martes, 28 de mayo de 2013



















RECORDANDO NUESTRA BODA

Una notable mayoría opta por casarse a lo grande, como estos del Rolls Royce Silver Shadow, que además de ir en un Rolls, se casaron en la Alhambra de Granada,  con dispositivo de seguridad, Magnum 45 en funda incluida. Nosotros nos casamos a lo pequeñito, sin hacer ruido, un 18 de mayo de 2007. La cosa discurrió tal que así:

El Puerto de Santa María 17-05-2007
19:00 h zulú, cinco horas menos en alguna parte.
Acabábamos de llegar de trabajar de la obra marítima de Algeciras. La boda por lo civil era al día siguiente, a primera hora de la mañana, y aún no teníamos claro qué nos íbamos a poner. Finalmente optamos por algo cómodo. Pantalón y camisa en ambos casos. De peluquería, mi amada esposa con el pelo corto, y yo al cero, para qué andarnos con tonterías. Nadie, salvo Gloria y Domingo, conocían nuestras intenciones.

Villaluenga del Rosario 18-05-2007
07:00 h
Salimos de casa, ya vestidos para la ceremonia, y con material para patear la sierra en una mochila. Lobita se hacía los últimos retoques en el coche, entre ellos, la pintura de las uñas con una destreza y precisión apabullantes, considerando que lo estaba haciendo con el coche en marcha. El vehículo nupcial, mi Montero Sport 4x4 en teoría de color negro, y digo en teoría, porque no me dio tiempo de lavarlo. Llevaba toda la polvareda y el salitre del trabajo. Ni flores, ni lacitos, ni latas atadas al parachoques…

08:30h. O por ahí.
Llegamos a Villaluenga del Rosario, una localidad ubicada en la serranía de Grazalema. Es el pueblo más pequeño de la provincia de Cádiz (471 habitantes en la época, con una densidad de 8 habitantes por kilómetro cuadrado) y el más alto topográficamente hablando, con una elevación de 858 m sobre el nivel del mar.  El Lugar perfecto para nosotros.
Llegamos con tiempo de sobra, pues la boda civil en la Casa Consistorial, estaba programada para las 10:00h local de Villaluenga y resto de la comunidad andaluza. El caso es que sentí la llamada de la naturaleza, algo por otra parte normal porque era mi hora, así que estacioné el coche en un sendero del monte que tenía a mano y aboné el terreno en una loma, con la esperanza de que surgiera un pinsapo. Por supuesto, siguiendo el procedimiento estándar para no dejar en la zona nada que no fuere biodegradable. Aliviado y aseado como es debido, dimos un pequeño paseo por la pequeña población para hacer tiempo.

LA CEREMONIA. 10:00 h.
Nos casó el entonces alcalde de la localidad, Alfonso Moscoso, del PSOE. Años más tarde, lo cazarían en la carretera triplicando la tasa de alcohol, siendo sometido a un juicio rápido. Posteriormente fue juzgado por supuestas injurias a su ex mujer. En fin, era lo que había, no todo puede ser perfecto.
El caso es que el señor Moscoso, con toda la cordialidad del mundo, las cosas como son, ofició la ceremonia, teniendo por testigos a sus dos secretarias, y como fotógrafo oficial, al jefe de la Policía Local del pueblo, jefe de sí mismo pues era el único que había. El acto duró  diez minutos escasos, después de los cuales salimos por la puerta con nuestras alianzas puestas. Unas limpiadoras que trabajaban en la entrada, gritaron entusiasmadas, viva los novios, lo cual agradecimos con sonrojo. Al parecer éramos la segunda pareja que se casaba en la historia del ayuntamiento de ese pueblo.

EL DESAYUNO. 10:15 h.
El estómago nos indicaba que era hora de desayunar, así que nos acercamos al único bar que había en el pueblo. Como no tenían máquina de café expreso, nos hicieron uno a la vieja usanza, café de pucherete. Lo acompañamos con un par de rebanadas de pan de pueblo, regado con aceite de la región, que compensó la mala calidad del café.

LA FOTO OFICIAL. 10:40 h aprox.
Nos fuimos al mirador del pueblo para hacernos la foto de marras. El fotógrafo fue la combinación de auto disparador, el trípode y mi participación para encuadrar la escena y medir la exposición.

LA NOTICIA. 10:50 h aprox.
Llegó la hora de dar la buena nueva por teléfono a la familia y a los amigos. Menuda sorpresa. Hubo de todo, risas, silencios, estupefacción, alegrías... Lo normal en estos casos. Pero al final todo fue por buen cauce y todo el mundo lo aceptó de buen grado, respetando nuestro proceder.

