PERRITOS ASENTIDORES.
No deja de sorprenderme. Me refiero a la cantidad de
personas que idolatran a otras. Podría entenderlo en algunos casos
excepcionales, aunque no lo compartiría, pues una cosa es admirar la labor de
alguien y otra idolatrarlo, lo que implica reconocerse como un ser inferior.
Pero los casos que más me llaman la atención son los
relacionados con la clase política, la mezquina, pues no me refiero a un Luther
King o a un Mandela. Me refiero a los Casado, a los Sánchez, a los Rivera, a
los Iglesias, a los Abascal, a los Puigdemont…
Ahí están, rodeados de una cohorte de asentidores que acuden
sus mítines dispuestos a escuchar unas premisas preestablecidas que se saben de
memoria como buenos discípulos adoctrinados, y a regalar aplausos y vítores a
sus líderes, mirándoles absortos como si fueran apariciones marianas, con la
baba cayéndoseles por las comisuras, moviendo la cabecita como esas figuras de
perritos que se llevaban en los 70 en la bandeja trasera de los coches.
Me sorprende que en el siglo XXI, en la era tecnológica, en
la que el conocimiento puede estar al alcance de cualquiera, sigan
produciéndose estos fenómenos, masas de
personas que quedan absortas frente a charlatanes que venden curas milagrosas.
En fin, que cada palo aguante su vela.
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