martes, 18 de junio de 2019


EL PELUCHE

Nos detuvimos en un semáforo y Lobita me dijo, mira a estribor. Apoyados en el muro del puerto de Cádiz, allá por Canalejas, un chico y una chica de veinte y pocos. El chaval hablaba por teléfono, sujetándolo con la mano diestra. Con el brazo izquierdo sujetaba un peluche más grande que él, una especie de unicornio de color rosa con mechones lilas hasta donde pude observar.
La chica, sentada sobre una rodilla del chico, se empleaba a fondo en hacerle carantoñas… No, al chico no, al peluche. Diríase que el peluche era un ser vivo a juzgar por los mimos que estaba recibiendo. Para mí que constituían un triángulo interespecie, sujetos a la dinámica del poli amor, en el que el unicornio era el macho Alfa, o la hembra Beta, vete a saber.
¡¡Tuuuuuuuttt!! ¡¡Tuuuuuuuttt!!! El semáforo se puso en verde y el de atrás tenía poca paciencia, pero tuve que asumir mi cuajo y hacerle una señal de disculpa con la mano. Cuando eché un vistazo al retrovisor, vi la cara de idiota que se me quedó después de contemplar la escena del unicornio. Me hizo perder la noción del tiempo y del lugar en el que me encontraba. Nos vamos al carajo.


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