martes, 16 de enero de 2018

TATADIOS

Unas veces toca un gato, otras un perro y otras un bicho tan feo como este, porque los feos también tienen derecho a tener su oportunidad. Salí al balcón a recoger ropa tendida y me lo encontré en el suelo acarajotado por las bajas temperaturas. Le entré por estribor, y el teresiano, como si tuviera un radar por cabeza, la giró 90º y me miró en plan, no me fastidies cabrón.
¿A dónde vas tatadiós? Le pregunté. A dónde cojones quieres que vaya con este frío, me respondió ¿No ves que apenas me tengo en pie para rezar? Acto seguido volví a entrar en casa para coger la cámara y dar testimonio del peculiar insecto.

Aquí estoy otra vez tatadiós. De nuevo dirigió la mirada hacia mí como diciendo, está visto que, en el mejor de los casos, me vas a tocar los cojones un rato.
Hombre tatadiós, no te pongas así, solo te voy a pegar un fogonazo a bocajarro con el flash para guardar un recuerdo y después veremos qué hacemos contigo, porque no parece que estés muy cómodo en este erial de gélidas losas.



Venga va, respondió, dispara ya cojones, que estoy jiñado de frío y a este paso preferiría que me devorase una hembra aunque fuese sin las preliminares del fornicio.
Así que le pegué el fogonazo y acto seguido lo cogí con delicadeza y lo posé en las ramas del falso pimiento que hay junto al balcón, ese que como no poden pronto, acabará haciéndose un sitio en nuestro dormitorio.
Antes de decirle adiós al tatadiós, le hice otra foto encaramado en la rama, verde que te quiero verde como él. El camuflaje era tan perfecto, que por un instante perdí la referencia de donde lo coloqué. El tatadiós volvió a girar la testa 90º como diciendo vete a saber qué. Lo mismo, lejos de hacerle un favor, lo jodí más de lo que estaba, pues andaba flojo de remos, y si se precipitaba al suelo, había un gato curioso que no paraba de mirar hacia arriba. Si no era el gato, tal vez fuese la granizada que cayó poco después. Esa manía que tenemos los humanos de meternos donde no nos llaman, impidiendo que la naturaleza provea con su selección natural. Si los humanos siguiésemos esas leyes naturales, quizá no habría tanto gilipollas jodiendo la especie.



Me vino al recuerdo otro tatadiós al que libré de una muerte segura a manos de unos topógrafos, que al verlo dentro de la oficina, posado sobre un teclado de ordenador, entraron en pánico y no paraban de gritar ¡¡Matá ar bisho¡¡ ¡¡matá ar bisho!! Todo porque el pobre era feo de cojones, y su aspecto provocaba pavor. Aquello fue en la obra de la termosolar de Morón.
Lo cogí a tiempo de evitar el linchamiento, mantuve una breve conversación en idioma pawnee para pedirle disculpas en nombre de mi especie (acto que fue grabado por Néstor), y después lo liberé como al tal Willy, dejándolo al amanecer sobre un palé de material de obra. También le hice un par de fotos, un contraluz hacia el sol naciente de morolandia, donde por cierto, en invierno también hace un frío de tatadiós.


viernes, 12 de enero de 2018

EL NIÑO DE HIELO Y LOS NIÑATOS DE MANTEQUILLA.

Se llama Wang Fuman y lo han bautizado en las redes como el niño de hielo. Tiene ocho años, vive en Yunnan, en una zona fronteriza con el Tíbet, y cada día tiene que recorrer caminando más de cuatro kilómetros para llegar a su colegio rural, una hora de caminata de ida, y otra de vuelta, una caminata infernal. Ha trascendido en los medios porque su profesor le hizo una fotografía cuando llegó a su clase con síntomas de congelación, tras afrontar temperaturas de 9º bajo cero, temperaturas que son habituales en la zona.
Pero ni la distancia, ni las bajas temperaturas, ni la carencia de ropa adecuada, disuaden al pequeño para ir a estudiar. Tiene ocho años, pero tiene manos de octogenario por las reiteradas lesiones provocadas por las congelaciones. Las veo en una fotografía, las tiene apoyadas sobre un examen de matemáticas puntuado con un 99 sobre 100. Quizá, al trascender su historia, su suerte cambie para bien, aunque con esta sociedad tan proclive al efecto gaseosa, nunca se sabe.

