AIDA BLU… Cruceros de pacotilla.
No me gustan
nada estos cruceros acristalados, menos si los pintan de payaso. No los veo
nada marineros, ni majestuosos como lo es el Queen Helizabeth, de la
prestigiosa Cunard, con su proa alta y su casco pintado de negro. Todo lo
contrario, estos tiestos destartalados parecen apartamentos flotantes en vez de
buques, y con tanto cristal luego pasa lo que pasa. Si no, que se lo pregunten
al pasaje del Louis Majesty, al que una de esas series de olas cortas con mala
leche de las que gasta el Mediterráneo, abofeteó la proa del crucero
destrozando la cristalera y acabando con la vida de dos pasajeros.
Hablaban de una ola gigante de ocho a diez metros… pero que no me toquen las cornamusas, que las olas con las que se bandean los bacaladeros en Terranova los días que hace bueno son de veinte metros y no pasa nada.
No es la primera vez que la mar juguetea con barcos de este tipo y se forma un zipi zape en el casino del barco, o en la pista de baile, pajaritos por allí, pajaritos por acá, volando la banda de música y los animadores entre guiris echando la pota, pero así es la mar, tan bella como cabrona.
Cuando pasa
eso lo fácil es echarle la culpa al capitán… oiga, que el barco se mueve mucho,
que en mi balcón salpica el agua y las fichas del BlackJack o como cojones se
llame el juego de mesa, han salido rodando.
Pues miren, el que se adentra en la mar se expone a eso, y si encima lo hace a bordo de un bloque de pisos con piscina comunitaria, pues peor todavía. Ni previsión meteorológica ni leches, cuando a la mar le da el punto, se menea.
Pues miren, el que se adentra en la mar se expone a eso, y si encima lo hace a bordo de un bloque de pisos con piscina comunitaria, pues peor todavía. Ni previsión meteorológica ni leches, cuando a la mar le da el punto, se menea.
Aquí tenemos
al Aida Blue atracado en Cádiz con esa
boquita y esos colorines, con esos guiris de piel rosada ataviados con la bata
de la naviera, asomados en la balconada
del crucero… Qué se puede esperar que pase con esta especie de vitrinas
flotantes en el Mediterráneo, y no digo ya en el señor Atlántico, con la mala
leche que gasta estos días…
Hasta el
término crucero se ha echado a perder. Antaño, a los buques de pasaje se les
llamaba trasatlánticos, o paquebotes, y los cruceros eran poderosos buques de
guerra erizados de cañones. Ahora los cruceros son una mariconada en las que a
las cubiertas se les llama pisos y a los camarotes, habitaciones… una pena,
hasta la náutica se está yendo al carajo.
Nunca he ido de "crucero" pero después de tu comentario me quedo en tierra, a mi me gusta más El Luisma que Aida, un saludo desde tierra firme...
ResponderEliminarRealmente una mariconada. Nada que ver con los mascarones de proa de los antiguos galeones o los arietes de los trirremes fenicios y romanos. Así es facil creerse que el crucero es por Disneylandia.
ResponderEliminarDonde está la elegancia de los antiguos trastlánticos? esos comedores elegantes de la época victoriana y con esas enormes cubiertas de paseo. Ahora son simplemente hoteles donde quien manda es el director general de hotel y no el capitán. Por no hablar de los turistas con chanclas, pantalones cortos y gafas de sol con cámaras de fotografiar. No te cuento si encima están los famosos buffets, que se parecen a los auto-crills de la carretera con el sirvase usted mismo comida de mala calidad.
ResponderEliminar