viernes, 31 de enero de 2014


A LA CAZA DEL FLAMENCO ROSADO

Parece fácil ¿Verdad? Una persona podría ver estas fotos y pensar, bueno, son unas fotos normalitas, probablemente tomadas desde un cómodo mirador, con un teleobjetivo normalito, pero con bastante alcance. Habrá estado sentado tomándose un refresco mientras que esperaba pacientemente a que esas recelosas aves pasaran por delante, o lo mismo son flamencos en cautividad, anillados y muy sociables… Pero va a ser que no.
 
 
 

Resulta que para tomar estas fotos, lo primero que tuve que hacer fue localizar la bandada de flamencos rosados, y dar un enorme rodeo, ya que si iba directo hacia ellos,  al detectarme se irían apartando discretamente hacia la orilla opuesta, porque estas aves, al menos las de por aquí, no están acostumbradas a la presencia humana y se apartan al mínimo indicio de amenaza.

Tuve que  poner en práctica las técnicas del cazador furtivo, considerar la posición del sol para ser menos visible a las aves, la dirección del viento, para que los sonidos de mis pasos fueran menos audibles, y tuve que reptar literalmente entre la maleza que rodea la Laguna Salada, bastante tupida por cierto. No es que fuera camuflado al cien por cien, llevaba ropa verde y una gorra mimetizada, pero nada de redes para deformar la silueta, ni la cara tiznada, ni un gorro con forma de pato, o cosas de ese tipo.

El caso es que para llegar a estar a tiro de piedra de los flamencos y al alcance razonable de lo que es un 200 mm modesto y poco luminoso, tuve que emplearme a fondo y enfangarme literalmente. La vegetación era tan espesa, que  dudé si llegaría a la orilla sin ser oído por las recelosas zancudas. Pero tenía claro que como no tendría oportunidad alguna, era no intentándolo.

Cuando inicié la aproximación final, tuve que reptar unos 50 m. Sabía que estaban al otro lado de los juncos, pero no podía distinguirlos. Tampoco los escuchaba, lo cual era buena señal, pues indicaba que no habían detectado mi presencia. Cuando detectan una amenaza, los flamencos  emiten un graznido característico a modo de aviso. En los últimos metros los vi a través de los juncos, de espaldas, distraídos acicalándose el plumaje… los pillé en bragas.

Como esperaba  que me descubrieran en cualquier momento, me aseguré los disparos colocando el selector en auto y modo ráfaga, porque no es una situación en la que te puedas entretener en hacer mediciones de luz. Era un escenario con demasiados contrastes de luces y sombras. Lo que sí tuve que hacer mientras estuve entre los juncos, fue enfocar manualmente porque, con tantas ramas por medio, el enfoque auto se vuelve loco, y podría acabar enfocando un junco en vez de un flamenco.

Una vez me aseguré algunas tomas entre los juncos, decidí levantarme, colocando previamente el enfoque en modo auto, porque sabía lo que iba a ocurrir en cuanto me vieran asomar… la estampida.

Efectivamente, fue asomar la cabeza, y ni si quiera graznaron. Aquello se convirtió en un pelícano el último, y emprendieron un frenético despegue tipo scramble, mientras yo me lie a disparar en modo ráfaga en plan que salga lo que sea, y esto fue lo que salió.

No son unas fotos del otro mundo, por tanto no es ese el valor que les doy. El valor que para mí tienen va más en la línea de la vida…es eso, me sentí vivo, un animal más de esa fauna, un animal al acecho, reptando, escudriñando, oliendo, respirando… viviendo intensamente. Tanto que olvidé todos mis problemas.

Quizá, si hubiera tenido un 600 mm de óptica fija y f4 de apertura, y hubiera estado apostado en un mirador, sentado en una silla con un termo de café al lado, habría realizado unas fotos magníficas, y seguramente estarían mejor valoradas por el público en general, pero no sé… Dudo que me sintiera tan satisfecho, pues son las vivencias lo que en definitiva nos satisfacen, y la que tuve ayer tarde me dejó una sonrisa de oreja a oreja que no se corresponde con el estado de ánimo que sería normal teniendo en cuenta el panorama que tenemos.

Quizá sea esa la clave de la salud mental, vivir la vida del modo más natural posible, sintiéndose una criatura de la naturaleza, en vez  de sentirse el elemento, en mi caso, por lo que se ve obsoleto, de un sistema infernal creado para el beneficio de unos cuantos.

JM Arroyo

Dedicado a mi amigo Víctor Crespo, al que llamé por teléfono después de la experiencia, porque sabía que entendería mi entusiasmo, del mismo modo que entendí  el suyo, porque ese mismo día, él se echó al monte y ascendió hasta una cima nevada en plena ventisca cual zorro del ártico.
 



 

 

 

 

1 comentario:

  1. Magnífico........no solo texto, también las fotos.

    Sois dos jinetes fantásticos.

    Besos

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