jueves, 1 de noviembre de 2018


LLAMANDO A LAS PUERTAS DEL CIELO

Lobita y yo recorríamos en bici cierto paraje cuya ubicación no voy a reseñar por la salud del mismo, no sea que lo declaren patrimonio de algo y lo sentencien a la degradación por masificación. En estas vimos un ejemplar joven de cigüeña detenida a un lado de la pista, que al vernos puso poco empeño en quitarse de en medio, algo bastante inusual.
Bajamos de las bicicletas, y cámara en mano, me aproximé a ella cautelosamente con la intención de hacerle alguna foto antes de que pegase el voletío, pero no lo hizo. Me percaté de que estaba visiblemente enferma,  lo suficientemente débil como para no poder emprender la huida, que hubiese sido lo de esperar. A lo más que llegó fue a dar algunos pasos  para mantenerse a cierta distancia de mí, pues el instinto es el instinto incluso en el umbral de la muerte. Me conmovió su quejoso caminar y decidí evitarle cuanto menos esa molestia, o mejor dicho, ese sufrimiento, así que me detuve y la fotografié respetando la distancia.
Son las reglas de la madre naturaleza, femenina pero implacable, así es la selección natural que asegura la pervivencia de las especies. Aquí no valen la adopción ni los cuidados paliativos en un centro veterinario, adopta una cigüeña y esas cosas. A ésta le tocó sacar y sacó el palito más corto de la evolución, eligió cara y salió cruz, quiso, no pudo y allí quedó, abandonada a su suerte mientras sus compañeras volaban alborotadas a lo suyo, entre impresionantes nubes de evolución, aves rebosantes de vida que también morirán pero en otro momento, después de cumplida su misión. Los débiles deben apartarse de la senda para no poner en peligro la supervivencia de la especie con su genética deficiente.
Tomé la foto y al visionarla me acordé de aquella secuencia de la película “Pat Garrett& Billy the Kid” en la que, herido de muerte, el ayudante del Sheriff Pat Garrett se acercó a la orilla de un río y se arrodilló para esperar su final ante la mirada lacrimógena de su compañera María, que lo sabía sin solución de continuidad, escena épica en la que suena el célebre tema de Bob Dylan “Knockin´on Heaven´s Door” que compuso expresamente para la misma.
En la foto, una inmensa nube de desarrollo vertical parece prepararse para acoger entre algodones a la repartidora de bebés que nunca llegará a volar a París, mientras sus compañeras revolotean en la lejanía como si estuviesen llamando a las puertas del cielo para que recibiera a la joven cigüeña de corto recorrido que espera en tierra de mortales, paciente y resignada, su prematuro final.
Entre tanto nosotros no pudimos más que limitarnos a interpretar el rol de María en la película de marras, contemplando su final sabiéndola sin esperanza. Polvo somos y en polvo nos convertiremos. Lobita y yo montamos en nuestras bicis y nos marchamos. Allí quedó la cigüeña, muriendo en paz.




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