Que en España hay racistas es evidente, como hay
maltratadores, y atracadores de bancos. También es evidente que esos delitos se
persiguen, con independencia de que el sistema judicial sea más o menos
eficiente, aunque con los delitos de odio y racismo, son particularmente competentes.
En España la policía no asesina a las personas de raza negra
o a los indígenas del Amazonas como sucede en Brasil, y la ley ampara a todas
las personas con independencia de su raza o condición social como no sucede en Brasil.
Por tanto, resulta grotesco que Lula da Silva ponga el foco en España en vez de
resolver los graves problemas de discriminación racial que tiene en su país. Es
un clásico del populismo de ultramar verter acusaciones contra “la España
imperialista” para distraer la atención de los problemas propios.
Dicho esto, bien está el revuelo si sirve para que los
clubes de fútbol se pongan las pilas para acabar, no ya con el racismo, sino
con la violencia en general, actos que no se dan en otros deportes como el
baloncesto, en los que no se prodigan insultos hacia los jugadores por su
condición o raza.
La violencia en los campos de fútbol se produce porque las
masas acuden a descargar su frustración hacia los jugadores del equipo rival.
Si son negros los llaman aquello, si son blancos se mofan de su masculinidad, y
si hacen gala de que son muy machos, se ciscan en sus madres. Si son del equipo
A apedrean al autobús del equipo B y viceversa sin discriminar si se trata de
un equipo senior o un equipo infantil, y el árbitro en medio...
Con la pérdida
de valores que se está produciendo, la cosa irá a peor, sobre todo en los
estadios, así que bien estará que empiecen a cerrarlos al mínimo acto de
intolerancia hacia las personas con independencia de su sexo, raza, edad o
condición social.
miércoles, 24 de mayo de 2023
LA LACRA DEL FÚTBOL.
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