LLAMANDO A LAS PUERTAS DEL CIELO
Lobita y yo recorríamos en bici
cierto paraje cuya ubicación no voy a reseñar por la salud del mismo, no sea
que lo declaren patrimonio de algo y lo sentencien a la degradación por masificación.
En estas vimos un ejemplar joven de cigüeña detenida a un lado de la pista, que
al vernos puso poco empeño en quitarse de en medio, algo bastante inusual.
Bajamos de las bicicletas, y
cámara en mano, me aproximé a ella cautelosamente con la intención de hacerle
alguna foto antes de que pegase el voletío, pero no lo hizo. Me percaté de que
estaba visiblemente enferma, lo
suficientemente débil como para no poder emprender la huida, que hubiese sido
lo de esperar. A lo más que llegó fue a dar algunos pasos para mantenerse a cierta distancia de mí, pues
el instinto es el instinto incluso en el umbral de la muerte. Me conmovió su
quejoso caminar y decidí evitarle cuanto menos esa molestia, o mejor dicho, ese
sufrimiento, así que me detuve y la fotografié respetando la distancia.
Son las reglas de la madre
naturaleza, femenina pero implacable, así es la selección natural que asegura
la pervivencia de las especies. Aquí no valen la adopción ni los cuidados paliativos
en un centro veterinario, adopta una cigüeña y esas cosas. A ésta le tocó sacar
y sacó el palito más corto de la evolución, eligió cara y salió cruz, quiso, no
pudo y allí quedó, abandonada a su suerte mientras sus compañeras volaban alborotadas
a lo suyo, entre impresionantes nubes de evolución, aves rebosantes de vida que
también morirán pero en otro momento, después de cumplida su misión. Los
débiles deben apartarse de la senda para no poner en peligro la supervivencia
de la especie con su genética deficiente.
Tomé la foto y al visionarla me
acordé de aquella secuencia de la película “Pat Garrett& Billy the Kid” en
la que, herido de muerte, el ayudante del Sheriff Pat Garrett se acercó a la
orilla de un río y se arrodilló para esperar su final ante la mirada lacrimógena
de su compañera María, que lo sabía sin solución de continuidad, escena épica
en la que suena el célebre tema de Bob Dylan “Knockin´on Heaven´s Door” que
compuso expresamente para la misma.
En la foto, una inmensa nube de
desarrollo vertical parece prepararse para acoger entre algodones a la repartidora
de bebés que nunca llegará a volar a París, mientras sus compañeras revolotean
en la lejanía como si estuviesen llamando a las puertas del cielo para que
recibiera a la joven cigüeña de corto recorrido que espera en tierra de
mortales, paciente y resignada, su prematuro final.
Entre tanto nosotros no pudimos
más que limitarnos a interpretar el rol de María en la película de marras, contemplando
su final sabiéndola sin esperanza. Polvo somos y en polvo nos convertiremos. Lobita
y yo montamos en nuestras bicis y nos marchamos. Allí quedó la cigüeña,
muriendo en paz.
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