jueves, 13 de junio de 2019


PECECILLOS DE PLATA.

La lepisma saccharina, popularmente conocida como pececillo de plata, es un insecto que me resulta entrañable por su relación con los libros. Los imagino correteando entre relatos de ficción, relatos históricos, biografías, poemas, mapamundis, manuales técnicos, comics… mientras se alimentan del almidón que contienen los encolados y el papel viejo de los libros. Hoy descubrí uno enrome, como de un metro y medio sin exagerar, agazapado bajo el tomo II del diccionario de la RAE, el de la H-Z donde se encuentra la L de lepisma y la P de pez. Lo que deben saber esos insectos.
También habitan los cuadros, así que deduzco que les debe gustar el arte pictórico, y ahora que lo pienso, encuentro sentido al hecho de que un pececillo de plata se oculte en una rendija del tabique de la bañera a pesar de que no hay cuadros ni libros, aunque sí silicona para alimentarse. Seguramente esperará expectante, la aparición de la maja desnuda que cada jornada se acicala, coqueta y pulcra ella, ante el espejo.
Pero la lepisma de la bañera huye despavorida cuando irrumpo yo, sobre todo cuando mi irrupción va pareja a una alerta química por CH4, y es que resulta que mi llamada de la naturaleza suele ser de lo más volátil. En esos casos incluso huye despavorida la maja desnuda, y a veces tienen que cortar el tráfico aéreo hacia la base de Rota, por acumulación de metano en la zona. Sajeraos que son la maja, el pececillo de plata y los de la base aeronaval, que declaran un NBQ por menos que suena un cuesco.
Pero volviendo a los pececillos de plata, los veo y les respeto su espacio a pesar de lo feos que son. Puede que devoren los libros, pero lo hacen de forma sostenible y con estilo. Les dan un preciso toque de envejecido que los hace más interesantes, pues aunque el olor y el tacto de un libro nuevo también tienen su cosa, me atrae más el ligero aroma a moho de los viejos,  y el tacto ligeramente áspero de las hojas amarillentas. Estoy seguro de que algo tienen que ver los pececillos plateados en ese proceso de cura, pues los libros son como los buenos vinos, ganan con el paso del tiempo.



   

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