jueves, 5 de diciembre de 2019



LOS ÚLTIMOS DE CAMPOSOTO.

Estas caricaturas las hice en 1992, cuando trabajaba en una empresa, cuyo nombre me reservo, dedicada a trabajos de topografía e hidrografía. Fue fundada por tres militares, por entonces ya retirados, que estuvieron destinados en el Instituto Hidrográfico de la Marina de Cádiz, dos capitanes de navío y  un coronel de infantería de marina. Los dibujos eran de esos que hacía en la oficina cuando estábamos relajados, para echarnos unas risas sobre las cosas que nos pasaban en el trabajo.
Estos dos dibujos iban sobre un incidente que tuvimos en el polígono de tiro de Camposoto, antes de que la playa homónima se desafectara y pasara a abrirse al público. El levantamiento topográfico que estábamos haciendo, era precisamente para la recalificación del terreno municipal del término de San Fernando.
Por aquellas fechas, finales de septiembre del 92, los del ejército de tierra estaban de prácticas de tiro con artillería. Disparaban desde el Polígono de Experiencias Costa Costilla, sito en Torregorda (T.M. de_San Fernando – Cádiz). Los disparos se realizaban al mar, pero no perpendicularmente a la costa, sino casi paralelos a la playa, impactando a escasos 30 metros de la orilla.
Teníamos que trabajar por la zona, y obviamente, había que programarlo para cuando no hubiera tiro. Fue el coronel retirado, cuyo nombre prefiero omitir, el que se encargó de gestionar el asunto de las fechas y los horarios, poniéndose en contacto con el responsable al mando del polígono de tiro. El coronel se dispersó con sus absurdas divagaciones por las que era tristemente  célebre, y anotó las fechas y las horas de aquella manera. La cuestión es que nos dijo que para el día tal, por la mañana, no había previstas prácticas de tiro, y allá que fuimos.
El equipo de trabajo para esa ocasión, estaba compuesto por uno de los capitanes de navío retirado, cuyo nombre también omito, que tuvo el cargo de subdirector del  referido Instituto Hidrográfico de la Marina. Era un marino de guerra peculiar. Como se mareaba en los barcos, se decantó por la topografía, y era con el que yo solía trabajar cuando se trataba de trabajos en tierra firme, y lo cierto es que formábamos un buen equipo. El otro componente era un auxiliar de topografía que trabajaba con nosotros eventualmente, buen chaval pero algo amilanado y asustadizo. El tercero en discordia era el que suscribe.
El caso es que entramos en la playa con el Nissan Patrol corto, motor Ebro, por el acceso de Camposoto, y nos dirigimos hacia el sur, a la Punta del Boquerón, frente a Sancti Petri. Sobre un bunker que había allí, se estacionó el marino topógrafo con el teodolito para, desde aquel lugar, hacer un traslado de estación a dos puntos que teníamos que señalar, uno a unos 500 metros al norte de su posición, y otro a unos 1000, también al norte.
Mi compañero y yo nos dirigimos con el Nissan hacia esos puntos, para ubicarnos con los prismas sobre los que mediría el topógrafo con el teodolito Leica. El punto que estaba a 500 metros, se encontraba sobre otro bunker al que había que trepar, nada del otro mundo. Pero como dije al principio, mi auxiliar era un poco cagoncete. Que si eso está muy alto, que si me voy a caer, que te subas cojones, que si caes, caes en blando… En fin, lo disuadí y logré que subiera, no sin emplearme a fondo para ayudarle a trepar, pues andaba un poco pasado de peso, aunque con el tiempo y el trabajo duro, se puso hecho un figurín.
A continuación me trasladé con el Nissan, otros 500 metros más al norte, para posicionarme en el otro punto a medir. Una vez me ubiqué, di por el walkie el listo para medir al  topógrafo, y prevení también a mi compañero. En éstas, cuando estaba concentrado en mantener en el centro, el nivel de burbuja del jalón, escuché hacia el norte dos sonidos sordos consecutivos que me resultaron familiares… bum bum… Al poco un silbido muy peculiar… ziiiiiiiuuu… Y continuación dos piques de agua a escasos 80 metros de donde yo estaba. Las columnas se elevaron como 15 metros, pese a que eran proyectiles inertes.
Madrepariós, los pistolos abrieron fuego artillero, el gilipollas del coronel nos metió en una encerrona. Avisé por el walkie al capitán de navío, que no daba crédito. Que si eso cómo va a ser, que si el coronel la ha vuelto a cagar, que si cochino el último, a salir por patas. Mi compañero, que estaba también a la escucha, se dio por enterado, y saltó sin pensárselo dos veces desde lo alto del búnker al que tanto le costó subir. ¡Corre!¡Corre! ¡Recógeme!  me decía el pobre por el walkie, con voz temblona.
Bum bum… ziiiiiiuuu… otras dos andanadas. Pardiez. La cosa se ponía divertida. Me subí al Nissan, y fui a por mi compañero y a por el capitán de navío para sacarlos de allí, aunque donde estaban era más seguro estar, que donde estaba yo. Una vez a bordo del vehículo, tiramos hacia el norte, único lugar por el que podíamos salir, pues al sur, el Caño de Sancti Petri nos cortaba el paso. Bum bum… ziiiiiiuuuu… Me cago en la leche decía el capitán de navío, mientras mi compi balbuceaba algo así como, no no no…
Debo reconocer que aquella situación me divertía, a fin de cuentas, estaba hasta los cojones de hacer ejercicios tácticos con fuego real cuando pasé por el TEAR. Pero el caso era, que los pistolos del ET no estaban al tanto de nuestra presencia, ni tenían visión directa sobre nosotros, pues estábamos al otro lado de las dunas. Nos podían haber cepillado si se hubieran desviado un par de grados hacia tierra.
Por suerte, salimos de allí sin mayores problemas. Paramos junto al puesto de mando de las instalaciones, para ver qué cojones había pasado. Después, cuando llegamos a nuestra oficina en Cádiz, el capitán de navío se encerró en su despacho con su socio el coronel, y a partir de ahí gritos, carpetazos, cago en Neptuno y su descendencia, eres gilipollas Carlitos, etc...
El resto de los integrantes de la oficina técnica nos desternillamos de risa, a la vez que di buena cuenta de lo sucedido con las caricaturas. En la del Nissan, el capitán de navío X de copiloto, el pobre de mi compañero con carita de espanto, y el que suscribe, conduciendo. Lo del destrozo del coche, evidentemente, una exageración, aunque pudo haber pasado en cierta manera.
En la otra caricatura, otra situación kafkiana en la que incorporé la cabeza del coronel volando por los aires, aunque él no estuvo en el escenario de los hechos. El que corre al fondo es el capitán de navío con su trípode, y los otros dos… pues eso.


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