EL VIAJE. 11:00 h. O por ahí.
Tocó echar mano de la mochila que llevaba el material de montaña. Nos cambiamos de ropa, de calzado y nos equipamos para dar un paseo por la Sierra de Libar. El sol pegaba que era un gusto a esas horas, pero Lobita, en su línea resistente, no se quejaba y caminábamos a buen paso cruzando los Llanos del Republicano. Le regalé una amapola que encontramos por el camino, y recogimos un par de cornamentas de cabra que aún conservamos como recuerdo. Unas dos  horas después me di cuenta de que Lobita iba demasiado colorada. Había pillado una insolación. Así pues, en previsión de no quedarme viudo antes de tiempo, decidimos regresar al punto donde dejamos el coche y optamos por programar el banquete.

EL BANQUETE. 14:30 h más o menos.
Decidimos comer en un restaurante que se llamaba El Parral, ubicado en Benaocaz, una pequeña población próxima a Villaluenga. Mientras leíamos la carta, entró acompañada de su novio, una de las chicas que hicieron de testigo, y se sentaron en otra mesa. Pensamos que sería un buen detalle invitarles a la comida, así que, mientras traían la nuestra, me acerqué al cajero para sacar efectivo, pues en el restaurante fallaba el datáfono.
Conseguí el dinero, pero el puñetero cajero no me devolvió la tarjeta, así que tuve que realizar la llamada oportuna para anularla. Por lo demás, comimos estupendamente por un precio módico. Tras pagar nuestra comida y la de nuestros invitados de fortuna, emprendimos el regreso a casa.

LAS CONCLUSIONES.
Al caer la noche, nos metimos en el catre con  una insolación de tomo y lomo, pero a la vez, con una sensación deliciosamente extraña y con una sonrisa de oreja a oreja, la misma que mantenemos a día de hoy. Al lunes siguiente volvimos al trabajo como si nada, y ante la sorpresa de nuestros compañeros, dimos la buena nueva. El viaje de novios en regla lo aplazamos para más adelante, porque modestia aparte, en aquellos momentos ambos éramos imprescindibles en el trabajo.
En definitiva. Los trámites legales para el casorio los realizó Lobita sin mayores contratiempos, con la diligencia que la caracteriza, y el coste de los fastos, no superó los 60€ lo cual da una idea de lo modesto que fue el evento. Y no por eso dejó de ser el día más señalado de nuestras vidas en común, nada más lejos de eso. Fue nuestro día con mayúsculas, nuestro día en toda regla, el día que simbolizamos nuestra decisión de continuar el camino juntos. En realidad, un día que renovamos cada día, un día que sigue vigente y que adopta una resistencia granítica con el paso de los años.
Cuando vemos una boda, digamos con un Rolls, con sus flores y la pompa que rodea a los Rolls, le pregunto a Lobita ¿Te hubiera gustado más casarte así? Entonces ella sonríe de oreja a oreja, sus ojos cobran más brillo aún del que ya tienen, y tras hacer un pequeño silencio, me dice con su bonita sonrisa… no  cambiaría nuestra boda por nada del mundo.
Algunas de mis amistades, que se casaron a lo grande, me han confesado, después de su experiencia,  que les hubiera gustado hacerlo como nosotros, a lo pequeñito, pero que no tuvieron el valor suficiente. El valor de elegir en libertad, pasando de los convencionalismos y las modas, que llevan a liar demasiado las cosas, llegando a convertirlas en un suplicio. No digo que siempre sea así, por supuesto.

En cuanto a nuestro regalo de boda. ¿Acaso hay algo mejor que darnos el uno al otro? Aquí seguimos, cada día más unidos y a un módico precio. Porque lo que determina el éxito de una relación no es la pomposidad de los fastos, sino las ganas de querer a quien quieres, por los días de los días.









5 comentarios:

  1. Un saludo en estos momentos tengo poco tiempo, pero no por ello me sigo acordando de mis amigos de la blogosfera...

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  2. Felicidades por ir sumando segundos, minutos, horas......sin soltaros.

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  3. Leyendo ese relato, o mas bien diría ese diario de operaciones, he sonreído, mucho,la verdad.
    Enhorabuena por atreveros a celebrarlo a lo chiquito, yo no tube valor suficiente para ello, pero tampoco me arrepiento después de 21 años casado sigo tan ricamente.
    Un abrazo
    Pablo

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  4. Tal día como hoy y progresando más que adecuadamente. Te quiero Lobita, y esto ya no hay quien lo pueda detener.

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