martes, 3 de diciembre de 2019


HIPÓCRITAS CLIMÁTICOS.

Me hastía el asunto. Me exaspera tanta sobreactuación, tanto histrionismo, solo de cara a la galería. Me resultan de lo más frívolas estas “cumbres climáticas” promovidas por personajes que viven por encima de lo sostenible. Y las reivindicaciones de una sociedad hipócrita, que grita en las calles histriónicamente, mientras sostienen una botella de plástico en la mano, para refrescar el gaznate.
A ver qué cojones me van a inculcar personas como Nancy Pelosi, que llega a Madrid con una escolta de 24 vehículos, una señora,  que será muy anti Trump, pero que ha hecho fortuna invirtiendo en las petroleras. Qué me va a enseñar la Baronesa Thyssen sobre vida sostenible. O el caradura de Sánchez, que se va a los conciertos estivales en Falcon.
Qué me va a contar el comprometido activista Pablo Iglesias, que se jactaba de vivir en Vallecas, y ahora precisa de 2.352 m2 de parcela, y una casa de 268 m2 con piscina, enclavados en un paraje natural.
Qué me van a explicar todos esos personajes del deporte y de la “cultura” que salen en los eco-spots, echándonos una bronca por lo mal que lo estamos haciendo, cuando ellos viven de las industrias que los esponsorizan -que en su mayoría fabrican en China- y no les falta un perejil en su estilo de vida.
A ver si igualan lo nuestro. Y no lo hago porque me considere un gurú del ecologismo, pues mi cuota de culpabilidad la tengo más que asumida y no voy por la vida dando lecciones, aunque esto lo parezca.
A ver si en sus casas por las noches tienen encendidos exactamente, dos luces de bajo consumo, un ordenador y una tv, aparte del frigorífico. El ordenador no siempre está encendido, pues lo reemplazo por un libro. A ver si no encienden la calefacción en invierno y tiran de mantas. A ver si no disponen de aire acondicionado en verano, en una de las zonas más tórridas del país.
A ver desde cuándo no viajan en avión. Yo hace 10 años, y las veces que viajé, mayormente por trabajo. Jamás he hecho un crucero, ni pienso hacerlo aunque pudiera, porque odio los hoteles aunque floten. A ver qué chef de estos que ahora se las dan de ecolo-cocinillas, se las apañan para hacer, como hace Lobita, tortillitas de camarones sin camarones, si aprovechan las sobras sistemáticamente.
A ver cuántos de estos bocachanclas recorren 100 metros a pie para tirar los plásticos en el contenedor correspondiente, y de paso, recogen la mierda que tiran vecinos insolidarios ¿La baronesa Thyssen?
Las naranjas las exprimimos a mano, no nos hace falta un exprimidor eléctrico, ni fabricar una bicicleta exprimidora de cítricos, como la que han expuesto en la cumbre. Y ya que hablamos de bicicleta, la mía tiene 17 años.
Mi “nuevo” celular tiene dos años. Un amigo lo tenía arrumbado en un cajón y me lo pasó, y yo le he devuelto la utilidad durante el tiempo que me dejen las putas actualizaciones o la batería. El anterior, también de segunda mano, me duró 5 años, pese a las bromas de quienes me decían que cambiara de celular, porque no podía visualizar no sé qué video o emotipollas.
A ver quiénes de estos concienciadores nos iguala ¿Los colegas de Greta Thumberg quizá?
Podría seguir, pero no voy a gastar más recursos. Solo decir que si los promotores de la cumbre tienen que hacer algo, que lo hagan por videoconferencia, y que se apliquen el cuento. Queda muy enfático echarle la culpa a la humanidad, como si quienes nos conminan a cambiar de estilo de vida, fueran de otro planeta y se alimentaran de dióxido de carbono, para reconvertirlo en oxígeno.
Me cabrea que derrochen recursos en una cumbre de opereta, pudiendo emplearse de modo más efectivo. Me raya que Madrid se pinte con luces verdes como “un guiño a la naturaleza”  a costa de gastar energía y contaminar la oscuridad de la noche, en vez de cambiar hormigón armado, por arboleda y jardines.  
Que os den, hipócritas climáticos, y si las cosas se ponen jodidas para la humanidad y para otras especies, que se adapten o que se mueran, incluido yo. A fin de cuentas siempre ha sido una de las reglas fundamentales de la dinámica universal, adaptarse o morir, y si la humanidad no es capaz de hacerlo, sobramos en el juego.


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