La playa está
vacía, aún es temprano para las hordas, que dormitan resacosas tras la jarana
nocturna. Extiendes la toalla en la arena, te das un baño, y cuando vuelves a
donde está la toalla, ves una silla al lado que no reconoces como tuya. El
resto de la playa aún sigue vacía.
Te das otro
chapuzón y a la vuelta, junto a la silla, han instalado cinco sombrillas cual
formación tortuga de las legiones romanas, de hecho, una de tus chanclas ha
sido atravesada por el palo de una sombrilla. El resto de la playa, vacía.
Y de ese modo,
como si la toalla tuviese un potentísimo imán para atraer gilipollas, empiezan
a adherirse formaciones ingentes de sillas, mesas y sombrillas. Partiendo de
ese punto materializado por mi puta toalla, las hordas se expanden como la
peste, paralelas a la línea de pleamar de la playa de los cojones, aunque a
esas alturas ya he tocado retirada mientras invoco a Poseidón y a su primo
romano Neptuno para que envíen, un tsunami no, que sean dos.
domingo, 30 de junio de 2024
EFECTO IMÁN.
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