miércoles, 3 de octubre de 2018


HOMBRE FUMANDO.

Callejón  Cardoso, a pocos metros de la Plaza de la Cruz Verde, Barrio de San Juan, casco antiguo de Cádiz. Las sombras de la tarde empezaban a alargarse, el contraste entre éstas y las luces era fuerte y apenas podía reconocer los rostros con los que me cruzaba mientras caminaba hacia donde el sol buscaba su acomodo.

Lobita iba delante, disfrutando a su manera de su Cádiz natal, rememorando su infancia por esas callejuelas, sensible a los cambios que se han producido, cambios en los que “ese señor de Cuenca”, como Lobita me llama, no alcanza a reparar a pesar de ser gaditano por los pelos.

Cuando callejeamos por esos barrios me suele contar que si lo de ahí otrora fue una mercería, que si lo de acá era un puesto donde se intercambiaban novelas usadas, que lo de más allá había sido un ultramarinos… Y mira ahora, está cerrado a cal y canto, o en manos de los chinos, eficientes pero fríos como un congelador… La globalización, la pérdida de la esencia, del olor a pan de horno, a serrín o a droguería, de aquellas que vendían perfumes a granel. La nostalgia de un pasado que probablemente tengamos idealizado y esas cosas.

Yo iba detrás, a lo mío, reparando en otros detalles cámara en mano, y reparé en este sujeto, o más bien en el humo que generaba, así que me pegué a la pared por mi lado de babor y me dispuse a robarle el alma con discreción y a discreción, porque la escena, a pesar del pronunciado contraluz o gracias a él, prometía.

Me resultaba imposible encuadrar por el visor, era una temeridad intentarlo porque el chorro de luz proveniente de poniente podía provocarme daños en los ojos, así que tuve que recurrir a visionar a través de la pantalla LCD. También me costó ajustar los parámetros. Tomé como referencia las luces altas para no marear la perdiz y centrarme en el sujeto que generaba las volutas de humo, sentado en el escalón de un portal o casapuerta como diría un gaditano.

Sería una tontería escribir sobre lo que me transmitía la escena en esos instantes, pues no podía dar más de mí que intentar captarla decentemente y sin incomodar al personaje. Solo intuía que transmitía algo, cuanto menos, fuerza mezclada con sensación de nostalgia. Fue después, al visionar la secuencia en la pantalla, cuando descubrí otros personajes que emergían de  entre las sombras, personajes en los que no reparé cuando disparaba y que también me sugieren historias sobre las que quizá elucubre más adelante. De momento lo dejo en esto… hombre fumando.



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