PECECILLOS DE PLATA.
La lepisma saccharina,
popularmente conocida como pececillo de plata, es un insecto que me resulta
entrañable por su relación con los libros. Los imagino correteando entre
relatos de ficción, relatos históricos, biografías, poemas, mapamundis, manuales
técnicos, comics… mientras se alimentan del almidón que contienen los encolados
y el papel viejo de los libros. Hoy descubrí uno enrome, como de un metro y
medio sin exagerar, agazapado bajo el tomo II del diccionario de la RAE, el de
la H-Z donde se encuentra la L de lepisma y la P de pez. Lo que deben saber
esos insectos.
También habitan los cuadros, así
que deduzco que les debe gustar el arte pictórico, y ahora que lo pienso,
encuentro sentido al hecho de que un pececillo de plata se oculte en una
rendija del tabique de la bañera a pesar de que no hay cuadros ni libros,
aunque sí silicona para alimentarse. Seguramente esperará expectante, la
aparición de la maja desnuda que cada jornada se acicala, coqueta y pulcra ella,
ante el espejo.
Pero la lepisma de la bañera huye
despavorida cuando irrumpo yo, sobre todo cuando mi irrupción va pareja a una
alerta química por CH4, y es que resulta que mi llamada de la naturaleza suele
ser de lo más volátil. En esos casos incluso huye despavorida la maja desnuda,
y a veces tienen que cortar el tráfico aéreo hacia la base de Rota, por
acumulación de metano en la zona. Sajeraos que son la maja, el pececillo de
plata y los de la base aeronaval, que declaran un NBQ por menos que suena un
cuesco.
Pero volviendo a los pececillos
de plata, los veo y les respeto su espacio a pesar de lo feos que son. Puede
que devoren los libros, pero lo hacen de forma sostenible y con estilo. Les dan
un preciso toque de envejecido que los hace más interesantes, pues aunque el
olor y el tacto de un libro nuevo también tienen su cosa, me atrae más el ligero
aroma a moho de los viejos, y el tacto
ligeramente áspero de las hojas amarillentas. Estoy seguro de que algo tienen que
ver los pececillos plateados en ese proceso de cura, pues los libros son como
los buenos vinos, ganan con el paso del tiempo.
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