BUENISMO POLÍTICO.
Sin señalar a ningún partido,
porque ya somos mayorcitos para saber por dónde voy, el “buenismo” político consiste
en tomar decisiones abogando por la paciencia de aquellos que cumplen con las
leyes, y contando con la buena fe de aquellos que se las saltan a la torera.
El resultado de esa política
pusilánime, que más que contentar a los primeros -los que cumplen la ley-
procura no cabrear a los segundos -los que se la saltan a la torera- es que, como
estos últimos carecen de escrúpulos, destrozándolo todo si se les replica, los
que salen perdiendo son los que aguantan con resignada paciencia, cumpliendo
con las normas.
Pero incluso el buey más manso
tiene un límite de resistencia frente a la injusticia. He conocido a resignados
sufridores, que tras acumular vapor en las calderas, sin darle salida por las
válvulas de escape por no molestar, estallaron súbitamente, repartiendo
metralla a diestro y siniestro.
Peligrosa política esa del “buenismo”,
que da alas a los que carecen de buena fe, y hacen que la pierdan quienes aún
la tienen, lo que finalmente dará origen al caos.
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