miércoles, 30 de mayo de 2012

LA JULIA - I PARTE


Esta casa es conocida como La Julia, aunque en algunos planos topográficos figura como casa de San Lorenzo, que está localizada al NW del Término Municipal de Rota, ya próximo al de Chipiona, latitud 36º 41 636’ N longitud 6º 23 470’ W. He podido leer en alguna parte que había sido la casa del guarda de lo que fue coto de caza de Torrebreva, pero hay otra historia sobre la que he oído hablar y que no he podido confirmar documentalmente, aunque sí he encontrado información que podría dar alguna credibilidad a esa historia.
Ciñéndome en primer lugar a los datos que he podido constatar, contaré que aquellos terrenos pertenecieron Antonio de Orleans, Duque de Montpensier, que encandilado por Sanlúcar de Barrameda, acabó afincándose en estas tierras hasta el día de su muerte. ¿Qué cómo llegó hasta aquí? Os contaré un poco de su historia, resumiendo para no aburrir.


El padre del Duque era Luís Felipe I, el que fue el último rey que tuvo Francia. En 1848 se vio abocado a abdicar y a salir por patas avec la famille porque los de la revolución volvieron a la carga y para entonces ya tenían una destreza tremenda con la maquinita de Monsieur Guillotin, que paradójicamente era contrario a la pena de muerte, de manera que el rey no estaba dispuesto a dar pretextos para que le rebanaran el cuello y se quitó de en medio facilitando el advenimiento de la II República.

Por tanto su hijo Antonio empezó su periplo forzoso con su padre yendo a parar primero a Inglaterra para después pasar a España, instalándose en principio en Sevilla con la que fuera su esposa Luisa Fernanda. Más tarde visitarían Cádiz, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda, población por la que se quedó prendado, estableciendo su residencia en el Palacio de Orleans y Borbón cuando corría el año 1852.

En 1860 compró el coto de caza de Torrebreva, que convertiría en viñedos, actividad a la que se dedican en la actualidad dichos terrenos. Después de esto, Antonio experimentó el destierro por causas que se salen del tiesto que nos ocupa, así que saltamos ese episodio y pasamos a la parte en la que el Duque regresa a tierras sanluqueñas, pero eso será en la siguiente entrega por no saturar con tanto dato.

LA JULIA - II PARTE.


Como contaba anteriormente, Antonio de Orleans fue desterrado por razones varias que no vienen al caso, y no pudo regresar a España hasta pasados varios años. Corría el año 1876 cuando el Infante regresó a sus tierras de Torrebreva, muriendo en ellas el 4 de febrero de 1890 a casusa de una apoplejía, siendo enterrado en un lugar próximo a La Julia conocido como Corro del Piñón y que en algunos planos de topografía señalan como El Palacio, aunque la toponimia que aparece en los planos no es una ciencia exacta.

Conocí en el lugar, los restos de una casa y una cruz que estaba emplazada entre unos árboles (de los pocos que hay por la zona) que señalaba el lugar del enterramiento, aunque sus restos fueron trasladados al Panteón de Infantes del Monasterio de san Lorenzo del Escorial. Actualmente, la pista forestal que daba acceso a ese lugar ha quedado confinada entre unos invernaderos y no sé si es posible acceder, mas, en cualquier caso, aquello perdió su encanto al quedar rodeado de un mar de plásticos, los maltitos cultivos modernos.

Y es ahora cuando viene la historia que he escuchado de boca de otras personas pero que no he podido constatar. Contaban que Antonio de Orleans tenía una amante que se llamaba Julia, y mandó construir una pequeña casa para ella cuyos restos veis en la imagen. Se habla de la casa del guarda, pero no parece lógico que el Infante encargara la construcción de una casa para el guarda al arquitecto de los Duques de Montpensier, el sevillano Juan Talavera de la Vega, el mismo que diseñó el Palacio de Sanlúcar, o el conocido Costurero de la Reina, en Sevilla. La Julia creo que es de estilo neo-mudéjar, el mismo estilo de los edificios reseñados, así que es posible que fuera un presente para la amante y que con el tiempo acabara siendo la casa del guarda.

