lunes, 20 de enero de 2020


A la señora Calvo no le ha gustado el resultado del informe que encargó a la RAE, que ratifica que la Constitución está escrita de forma impecable y no precisa corrección alguna, en relación con la cantinela que se traen los “progresistas” con lo que denominan “lenguaje inclusivo”.
Con la soberbia que la caracteriza, por creerse en posesión de la superioridad moral, la señora Calvo dice que ese lenguaje está en la calle y que es imparable, y que por tanto la RAE no tiene nada que hacer al respecto. Los hijos no son de los padres, y la RAE no tiene ni puta idea sobre  letras. “E decío”.
Y ahora miro alrededor y observo a ver cuántos (y cuántas) de mis paisanos (y paisanas) se expresan en ese exasperante “lenguaje inclusivo” en su vida cotidiana, que requiere alargar de forma innecesaria y poco práctica, la comunicación entre las personas. Y eso, en tiempos en que la gente, por ahorrarse el mayor número posible de palabras, recurre a los emoticonos cuando se comunica con sus celulares.
No sé si son tontos y tontas, o maquiavélicamente listos y listas, y hacen estas gansadas para desviar nuestra atención de las cuestiones mollares. En cualquier caso, lo único que van a conseguir con este tipo gilipolleces, es darle más alas a la ultraderecha. Y eso que todavía no hemos llegado a la fase en la que las arcas del Estado empiezan a vaciarse, aumenta el paro, y se agotan las prestaciones. Ojala me equivoque, pero por lo que a mí respecta, ya me están afectando ciertas decisiones, así que no me baso en experiencias de terceros o de lo que cuentan las redes sociales.
En cualquier caso, la señora Calvo debería darse un paseo por el Mercadona y buscar dónde está el “lenguaje inclusivo” que arrasa en las calles, si en la sección de frutería, o en la pescadería.



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