?
C2- Pues sí… con un ayuntamiento de cuyo nombre no me quiero acordar, que ha remodelado los servicios para los ediles y todos esos que rodean al Alcalde en las altas instancias. Firmaron la compra de doce yacusis, otros doce WC tipo CALO (Chorro Asistido de Limpieza de Ojete) y seca manos cromados con aire perfumado, así como azulejos de gama alta con película de absorción de estrés, lo último de Porcilacosa… Vamos… la venta del año.
C1- Joder, pero si eso es cojonudo ¿Dónde está el problema?
C2- En la crisis y en lo que han robado… no pagan porque dicen que estamos en crisis, aunque no cuentan lo que han robado. Me dijo el jefe de compras  del ayuntamiento, que para compensar, le han bajado el sueldo a las limpiadoras y que la Policía Local patrulla en bicicleta para ahorrar combustible, pero que aun así no tienen líquido para pagar nada, aunque sigan comprando para ellos… No hay para pagar los retretes de lujo, ni para pagar a los restaurantes donde suelen darse el atracón, ni para pagar a las agencias de viajes que han financiado sus salidas de hermanamiento con Cuba y Maracaibo, ni para pagar a la madre que los parió, pero siguen disfrutando de todos esos servicios.
C1- Jo… Menos mal que tenemos la posibilidad de vender el bidé…
C2- No estés tan seguro… lo mismo el marine se cosca y nos mete en Guantánamo por estafar al tío Sam, o nos suelta a Caroline para que nos deje eunucos…
C1- Ya… hasta vender bidés se está convirtiendo en una actividad de alto riesgo.
C2- Sa jodío… estoy pensando en volver a la Legión Extranjera. Me iba mejor en Djibouti patrullando el desierto con el puto quepí blanco en la coronilla.
C1- ¿Tú en la Legión Extranjera?
C2- Si yo te contara…
C1- Qué monstruo…


J.M. Arroyo


domingo, 17 de abril de 2016


TIRO AL BLANCO EN ALTA MAR.

El pasado 13 de abril de 2016 desde la Punta de San Felipe, en Cádiz, pesqué la imagen del remolcador de la Armada Española A-101 “Mar Caribe” que se dirigía hacia su base en Puntales remolcando un blanco. Enseguida me vinieron a la mente recuerdos del pasado, de esos que por una razón u otra siempre quedan ahí.

Mis recuerdos se remontaron al año 1982 o tal vez el 83 cuando formaba parte de un contingente de infantes de marina, que a bordo del transporte de carros L-11 “Velasco”, nos dirigíamos por mar hacia la costa de la Sierra de Retín para tomar parte en unas operaciones anfibias. Pero antes de dirigirnos hacia allá, la Armada decidió marear la perdiz aguas adentro del Golfo de Cádiz, lo suficientemente lejos como para no ver tierra firme. Lo de marear la perdiz podría tomarse de manera literal, si considerásemos que las perdices éramos los aguerridos infantes de marina, que vomitábamos por todos los rincones del viejo transporte de ataque ante el descojone generalizado de la marinería del buque, pues el “Velasco” un buque de fondo plano, daba unos bandazos de impresión a cuenta del temporal de levante que reinaba por la zona.

Al amanecer del día siguiente de zarpar de los muelles del mando anfibio de Puntales (Cádiz) donde tenían su base los tres buques de la clase Velasco, como eran el L-12 “Martín Álvarez” y el L-13 “Conde de Venadito” avisaron por megafonía zafarrancho de combate para la dotación del buque, que iba a realizar unas prácticas de tiro de artillería con el montaje doble de cañones del calibre 76/50 mm de la banda de estribor. El buque llevaba dos montajes dobles en proa y uno en popa.

Mis compañeros de tropa, cansados de tanto bandazo, no estaban por la labor de abandonar sus camastros, apilados de tres en tres a lo largo de un estrecho pasillo que discurría por la banda de babor – no podía decirse que el buque tuviera una buena habitabilidad para la tropa -  así que subí solo a la cubierta principal para echar un vistazo.

