LA DECONSTRUCCIÓN DE LA TORTILLA.
Me intrigaba el asunto de las deconstrucciones culinarias,
tan de moda hoy día, en particular la de la tortilla, y lo primero que he hecho
es investigar sobre la etimología de la palabra. Deconstrucción me sonaba a
deshacer un proceso, deshacer un concepto, desmontar algo. A groso modo iba
encaminado, pero el significado de la palabra es algo más complejo, y por esa
razón no lograba encajar el asunto de la tortilla. En mi simplismo conceptual,
me parecía físicamente imposible desmontar una tortilla para que volviese a recuperar
la forma de huevo. Burro que es uno, y como soy consciente de ello, procuro
documentarme para salir de la inopia.
El caso es que la idea de deconstrucción, nada en las aguas
de la filosofía y de la teoría literaria. En esos territorios, deconstruir
consiste en desmontar un concepto mediante un análisis intelectual. Es algo así
como analizar con mala leche una teoría y dejarla en evidencia, exponiendo sus
puntos débiles y sus contradicciones. En el ámbito literario, deconstruir un
texto tendría como objetivo demostrar sus múltiples lecturas posibles.
Pero seguía yo sin entender lo de la tortilla, hasta que el
artículo que he leído, lo sacó a colación. Resulta que los cocineros modernos
se han vuelto muy snobs, y han querido darle un aire intelectual a su actividad,
jodiendo la marrana. Además de vestir con pijamas de colorines, autodenominarse
chef en vez de cocineros, y hacer programas de televisión, han dado un paso más.
Han invadido el espacio de la filosofía, con el objeto de convertir la
actividad de cocinillas en algo cultural y exclusivo, con el objetivo final de sacar
los cuartos a los imbéciles que entran al trapo, por eso de que resulta muy
cool. De ahí, a deconstrucción de la tortilla.
En el ámbito culinario, deconstruir consiste en presentar
las recetas tradicionales, conservando sus ingredientes originales, pero dándoles
un aspecto muy distinto, tanto, que no las conoce ni la madre que las parió.
Un ejemplo de deconstrucción, en este caso creado por un tal
Marc Singla, consiste en la “copa de tres texturas” la cual puede confundirse
con un postre o un cóctel, pero que en
definitiva, sabe a tortilla de patatas. El pincho de tortilla de patatas en
Casa Manolo te sale a 1.50 €. Te quita el hambre y el sentío. La puñetera
deconstrucción del restaurante Asotavento, te sale por un ojo de la cara a elegir.
Te quedas tuerto, esmayao y con una úlcera en el monedero. Pero de cara a los
chachi piruli cool que te cagas, quedas guai que te rilas, o sea.
Dicho de otro modo, en el mundo de los cocinillas de diseño,
una deconstrucción es como si en automoción, un mecánico deconstruyera un SEAT
600 D para darle aspecto de un Lancia Delta Evoluzione y cobrártelo como tal,
solo que el coche, objeto de la deconstrucción, seguirá sin pasar de 90 km/h y
recalentándose como un brasero, cuando sube al Puerto de las Palomas. Así es la
tontuna.
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