miércoles, 16 de mayo de 2012

EL DESPROPÓSITO DE LAS RUTAS MARCADAS Y LO QUE QUEDA DEL MOLINO DEL CANTO


Lo que ahora llaman la ruta de los molinos, está localizada en una zona llamada Patriste (o Patrite) a unos 5 km al este de Alcalá de los Gazules (Provincia de Cádiz – España) dentro de lo que actualmente se considera Parque de los Alcornocales. Hace como 32 años solía venir de acampada con mis amigos por esta zona, cuando apenas era conocida salvo por los lugareños y los muy amantes de la naturaleza. Estos molinos hidráulicos ya no se utilizaban pero se conservaban muy bien, y algunas de sus puertas estaban abiertas, de manera que cuando las condiciones meteorológicas eran muy malas, solíamos refugiarnos en ellos, entre otras cosas porque estaban provistos de chimeneas.

Nunca hicimos la clásica pintada de Pepito y Juanito pasaron por aquí, nunca dejamos una lata tirada en el suelo, nunca forzamos las puertas de los molinos que estaban cerradas, y año tras año, durante los casi 10 que anduvimos merodeando por allí, aquellos molinos se conservaron perfectamente.

Un día asfaltaron la carretera que conducía hasta las inmediaciones del sendero de los molinos, construyeron un camping en las inmediaciones, y la Junta de Andalucía colocó un cartel enorme en el que se lee “La ruta de los molinos” señalizando las veredas para llegar a los mismos. Un fin de semana me dio por ir para echar un vistazo y mostrar a mi familia los lugares en los que forjé la amistad con mis amigos de toda la vida, y lo que encontré me rompió el alma.


La puta carretera asfaltada, que muere justo al lado de la cancela donde empiezan los senderos, estaba atestada de vehículos, muchos de ellos con chavales con la música a toda leche y borrachos como cubas, un botellón rural promovido por los niñatos del vecino pueblo, una plaga que se extiende por todos los rincones del planeta. Ya de mala leche, continué a pie con mi hija Gloria y con mi mujer, siguiendo el sendero señalizado por la dichosa Junta de Andalucía, temiéndome lo peor. De entrada, para evitar intrusiones a determinadas zonas, alambraron áreas que conocí libres al tránsito y que se conservaron sin necesidad de vallas. Cuando llegamos al primer molino, siguiendo un rastro de botellas, latas y plásticos desperdigados por el sendero, descubrí que estaba completamente derruido. Se trataba del Molino de los Partidores. La única imagen que conservo de aquel molino es un dibujo que hice hace muchos años de aquel lugar y que muestro aquí, un dibujo del alzado y la planta con sus características y acotaciones.

Ya de muy mala hostia, continuamos caminando hasta llegar al molino del Canto, que es lo que podéis ver en la foto de arriba, o mejor dicho, lo que queda del molino. Destrozado, sucio, y con las clásicas pintaditas del cabrón de Pepito y de Juanito, que querían dejar constancia de su paso por este lugar a pesar de que son unos mamarrachos…
Y allí sigue ese cartel enorme, verde fosforito, de la Junta de los cojones “La Ruta de los Molinos” de la que solo queda el cartel, la señalización y la mierda que dejaron unos insensibles para llegar, ver y destrozar…

Hay quien defiende que esos lugares hay que darlos a conocer, que hay que crear talleres y aulas para explicar al urbanita que existen esas cosas y que, para que se sientan como en su casa, hay que plagar la zona de carteles con el fin de que no se pierdan, para que sepan lo que ven y por dónde van, carreteras que lo acerquen lo más posible y que no se cansen andando, y un camping, y una venta, todo muy sostenible. Y aún así, siendo ya todo lo anterior una aberración, aparecen los golfos, las jaurías de guarros, que llegan cómodamente a la zona para arrasar, para ensuciar, para alterar la paz y el equilibrio natural de la zona, todo auspiciado por los organismos oficiales que contemplan el asunto como una manera de hacer negocio, no más.

Qué queréis que os diga… hace 32 años no había carteles indicadores, ni carretera asfaltada. Para llegar al sendero había que patearse 12 km a pie, con la mochila a cuestas y localizando las zonas a base de planos y de explorar, bebíamos agua del Río del Montero y durante los secos veranos, de los manantiales que resistían el crudo estivo, manantiales que conocíamos a base de mucho explorar y pasar sed. Tenía que gustarte mucho, y si te gustaba era porque amabas la naturaleza y la respetabas, y pensabas que querías regresar al lugar de nuevo y encontrarlo virgen una vez más, y por esa razón los molinos seguían en pie, los senderos estaban impolutos y se respiraba algo diferente de los lugares de donde proveníamos, aire puro y paz.

2 comentarios:

  1. Entrada de editorial de periódico, que pena y que real todo lo que cuentas en ella, en cuantos lugares ha pasado eso que relatas, progreso no es sinónimo de destrucción, un triste y rabioso saludo.

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  2. Por un lado está muy bien que nos enseñen los caminos pero tendrían que especificar :Prohibido a los vándalos.

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