No tengo ni
pajolera idea de lo que está pasando ni de lo que va a pasar, más allá de lo
que puedo percibir con mis limitados medios. Ya sé que cada medio de
comunicación sesga sus informaciones y sus opiniones hacia su estado pagador, y
hacia la audiencia que le regala los oídos. No hay que ser una lumbrera para
darse cuenta. Pero hay cosas que son evidentes por imposibles de ocultar.
Es evidente
que las tropas rusas están invadiendo Ucrania, porque se ve en las imágenes que
retransmiten todas las cadenas del mundo, con independencia de su sesgo político.
Es evidente que Putin ha salido a decir que está dispuesto a tirar de su
arsenal nuclear, si las cosas se tuercen en contra de sus intereses ilegítimos.
Es evidente
que la invasión de Ucrania es ilegítima desde la óptica de la sensatez y la justicia
más elemental, y de las reglas establecidas en el derecho internacional. Que no
se cumplan en otras circunstancias no implica que no cumplirlas en este caso
esté justificado.
Así que, basándome
en esas evidencias, creo que objetivas, tengo claro lo que está pasando y me resulta
deleznable, más allá de haya quien esté convencido de la necesidad de una “desnazificación”
aunque sea por la vía de un exterminio generalizado, lo cual resulta cuanto
menos, muy contradictorio. Así que, en ese aspecto tengo razonablemente claro
lo que está pasando.
Sobre lo que
va a pasar. Que yo no sea un experto analista, ni un analista a secas, no me
quita derecho a expresar mis impresiones, con el debido respeto. Más allá de
que se forme un pifostio a escala mundial, algo me dice que a Putin lo acabarán
quitando de en medio sus propios paisanos, oligarcas y cúpula militar incluida.
Ucrania es
una golosina por sus recursos naturales, y ese es el objetivo de Putin, junto
con el refuerzo de su posición estratégica respecto al bloque del oeste. No la “desnazificación”.
Supongo que
Putin prometió entregar esa golosina a los oligarcas y a su cúpula militar, con
su “operación especial”, que en teoría debería haber sido rápida, contando
también con la inoperancia del bloque occidental frente a este tipo de
acciones. Pero a la vista está que las cosas se le están torciendo en los dos
aspectos, y no creo que a los oligarcas rusos les haga gracia no poder ir a
disfrutar de los preciosos yates que tienen atracados en la Costa del Sol.
Tampoco creo
que a la cúpula militar le haga mucho chiste, que un Putin desbordado de soberbia,
los ridiculice abiertamente, al mínimo titubeo en contra de sus deseos, como hizo
poco antes de la invasión con su jefe de inteligencia Serguéi Naryshkin.
Y no creo
que a la sociedad civil rusa le haga gracia tener que recibir a su familia
combatiente en bolsas de plástico, ni comprobar cómo se incrementa contra ellos
la represión del Estado cuando salen a manifestarse a las calles, por no hablar
de la hambruna que se puede desatar.
Así que algo
me dice que Putin puede acabar colgado boca abajo en una gasolinera de Lukoil.
Creo que eso ya pasó en otro país. La historia se repite. Etcétera.
lunes, 28 de febrero de 2022
LA HISTORIA SE REPITE
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