He botado la pelota del escepticismo… ¡plac plac! Cómo votar a una clase política que tiende a ser el reflejo de lo peor de la sociedad. ¿No apesta lo suficiente votar a unas listas elaboradas expresamente por los partidos? Esto es, unas listas compuestas por sus amigotes (mientras más serviles mejor), sus primos, sus parejas sentimentales, sus cuñados... Si llevaran una etiqueta de trazabilidad grapada en la oreja, la evidencia de lo que digo sería escandalosa. Esto tiene un nombre, PARTITOCRACIA.
Pero explicarlo parece que es predicar en el desierto, sobre todo entre los que esperan alguna contrapartida específica y personal, los militantes que acuden a los mítines, los que asienten ante los embustes que sueltan sus líderes con la esperanza de rebañar algo. Eso también tiene un nombre, CLIENTELISMO.
Será utópico rebelarse contra este sistema viciado absteniéndose
a participar en él, incluso escandaloso para quienes creen que votar es un
deber cívico y se resignan a que hay que votar lo menos malo entre tanta
inmundicia, pero no entra dentro de mis principios la facilidad de tragaderas,
que me den a elegir entre cubos de basura de distintos colores pero con la
misma esencia, detritus en diferentes estadios de descomposición. Antes que
eso, boto una pelota, como Steve McQueen en la “nevega” (Escena épica de “La gran
Evasión”). La pelota del escepticismo rebotando en la pared de una celda… ¡plac
plac! ¡plac plac! ¡plac plac!...
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