lunes, 13 de junio de 2016

CUIDANDO LA ESTÉTICA URBANÍSTICA.

Estaba dando un paseo por la Punta de San Felipe y me fijé, como tantas veces desde mi infancia, en los dos cañones y en la hélice que adornan el dique de abrigo. Antes había dos hélices y cuatro cañones, pero ya solo quedan los que se ven en la fotografía. Desconozco el origen de esa hélice, y sobre los cañones, he leído que podrían datar del siglo XVIII o tal vez del XIX, remanentes del asedio que sufrió Cádiz en 1810, pues los franchutes salieron por patas dejando atrás toda su artillería.

Los de la foto son dos de los ciento y pico de cañones que se pueden ver distribuidos por los rincones del casco antiguo, de manera que Cádiz bien podría llamarse la ciudad de los cañones. Estos dos cumplen una función meramente decorativa, pero en la mayoría de los casos, tratándose de cañones de menor calibre, una vez retirados del servicio activo se emplearon para proteger las esquinas de las calles a modo de guardacantones, con la finalidad de mitigar los daños que provocaban los carros y carretas al doblarlas.

Esto aporta singularidad a la ciudad y forma parte del patrimonio histórico de Cádiz, ciudad milenaria como pocas, pero mucho me temo que los responsables de proteger ese patrimonio, en este caso las instituciones locales, no ponen todo el celo que debieran en mantenerlo lozano y vistoso. Sin que sirva de precedente, no es culpa exclusiva del Kichi, pues de lo que estoy hablando, a mi juicio, no se ha preocupado ninguna alcaldía como debiera, al margen del carácter vandálico de algunos paisanos, asunto que también tiene miga. Aunque el valor histórico de los cañones y la hélice no es comparable ni de lejos a los hallazgos fenicios o romanos, convenientemente preservados en los museos, la  autoridad competente trata el patrimonio expuesto en la urbe como si tuviéramos un cuadro de Goya colgado detrás de la puerta de un trastero, con el cubo de la basura debajo.

Para intentar explicar lo que quiero decir, me voy a basar en la fotografía que he tomado expresamente para exponer esto:

1)  La hélice no es de bronce, debe ser de acero, y de toda la vida la he visto pintada de negro, pero está claro que han pasado de repintarla desde hace mucho tiempo.
2)  Habiendo plazas de estacionamiento de sobra justo al lado, el sujeto de la moto no tuvo otro sitio donde estacionar que en la acera, al lado de la hélice y de los contenedores de basura.
3)  Está claro que la acera tampoco tiene que digamos mucho mantenimiento a juzgar por el brío con el que nacen los matojos.
4)  A alguien se ocurrió colocar los contenedores justo delante de la pieza de artillería, como si no hubiera otro lugar para ubicarlo.
5)  Sin duda premeditadamente, el lumbreras de turno que ordenó colocar la papelera dijo, ahí, justo entre los dos cañones queda divina.
6)  Mira que hay sitio y formas para colocar la caja de registro y el cableado para que no desentone con la pieza de artillería, o en su defecto, bien podían haber colocado la pieza en otro sitio.
7)  Ya que las piezas se pintaron de negro, al igual que sucede con la hélice, bien podrían darle una manita de pintura. No creo que arruine el presupuesto de un ayuntamiento, o en este caso el de la Autoridad Portuaria, pues el dique forma parte de su jurisdicción.




En definitiva, la estampa es deprimente. Esto mismo sucede por toda la ciudad, rincones con encanto o de interés histórico, que se echan a perder por culpa de un contenedor o de una papelera mal ubicada, y por otros detalles discordantes con la estética del lugar. Reparo en estas cosas especialmente cuando pretendo fotografiar uno de esos lugares… encuadras y compruebas que el dichoso contenedor, la maldita papelera, la caja de registro, la moto mal aparcada, o todo a la vez, arruinan lo que podría ser una imagen atractiva.

Si los del Ayuntamiento de Cádiz quisieran trabajar en asuntos que merezcan la pena, en vez de tener, por ejemplo, un gabinete de prensa sobredimensionado que solo sirve para que unos cuantos parásitos chupen del bote, podrían crear una especie de supervisor de estética urbanística, esto es, un tipo que se dedique a patear las calles para evitar despropósitos como el de la foto, y se ocupe de distribuir el mobiliario urbano integrándolo de manera que aquello que tenga valor intrínseco por su historia o por su atractivo paisajístico, reluzca sin interferencias.

Para bien o para mal, Cádiz depende en gran medida del turismo, y no es baladí que presente una imagen lustrosa y atractiva para quienes vienen a visitarla, y por qué no, que resulte atractiva para la propia ciudadanía, aunque la gaditana no se caracterice precisamente por respetar su propio patrimonio… y que no me tiren de la lengua mis paisanos que como tire de fotos, peto la red.

Siguiendo con el ejemplo, el supervisor de marras y su equipo evitarían que los contenedores de basura y las papeleras se colocaran de cualquier forma y en cualquier lugar, lo mismo que los carteles o determinadas señales de tráfico que cumplirían la misma función colocadas quizá de otra forma. Hablar de mantener la fisonomía del casco histórico evitando hacer construcciones que desentonen con la pauta general, tampoco estaría mal, y ya puestos, prescindir de “monumentos” de última generación tipo estructuras oxidadas o de acero inoxidable que no transmiten un carajo, abortos de pájaros metálicos y demás, sobre todo si se hacen como añadidos a elementos con historia propia, como la barbaridad que hicieron con el castillo de Matrera.


JM Arroyo.

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