lunes, 25 de noviembre de 2019


ECOLOGISTAS DE ALTO STANDING.

Greta Thunberg, o quien quiera que esté detrás, me ha abierto los ojos. Debemos dejarnos de aviones y de cruceros que contaminan como el diablo, y pasarnos a la vela, cuando se trate de viajar por el mundo. Yo pensé que lo sostenible es no viajar tanto y tan lejos, si no es estrictamente necesario, y tratar de conocer mejor lo que tenemos relativamente cerca. Pero el ejemplo que nos vende Greta mola más.
Tenemos que hacer como la familia Whitelum. Hay que comprar un velero de 600.000 euros, moco de pavo al alcance de cualquiera que tenga un trabajo temporal sostenible. Y después, a circunnavegar el globo. Mientras, que otros trabajen duro para que podamos hacerlo, adjudicándonos la autoridad moral para responsabilizarles de que el planeta se va al garete, por culpa del trabajo que desempeñan.
El señor Whitelum tuvo un par de esos trabajos sostenibles. Primero creó una empresa de telefonía móvil, un sector de lo más escrupuloso con el medio ambiente. Después dio un paso más en ese sentido, trabajando en una petrolera, una actividad respetuosa con el medio ambiente, donde las haya. Una vez se hizo con el inocuo parné, caído como maná del cielo, el avispado emprendedor, adquirió “La Vagabonde”; 19 metros de eslora, 10 de manga y dos ecológicos motores diésel de 60 HP, eso sí, que solo usan en contadas ocasiones, aunque no se especifican cuántas.
Ahora llevan una vida de lo más sostenible. Solo gastan 200 dólares a la semana en alimentos, 800 al mes. Es el gasto  normal de una familia trabajadora de tres personas en las zonas deprimidas de España. Como no les es suficiente para alimentarse, además pescan. También tienen muchos seguidores en las redes sociales, millones, cada uno con su celular correspondiente. Pero están libres de coltán y baterías de litio, celulares que no precisan de antenas de telefonía ni de satélites, y que no están afectados por la obsolescencia programada. Son celulares etéreos, creados por la mano de Buda.
Para sostener su estilo de vida, además de con los banner de las redes sociales, se financian vendiendo ropa por internet, eso sí confeccionada con materiales reciclados. Las cajas de Amazon también son de cartón reciclado, y los repartidores están reciclados. Y esas cajas no vuelan en aviones, vuelan en globos aerostáticos. Una maravilla, oiga. Además no han subido a bordo a Greta porque son influencer y youtubers, y les viene como chigre al ancla, lo han hecho por amor a la ecología, te lo juro por Snoopy.
Así que ya sabéis. Buscaros trabajos temporales sostenibles, como las telefónicas o las petroleras, donde paguen lo suficiente para ahorrar y comprarse un catamarán de la clase Outremer 45. Son seiscientos mil euros de nada. Y después, a recorrer mundo de forma sostenible, y a ganarse la vida vendiendo humo inocuo que no dañe a la atmósfera.
Llegará un día en el que todos los seres de luz del planeta tendrán un catamarán Outremer. Se fabricarán solos, sin generar residuos tóxicos en su producción espiritual. Los móviles no serán necesarios porque esos seres se comunicarán, influenciarán y fornicarán telepáticamente. Podrán degustar buenos vinos a bordo, procedentes de cepas que crecerán, sin intervención humana, en islas paradisiacas. Tampoco necesitarán varaderos acondicionados para reparar ese tipo de embarcaciones, ni las tóxicas pinturas antifouling, porque los Outremer también están tocados por la mano de Buda.
Entre tanto no sea así, quien pueda hacerse con un Outremer y dedicarse a navegar por los siete mares, que lo haga. Que trabajen otros, y los que trabajen, que asuman la responsabilidad del cambio climático.
Pobre Greta, si pudiera abrir los ojos ella. Que se diera cuenta de cómo la manipulan sus puñeteros padres y los Whitelum de la vida, esos corsarios embaucadores, ecologistas de alto standing, que viven un estilo de vida, que de generalizarse, nos llevaría a todos a la extinción. Porque, a ver quién cojones se dedicará a fabricar Outremer, o a producir las viandas necesarias para surtir la despensa, mientras nos damos un garbeo por las Mauricio.




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