lunes, 7 de mayo de 2012


RELATO DE UNA VOMITERA COLECTIVA 2ª PARTE

En la foto estoy con el casco de acero M-1 de origen americano, que en la época utilizábamos las tropas de Infantería de Marina y unidades paracaidistas. Si os fijáis, debajo se aprecia el casco de fibra. Quedaros con el cante para comprender la historia que continua…







La ropa y los atalajes de los equipos que llevábamos encima agobiaban como nunca, un sudor frío se escurría por la frente bajo el peso de nuestros cascos de acero tipo M- 1 de origen americano, la clave para el momento de la vomitera.
El casco M-1 constaba de dos partes, un casco interior de fibra, que incluía los atalajes de ajuste de la cabeza, y el casco exterior de acero, que contenía las correas con el barbuquejo y la funda mimetizada. La técnica en caso de vomitar dentro del carro consistía en quitarse el casco, retirar la parte de fibra y vomitar en la parte de acero, utilizándolo como escupidera.



Yo lo tenía claro, sabía que más pronto que tarde acabaría largando, y que después de vomitar, generalmente uno se siente mejor, así que me dije, para qué alargar la agonía Cabo Pepe si no sabemos cuánto tiempo vamos a estar dando bandazos. Miré a izquierda y derecha para ver las caras pálidas del personal, que aguantaba estoico la situación conteniendo casi la respiración.

Pensé, lo siento por vosotros campeones, pero el menda va a liberar presión de la caldera. Fue echar mano del casco, cuando los dos aguerridos comandos que me flanqueaban, uno abuelo a pique de licenciarse y el otro de mi quinta, pegaron un respingo y palidecieron aun más. El veterano me dijo… ni se te ocurra… y yo le contesté… no me queda otra abuelo… acto seguido largué.
La reacción que provoqué fue tremenda, una auténtica liberación para mí, y para los demás, que de manera automática echaron mano de sus respectivos cascos y empezaron a largar por esa boquita todo el rancho que nos dieron en el Velasco. A partir de ese momento el hedor se hizo insoportable, una atmósfera explosiva que acabó por provocar el vómito de los que más se resistían.
El teniente, que iba junto al portón en la parte de popa, hacía verdaderos esfuerzos por mantener el tipo, mientras los carristas, que recibían luz y aire fresco del exterior, sonreían divertidos acostumbrados a esas escenas tragicómicas que se producían en esa especie de submundo de la LVTP… la discoteca.

Por fin iniciamos nuestra oleada, navegando en la misma dirección que el oleaje, condición que mitigaba un poco el meneo. Al cabo de unos minutos empezamos a notar cómo las cadenas del carro tocaban fondo hasta que la tracción dependió exclusivamente de ellas. Se acabó el meneo del mar pero comenzó un meneo de otra variedad, el propio de la conducción todo terreno a gran velocidad. El carro iba a toda leche, pegando unos botes tremendos, y nosotros sujetando nuestros cascos M-1 llenos de vómito procurando que no se nos vertiera encima.
Se detuvo el carro y el Jefe dio el aviso de que iba a iniciar la apertura del portón trasero. El teniente nos dio las últimas instrucciones para el despliegue mientras una bocanada de aire fresco entró como una bendición a medida que se abría la compuerta. El rugido de los motores de los LVTP, el de los carros de combate M-48 y del par de helicópteros AH-1G Huey Cobra de la 7ª Escuadrilla de la Armada (Desactivada en 1984) que nos proporcionaban apoyo aéreo, apenas nos dejaba escuchar a nuestro oficial, pero lo que nos preocupaba en ese momento era soltar nuestra incómoda carga… el vómito.

La escena que vino a continuación resultó patética. El teniente salió primero y empezó a gritar…¡¡¡desplegaros por los flancos del carro!!! La primera baja que tuvimos fue uno de los compañeros que resbaló sobre la compuerta por culpa del vómito que escurría por el suelo y se jodió un tobillo. El resto salimos detrás atontados aun por tanto meneo, volcando el asqueroso contenido en el suelo y poniendo de nuevo el casco de fibra en el interior del de acero para después colocárnoslo en nuestras cabezas.

¡¡¡Cuerpo a tierra coño!!! ¡¡¡Cuerpo a tierra por los flancos del puto carro!!! gritaba desgañitado el oficial, mientras la tropa nos tirábamos de bruces al suelo cagándonos en la marina, sin reparar si quiera en los pinchazos que nos provocaban los malditos cardos del Retín, intentando recuperar el resuello tras la dichosa oleada de desembarco, con el olor a vómito instalado en nuestras pituitarias, que nos acompañó el resto de la larga jornada hasta que pudimos limpiar nuestros cascos con agua…veinticuatro horas más tarde.

La pregunta que me hago es, cómo harán ahora los infantes para vomitar… ¿llevarán bolsitas de plástico?... porque el casco de kevlar que llevan no tiene doble fondo…Y… ¿qué harán las mujeres que llevan la cabellera larga cuando se les impregne de bilis, restos de macarrones con tomate y tierra?
Por algo nos pelaban al cero… como a la teniente O’Neill.

2 comentarios:

  1. ya sabes , yo soy más de la teniente O'neil .

    ResponderEliminar
  2. Que historia... solo de leerla se me encoge el estomago, yo mi mili no la recuerdo así, un saludo soldado!!!!!!

    ResponderEliminar