Desde mi puesto de observación podía ver a los tres sirvientes de la pieza, que apuntaban hacia un blanco del que tiraba un remolcador de altura de la clase “RA”, aunque no pude determinar cuál, pues se encontraba a un par de millas de nuestro buque y la visibilidad era pésima. La mar seguía brava y el cabeceo del buque era notable, lo que complicaba la puntería a pesar de que las piezas estaban estabilizadas mediante giróscopos. El blanco que arrastraba el remolcador, a unos 500 metros por detrás, se veía diminuto y a veces se perdía de vista debido a la mar montañosa.

Los artilleros estaban equipados con guantes y pasamontañas ignífugos, dos de los cuales cubrían su cabeza con cascos MK-1 como los que empleábamos los infantes de marina, mientras el radiofonista encargado de las comunicaciones con la central de tiro, tenía colocado un aparatoso casco modelo MK-2 Talker que permitían su colocación con el equipo de telefonía.

El “Velasco” navegaba proa a la mar en paralelo con el remolcador mientras la dotación artillera, después de cargar los proyectiles, realizaba los cálculos para el primer disparo… blanco a tantos grados, distancia estimada, velocidad estimada, comparación de los valores observados con los calculados corroborado por lo que decía el radar, en fin, toda la parafernalia que conocen mejor que yo los artilleros navales, pues a fin de cuentas yo era de infantería.

La pieza mantenía relativamente la horizontalidad contrarrestando el balanceo del barco, los artilleros ajustaban los ángulos una vez hechas las correcciones por la dirección de tiro, y poco después el cañonazo, un estampido sordo que hacía temblar los mamparos de proa a popa, dando la impresión de que el buque se iba a desmontar, mientras la vaina  caía humeante al piso provocando un estridente sonido metálico.

Después de un par de segundos mal contados se visualizaba el pique, más cercano al remolcador que al blanco… manda cojones. Había que ponerse en el lugar de la tripulación del “RA” que debía andar más mosqueada que un pavo en navidad. Cualquiera que haya hecho ejercicios con fuego real, sabrá de qué hablo, sobre todo cuando los artilleros no andan muy finos, como aquel que casi nos liquida con un mortero  60 mm durante unos ejercicios en el polígono de tiro de Camposoto.

Después del tiro de estima aplicaban las correcciones, y ¡¡bumpbaa!! otro pepinazo, esta vez más cercano al blanco, aunque no llegaron a darle en ningún momento, lo cual no era de extrañar con el maretón que había montado. Una vez finalizó el ejercicio de tiro por parte del “Velasco”, ocupó la posición otro buque de los que componía la escuadra, para completar su adiestramiento. A decir verdad, en lo que a nosotros se refería,  era de las pocas actividades divertidas a bordo de un buque de guerra durante la navegación, el tiro, los avituallamientos con los buques nodriza y las operaciones con helicópteros. Los demás zafarranchos de combate y simulacros de abandono de buque se limitaban a despertar a la tropa a horas intempestivas para que nos colocásemos el chaleco y fuéramos cagando leches al punto de reunión, donde nos tenían un buen rato a merced de las inclemencias del tiempo, aunque fuera por putear.


J.M. Arroyo







domingo, 3 de abril de 2016

EL ESPÍRITU DE LA JULIA

La Julia, la casita vinculada al Infante de Orleans y su amante, se degrada poco a poco a cuenta del paso del tiempo, pero sobre todo del vandalismo, como puede apreciarse en la pintada. Algo he contado acerca de su historia, y quien quiera conocerla e incluso rectificar posibles errores, pues la historia no está muy clara, puede echarle un vistazo a este enlace de mi blog  http://jmarroyob.blogspot.com.es/2012/05/la-julia-i-parte-esta-casa-es-conocida.html

El caso es que de vez en cuando nos pasamos por allí para echar un vistazo, aunque por desgracia cada vez encontramos menos muros y más basura y pintadas, a pesar de estar en un lugar apartado. Apenas pervive el espíritu de La Julia que tal vez se asome aún por algún rincón para contemplar la puesta del sol que se oculta tras la playa de la Ballena, antaño virgen y hoy día convertida en una maldita zona residencial. En la imagen se aprecia una figura junto a la casa, no es Julia, es mi hija Gloria, pero quien sabe, lo mismo Gloria estaba fuera de encuadre, aunque creo que no, pero… y si sí.

