miércoles, 4 de noviembre de 2015

LOS BOTÍN Y SU BOTÍN… UNO, DOS, TRES.

Seguramente estaréis orgullosos, familia Botín, orgullosos por vuestra cuenta de resultados, por vuestro éxito, provocando una gran revolución en el mundo de las finanzas, y por seguir las premisas de vuestros antepasados, banqueros también, que sentenciaron dichos como “hay que devorar antes de que te devoren” o “quien da primero da dos veces”.
Los Botín hacéis honor  vuestro apellido, hacéis botín actuando como corsarios. Os aliáis con los grandes, y respetáis a los gobiernos de turno para que os concedan la patente de corso, da igual que sean de derechas o de izquierdas, podéis comprarlos a todos. Y con esas, doráis la píldora a los poderosos y os ensañáis con los más débiles, porque se trata de rascar de todo aquello que se ponga a tiro, en unos casos con sutileza, y en otros, como en el mío, con saña y desprecio.

Mientras todo fue bien, mientras os surtía de efectivo para que lo utilizarais en vuestras actividades de ingeniería financiera, mientras teníais asegurada mi nómina, mis ahorros y mi plan de pensiones, me hacíais el “favor” de no cobrarme tantas comisiones, aunque siempre habéis rascado algo, a pesar de que jamás dejé un descubierto en mi cuenta. Y cuando os pillaba en el receso, os derretíais en disculpas y me retrotraíais los cuatro euros de marras, de esto y de aquello.
Pero ahora, uno, dos, tres, las cosas han cambiado. Los mismos que os dieron la patente de corso para hacer lo que os viniera en gana, dejaron la corona en bragas, y nos desarbolaron las naves. Ya no hay trabajo digno, ni dinero, ni futuro, porque estos hijos de puta tiraron al aire con pólvora del pueblo, y vosotros también. Para colmo nos tocó rescatar, si no a vosotros, sí a vuestros colegas, y no me cabe la menor duda, de que si ustedes hubieran hecho agua, también nos habría tocado rescataros.
Por esa razón ya no tengo una nómina regular, si quiera, testimonial, me han dejado los palos, las vergas y las jarcias hechas trizas, y aun así me mantengo a flote, dirigiendo la nave a duras penas, con una cangrejera hecha girones.

Pero no contentos con eso, ahora llegáis vosotros con vuestra poderosa escuadra, y me largáis traicioneramente, uno, dos, tres, andanadas a mi línea de flotación, cobrándome comisiones hasta por pagar a los demás por decreto ley. Os pido explicaciones y me contáis que han cambiado las reglas, así, sin más, y habéis ampliado las aguas territoriales por la cara. Y lo hacéis con el beneplácito de esos gobiernos a los que comprasteis la patente de corso, que se las han arreglado para que, por decreto, nos veamos obligados a no poder prescindir de vuestros servicios, para tener que navegar a la fuerza por vuestras infectas aguas, dicen, que para controlar el fraude. Ya no podemos cobrar de las empresas en cheques al portador, ni en efectivo, y tampoco podemos pagar en ventanilla determinados recibos, y en breve, gilipollas que somos, se las arreglarán para que todo el mundo pague con tarjeta, o con el teléfono móvil, de manera que vuestros “servicios” quedarán impuestos definitivamente y estaremos sometidos absolutamente a vuestra tiranía, no sea que cometamos fraude contra quienes nos defraudan por sistema.

Sin duda os habéis asegurado el botín, familia Botín, ustedes y otros como ustedes, que constituyen esa mezquina escuadra de banqueros, que no contenta con obtener enormes beneficios en los grandes negocios financieros, también os ensañáis con los más desfavorecidos, aunque como en mi caso, hayamos sido clientes fieles durante más de 30 años, dando más que recibiendo. Os habéis pasado la fidelidad del cliente por la quilla, una enorme quilla llena de escaramujo que desgarra la piel del condenado, esa miseria que pretendéis ocultar en la obra viva de vuestros pomposos navíos, mientras lucís una obra muerta lustrosa e impecable, llena de adornos dorados, gallardetes y estandartes, toda esa tontería que os caracteriza, frágil dignidad que se os escurre hacia las sentinas, como la mierda que es, a poco que se os observe con detenimiento.

Hemos navegado juntos durante todo ese tiempo, más a la fuerza que por conveniencia, y ahora, sin previo aviso, uno, dos, tres, cambiáis las normas, izáis la bandera corsaria, y me largáis una andanada tras otra. Eso sí, os habéis cuidado de cambiar primero a los artilleros antiguos, aquellos que con el trato diario, empatizaron con nosotros, no sea que por empatía disparen al agua deliberadamente en vez de a la línea de flotación. Habéis instaurado en vuestra gente el si te vi no me acuerdo, y cuando entras en la sucursal de toda la vida, ya no conoces a nadie.
Y a pesar de todo, estaréis orgullosos, familia Botín, y seguros de que iréis al cielo, porque desde vuestra mísera percepción pensáis que todo puede comprarse, incluso a Dios. Dios, según vosotros, debe estar encantado con vuestras acciones humanitarias, con vuestros valores, uno, dos, tres, a Dios rogando y con el mazo dando, quien da primero da dos veces, hay que devorar antes de que te devoren…

Pero me da que acabaréis pudriéndoos como todo mortal, pero de un modo indigno, y de nada os servirá vuestro botín, familia Botín, el muerto al hoyo y esas cosas. Mas, ¿A caso sabéis qué es la dignidad? Uno, dos, tres…

J.M. Arroyo

PD: Quien quiera saber de qué va eso de uno, dos, tres, que le eche un vistazo a la publicidad del banco Santander.




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