UNA DE FUNERALES.
Estoy escribiendo en tiempo real, tanto como que en estos
instantes estoy escuchando desde el otro extremo de mi casa la música
parsimoniosa y lánguida a base de violines y chelos, triste de narices y acorde
con los funerales que se estilan por estas latitudes, que ahora ejecutan en el
funeral por las víctimas del atentado de París.
Lobita acaba de cambiar el canal… qué alivio.
A colación de esto, puestos a musicalizar un funeral,
preferiría la marcha fúnebre de Chopin de toda la vida, que tiene cierta carga
de ironía, incluso un toque de humor negro, pero mejor aún, optaría por la haka
de los maoríes o los entierros que se estilan en Nueva Orleans.
La haka para el caso de los franceses sería perfecta, una
demostración de respeto hacia los caídos en toda regla porque pasa por el desprecio
al enemigo y sobre todo por el desprecio al miedo a la muerte. Viene a ser algo
así como, los habéis matado pero ahora viven en nosotros y vamos a cortaros los
cojones, venid para acá a ver si tenéis lo que hay que tener… más o menos.
Pero cuando alguien casca por muerte natural o accidental,
lo suyo sería un entierro a lo New Orleans, algo así como en plan ríete de la
vida que has llevado y de la muerte, esa fulana que ahora te abraza para
llevarte al huerto.
When The
Saints Go Marching In… Solo pido eso en el mío, una casete de Louis Armstrong
y que no me jodan con chelos tristones que cuestan una pasta, ni con llantos
que desgarran el alma.
J.M. Arroyo
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