El dibujo lo ha hecho mi nieto Domingo. En él estamos representados de izquierda a derecha, su abuela Inma, él mismo, el que suscribe el texto, y el pequeño Diego. A mí me ha puesto unos bíceps sobredimensionados que llegan hasta la línea azul que representa el cielo, y algo de barba, no demasiado, para no romper la sonrisa conjunta de los cuatro, además de la del astro rey, que luce con gafas de sí mismo.
Debo reconocerlo, me congratula
que me haya representado con esos bíceps descomunales, en vez de como la
clásica estampa del abuelillo encorvado y con bastón. Pero no crean que esto es
gratuito. Para ganarse el reconocimiento con esos bíceps de súper hombre de la Marvel,
hay que superar duras pruebas físicas, como el lanzamiento de nieto al agua, zafarranchos
en casa jugando a mil cosas mientras vas recogiendo otras mil, y el transporte
de ambos de manera simultánea… ¡Uelo! ¿me subes en los hombros?... ¡uelo!
¡uelo! ¡yo también! Y allá que va el
uelo con el mayor en los hombros y el pequeño en la espalda, recordando que
cargar con una mochila Altus durante kilómetros en mis tiempos mozos, no era
para tanto.
Un psicólogo le sacaría más punta
al significado del dibujo de Domi, pero no me cabe la menor duda, de que la
conclusión que podría extraer iría en la línea de que se trata de dos criaturas
muy felices… Sonrisas, sol radiante, cielo azul… y los bíceps del uelo, qué cojones.
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