J.M. Arroyo




domingo, 28 de febrero de 2016

SOCIEDAD BURBUJA.

Opté por ir a piernas para realizar una gestión a un par de kilómetros de casa, y por el camino, unos veinte minutos antes de tomar esta foto con el móvil, me encontré a esta misma persona en la misma posición, arreglando algo en el interior de este peculiar carro porta bebés. En ese primer instante, una niña de unos tres o cuatro años correteaba alrededor del padre, con muchas ganas de hacerlo, en tanto el padre se afanaba en arreglar algo en el interior del carro. A medida que me iba acercando pensé, lo mismo tengo que intervenir con mi Leatherman multiusos para echarle un cable, pero cuando estuve encima me di cuenta de que lo que el padre intentaba arreglar era una especie de tableta para videojuegos. El caso es que me llamó la atención aquella especie de burbuja con ruedas, parecida a una nave espacial, ideal para explorar el espacio sideral, pero no para pasear a una criatura.


Proseguí mi camino completando los últimos quinientos metros que me quedaban para llegar al lugar donde tenía que realizar la gestión, y una vez hecha, regresé por el mismo camino. Fue al regreso cuando me encontré de nuevo con este padre y con su hija, esta vez metida en la burbuja rodante, instante que aproveché discretamente para tomar la foto con el fin de documentar mi reflexión.

La niña lloraba contrariada y el padre se excusaba muy apurado diciéndole que no sabía qué le pasaba al dichoso juego de la tableta digital que llevaba dentro del carro. Fue entonces  cuando me pregunté hacia dónde está yendo la sociedad, qué sentido tiene encerrar a una niña de tres años en un carro burbuja dotado de un videojuego, una mañana, que si bien estaba encapotada, no amenazaba con lluvia inminente y no era fría ni ventosa, perfecta para que la niña fuera, si no andando, a techo descubierto para que pudiera ir descubriendo y reconociendo el mundo que la rodea.

Cuando yo tenía tres o cuatro años, mi madre me sacaba a pasear por la nieve a temperaturas bajo cero, que era lo que se terciaba en invierno en el lugar en el que vivíamos entonces. De su mano descubrí la nieve, el frescor del aire puro, los árboles, los perros, los gatos, los coches, las casas, etc. lo que me permitía de manera inconsciente ir reconociendo mi entorno y socializar con las personas que lo frecuentaban. Sin duda alguna el resultado de lo que soy, aún sin ser de lo mejor, no hubiera sido el mismo si en vez de integrarme de pleno en la vida, mi madre me hubiera aislado en un carrito burbuja.

Esta niña probablemente pasará del carro burbuja a la habitación burbuja, y el video juego infantil será reemplazado por un teléfono móvil, que pasará a ser su “mejor amigo” pues será su forma de relacionarse con el mundo exterior o incluso con quien tiene a su lado... hablará mirando a una pantalla y no mirando a los ojos de su interlocutor. Reirá, llorará, se moverá por un mundo virtual, será acosada o insultada a través del móvil o se transformará en acosadora de otras personas  a través del mismo. Cuando se quede sin batería, se le rompa o no esté a la última en las nuevas tecnologías, su mundo se vendrá abajo y se pondrá a llorar, o a romper muebles, a insultar a todo lo que se menea, o entrará en una profunda depresión, mientras los padres, impotentes, se preguntarán qué han podido hacer mal.
Pues tal vez esta foto te lo recuerde, buen hombre…

J.M. Arroyo