Concluyendo, en la realeza lo de tener amantes y soportar astas en la cabeza, ya fueran de toro o de alce, era habitual e incluso consentido, así que no me extrañaría nada que la historia tuviera visos de realidad, y que la apoplejía del señor Duque se hubiera debido a un esfuerzo excesivo durante una sesión de fornicio con la tal Julia.
Con el paso del tiempo… Bueno, eso ya lo cuento en la siguiente foto.

LA JULIA – EPÍLOGO


Descubrí esta casa durante el tiempo que viví en Chipiona. Solía recorrer aquellos campos con la bicicleta para ejercitarme y escapar de mis desdichas, y era raro que no me detuviera en aquel lugar apartado y con hermosas vistas al mar, que ya se jodieron con la construcción de la zona residencian de Costa Ballena. Me gustaba detenerme unos minutos en aquel lugar e imaginar que era propietario de la Julia… evidentemente me refiero a la casa. Sería un lugar perfecto para mí, apartado del mundanal ruido, con el horizonte, al menos entonces, totalmente despejado.

Los atardeceres allí son espectaculares, y el emplazamiento es perfecto. La casa se identifica rápidamente desde lejos por su distintiva torreta y no pasa inadvertida a las miradas curiosas. Ya la conocí en mal estado, pero no tan mal como ahora.
Supongo que cuando el Duque murió, a Julia se le acabaría el chollo, pues es de suponer que además de la casita, el Duque le daría una asignación, pero no creo que la señora esposa del Duque, Doña Luisa Fernanda, consintiera mantener, además de su cornamenta, el sueldo de la mantenida, así que Julia acabaría marchándose a saber dónde, ocupando su lugar el guarda.

Cuando dejó de haber guarda, se jodió el invento para la casa que empezaría a deteriorarse por las razones por las que se deterioran las casas, esto es, la falta de mantenimiento, las condiciones ambientales y el gamberrismo. El campo es un lugar magnífico para defecar, una mierda en el campo no está fuera de lugar, es materia orgánica que acaba regenerando la tierra, pero a los que les daba el apretón optaban por cagarse dentro de la casa, desbaratando la posibilidad de ser utilizada como un refugio acogedor para el paseante en caso de un aguacero. A otros les daba por pintar las paredes, o por pincharse, o por fornicar como cerdos, no por el hecho de hacerlo, sino por elegir un lugar tan insalubre. Algunas veces el interior se llenaba de basura con restos de comida y envases de plástico, episodios que solían coincidir con las campañas de recogida agrícola. Incluso el pozo que tenía la casa quedó cegado por la basura y alguna vez fue tumba de algún pobre galgo asesinado por el hijo de puta de turno.

Triste destino el de la Julia, lejos de conservarse como debiera, ha sido víctima de los tiempos que corren, o mejor dicho, de la gentuza que pasa por el lugar, porque los muros que cayeron fueron tirados a patadas y la basura no la generan las inclemencias meteorológicas ni los animalitos del campo. Si aún se conservan algunos muros y esa torreta, será por puro milagro, o quizá porque el fantasma de Julia realiza cada noche como puede, labores de mantenimiento para que su memoria no caiga en el olvido, al menos del todo. Pobre Julia.





2 comentarios:

  1. Que buen estudio has hecho de La Julia, siempre me gustado el edificio y siempre que paso por allí suelo pararme para apreciarlo, espero que tenga buenos recuerdos de tu estancia en Chipiona, un saludo.

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  2. En Chipiona hay un bar en una calle céntrica que se llama La Julia y tiene un gran cuadro de la casa. En las puertas, dibujado a fuego, también está la silueta del torreón.

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