Ahora voy a contar otra historia paralela, también de actualidad. Son tres o cuatro, no sé cómo se llaman ni tengo interés en saberlo. Subieron con un todo terreno muy guais hasta el Angliru (Asturias) para fardar de coche y de aventura. Una nevada los pilló en bragas, y pese a que estaban bien alimentados y apenas distaban cuatro kilómetros cuesta abajo de un lugar en el que podían refugiarse y comer caliente, optaron por llamar al 112 para que les “rescataran”, porque “están en su derecho”.
Son jóvenes, de manos cuidadas a base de cosmética, van a la moda. Los veo en una fotografía en la que están sentados en un coche de alta gama con asientos de cuero. Al trascender su historia, para unos han quedado como auténticos gilipollas, y para otros, tan gilipollas como ellos, han quedado como víctimas de un estado opresor en el que hay “ciudadanos de segunda” eso sí, con todo terrenos de primera. Probablemente no hayan aprendido la lección y serán gilipollas toda su vida, pero son gilipollas con suerte y con derechos.
Menudo contraste, como de la noche al día.


jueves, 11 de enero de 2018

KIT ANTI NEVADA.
No seré yo el que dé la cara por el gobierno del PP compuesto por una estirpe de incompetentes, al mismo nivel que otros gobiernos del pasado, pues con la clase política que tenemos, ya se sabe. Pero a colación del kit de marras, que ha sido objeto del cachondeo general, incluidos los medios de comunicación, tengo algo que decir.
En primer lugar, que ese choteo generalizado no hace más que recalcar el grado de ignorancia del personal, sobre todo de los medios de comunicación que plantean jocosamente dónde se meten las paletas.
Para mí no es una novedad ese kit, lo he llevado de siempre, adaptado a mis necesidades, sobre todo por razones de trabajo cuando tenía que tirar de 4x4, pero como no me ha ocupado tanto espacio como afirman estos indocumentados, lo sigo llevando en mi coche convencional adaptándolo a las circunstancias, porque es obvio que llevar cadenas en verano camino de Sevilla, es una gilipollez. Y empiezo a desglosar lo más llamativo.
La pala… llevo una, pero no es una pala de obra como la que muestran los gilipollas de los medios, es una pala plegable tipo zapapico, de las que llevan los soldados de infantería en su mochila, que apenas ocupa 20 centímetros cuadrados. ¿Una estupidez? Que se lo pegunten a más de un listillo a quienes he echado una mano, no ya en la nieve, sino por quedarse atascado en un camino de tierra a pie de playa en pleno verano. El único inconveniente es ese, que el que tiene la pala, cava.
La linterna… llevo dos, pero no es una linterna de cuatro pilas de petaca, son dos pequeñas linternas que caben en un puño cerrado pero que dan una luz del carajo.
Botiquín… llevo uno, y lo he tenido que utilizar en más de una ocasión, pero no se trata de un maletín medicalizado de los que lleva el SAMUR, evidentemente. Ocupa bien poco para lo útil que puede ser en el instante menos esperado.
Un silbato… llevo uno, qué casualidad. Ocupa lo que ocupa un silbato, nada ¿Su utilidad? No será la primera vez que alguien se sale de la carretera y acaba en un barranco fuera de la vista de los conductores, y por estar atrapado, no puede llamar la atención de ninguna de las formas. De hecho conozco un caso de un motorista que cayó a un campo de trigo y no fue encontrado hasta una semana después… muerto.
Manta… llevo un poncho liner militar, que plegado cabe en uno de los bolsillos del asiento trasero de cualquier coche, junto a los chalecos reglamentarios. Si alguien se cuestiona la utilidad de una manta en la carretera en un momento dado, es que le falta un hervor.
Gorro y guantes… tres cuartos de lo mismo. ¿Qué ocupa eso? Cuántas veces dice alguno, uy, si tuviera un gorrito. El mío va en el salpicadero.
Traje de agua… Evidentemente en agosto no lo llevo, pero en invierno he perdido la cuenta de las veces que me ha sacado de un apuro. ¿Qué ocupa plegado? Apenas nada.
Las cadenas… Lo dicho, si voy a Sevilla en verano, dudo que las meta, pero incluso cuando no nieva pueden resultar útiles.
Cable de carga para baterías… anda que no.
Caja de herramientas… pues algunas básicas no están de más, no hace falta llevar el soporte que llevan los del París Dakar.
Lo de llevar barritas energéticas, frutos secos y el agua, pues si vas a realizar un viaje largo, por qué no ¿Cuánto ocupa eso?
No se menciona un extintor, pero yo llevo uno, y una navaja multiusos, y algunas barras de luz química en la guantera… ¿Cuánto me ocupa todo eso? Lo suficientemente poco, debidamente distribuido, como para que quepan todas las maletas que se pueden llevar dentro de un coche de tipo medio, dentro de lo razonable. Así que no entiendo tanta jocosidad y me preocupa tanto ignorante suelto, de los que para salir a hacer footing, no dudan en colocarse toda suerte de aparatejos como si fuesen a la luna.
De ese listado, lo único que me parece un poco excesivo es llevar una emisora de radio, en primer lugar porque para operar con ella es necesario tener la licencia correspondiente, pues lo que faltaba ya, es que el gilipollas de turno, se pusiese a pisar los canales de emergencia en plena crisis para decir, sáquenme de aquí que estoy en el Angliru en pijama de rayas, cuatro por cuatro dieciséis, cambio.

En fin, que el que la lleva la entiende, que yo conozco a uno que llevando un 4x4, lo atascó en la playa, subió la marea y se quedó sin coche, todo porque no tenía un abrelatas y salió a buscar uno. Pero esa historia la contaré otro día.