lunes, 10 de junio de 2019


CARRIL PERRO.

Debo ser de los pocos gilipollas que utilizan el carril bici cuando circulo en bici, pero a veces me siento confuso. Hoy he tenido uno de esos días.
La primera confusión la tuve por una cuestión de colores. En Cádiz o en El Puerto, el carril bici está pintado de verde, pero en Puerto Real, por la zona de la Universidad, está pintado de rojo. El carril verde, que discurre paralelo al carril rojo, está destinado a los peatones, pero la duda la solventé con la señalética que lleva impresa el carril bici, aunque eso no quita que la gente circule por donde le sale de los lereles, lo que implica tener que pasar de un carril a otro cada dos por tres y al final ya no sabes por qué carril estás circulando.
Otra confusión la tuve al cruzarme con un tipo que también circulaba en bici en sentido contrario. Iba justo por el centro del carril en rumbo de colisión conmigo, y si no me aparto del puto carril, se hubiera pegado de morros conmigo a pesar de que yo iba pegado a mí derecha. En un primer instante me dije, lo mismo es un carril bici de sentido único y voy contra mano, pero cuando vi la cara que tenía el gilipollas, algo así como la de Steve Urkel pero en blanco, comprendí que se trataba de un problema de circulación de las neuronas del sujeto, y que a buen seguro, de haber colisionado conmigo, habría dicho aquello de ¿He sido yo?
Pero la confusión más llamativa la tuve en el paseo marítimo de Puerto Real en su tramo occidental. Allí el carril bici, de un par de metros de anchura, ni es verde ni es rojo, solo está delimitado por unas líneas discontinuas amarillas, trazadas sobre un acerado de unos 10 metros de ancho que permite discurrir sin problemas a transeúntes y ciclistas… al menos en teoría.
El paseo en cuestión estaba prácticamente vacío, apenas cuatro personas y otro ciclista aparte de mí, que dejé atrás. En estas observé que una mujer de mediana edad y de cierta estatura, caminaba por fuera del carril bici en sentido contrario al mío. Hasta ahí, bien. El problema era que llevaba un perro sujeto por una correa extensible, le había dado como cinco metros de carrete al perro, y éste circulaba justo por el centro del carril bici, abarcando la tipa y el perro más de la mitad del paseo. Pensé, ya recogerá carrete, pero cuando le vi el careto a la tipa, mirándome con cara de mala hostia como si yo fuese un violador en serie, tuve claro que no iba a ceder un ápice y realicé una maniobra de evasión para abandonar el carril, evitar el atropello, y una posible discusión, que tal y como están las cosas, para nada me convenía. No era plan de vérmelas con una animalista empoderada o algo por el estilo.
Más adelante me encontré a un tipo que charlaba con otro, ambos fuera del carril bici, pero el primero tenía un perro, también sujeto por una correa kilométrica, que estaba sentado en mitad del carril. El dueño del perro tampoco hizo ademán de apartar al perro porque conversaba animosamente con la otra persona, y como no tenía ojos en la espalda, no me vio venir, aunque también tengo mis dudas de que se hubiese apartado.
Con todo, una sombra de duda  me embargó ¿Será un carril perro y voy jodiendo la marrana con la puta bicicleta? El caso es que ya no sé a qué atenerme, creo que voy a buscar tutoriales sobre el uso de los carriles bici, porque visto lo visto, se me antoja complejo. Quizá el problema esté en que me empeño en hacer las cosas bien y procuro cumplir con las normas, y me temo que eso no es factible en el país de porque yo lo valgo, y mucho menos en el sur del sur de ese país.

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