domingo, 26 de enero de 2014


OBJETOS INTELIGENTES

Es cierto lo que he leído por ahí… Cada vez hay más objetos inteligentes, y en la misma  medida, la gente se vuelve menos inteligente... más boba. Como la cosa siga así, las máquinas acabarán decidiendo por nosotros, y tendremos el cerebro tan atrofiado que no seremos capaces de reaccionar.

La siguiente peste que estoy viendo llegar es la de las putas gafitas esas, las Google Glass. De aquí a nada, toda la peña con las gafitas y el ojo saturando al cerebro con información que es incapaz de procesar.  Supongo que coincidirá con un repunte del índice de atropellos por no mirar donde se debe. Y si no, toda la peña con la masa gris googleglaseada y las neuronas cerebrales goteando por la nariz.

 Yo sigo resistiendo con el Nokia ladrillo, esquivando a la empresa telefónica, que no para de advertirme que se caducan mis puntos para canjearlos por un Smartpollas. Pero va a ser que no… Cuando salgo de casa quiero sentirme libre, no geo-localizado al extremo, ni conectado al extremo, no necesito saber dónde comprar, ni qué voy a comer, ni escuchar continuamente música para acabar aborreciéndola. Prefiero dar un poco de emoción al asunto y seguir descubriendo las cosas por mí mismo, y añorar un rato la música para después cogerla con ganas.  

No necesito linkearme o como cojones se denomine eso de engancharse a otra red, como si fueras parte de un sistema, para que al instante todo el mundo sepa de la leche que eres. Me sobra con poder llamar y recibir llamadas en caso de emergencia, y no estar escuchando el insufrible sonido del “guasa” ese, para contar en tiempo real que acabo de abrir una puerta,  que me voy a tomar un bocata de panceta y que me voy corriendo al tigre porque me acaba de dar un apretón por culpa de un Nespresso color fucsia caducado… y  mandar la “afotito” de cómo alivias lastre en el tigre de casa Pepe, que de comer pone una mierda, pero tienen un wifi gratuito del carajo.

La sociedad se queja de que cada vez hay menos libertad, pero es incapaz de rebelarse contra el sistema que la hace presa. La sociedad no se conforma con comerse un plato de tecnología, necesita comerse doce, engorda y se atrofia. La sociedad occidental pudiente, claro está, porque el resto del mundo… Pues va a ser que también, porque sorprende ver gente que pasa penalidades y que a pesar de los pesares, está interconectada mediante un celular, o tiene una parabólica en su chabola. Sociedades mega-conectadas a una prisión virtual de la que dependen cada vez más y más.

Al final acabaremos siendo bultos de carne con ojos, sin cerebro, con una batería de litio-cadmio metida por el culo y una memoria RAM configurada para obedecer sin chistar.

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