Sería un buen ejercicio anotar en el dietario, o en una
simple hoja de papel, el estado en el que se encuentra el país en estos
momentos, que a bote pronto, tira a pésimo. Pasados cuatro años, o
probablemente, bastante menos, podremos ver cuánto habremos avanzado con las
políticas “progresistas” del personal que va a tomar las riendas del país.
Veremos cuánto repercutirán las iniciativas de los del tiro en la nuca, o de
los independentistas, en los intereses de la mayoría de la nación. Seguro que
lo hacen pensando en el bienestar de todos los españoles.
La singladura se me antoja muy complicada con tanto
filibustero reclamando su parte del botín, cuando apenas hay botín. Veremos qué
sucede cuando empiecen a pedir por esa boquita, y para poder pagar los apoyos a
la investidura, se lo tengan que quitar a otros. Los andaluces ya están
probando esa medicina, unos por propiciar la victoria de la derecha, y otros, pagando
justos por pecadores aunque sean de izquierdas, porque a sus amados líderes, se
la pela cuando están en juego sus intereses personales. Se dan de abrazos y se
reparten los sillones, en algunos casos para llevarse dos sueldos de ministerio
a la misma casa, que ya hay que tener arte. Y pelillos a la mar, que la pensión
vitalicia queda asegurada, mientras la del probe Manué pende de un hilo.
Además de lo anterior, también habrá que contar con la
presión de los que ya son tomados por extrema derecha en su conjunto, porque es
una etiqueta muy socorrida para arrastrar a las masas bobas que confunden ser
de izquierdas, con ser ovejas merinas. La peña cabreada de las llamadas
derechas, que incluye a todo aquel que no piense como los que se reparten los
girones del país, harán lo posible por dinamitar la gobernabilidad, y el
hemiciclo va a dejar en pañales a un circo romano de los tiempos de Julio
César.
Así que, a seguir votando, que vamos bien.
Así que, a seguir votando, que vamos bien.
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