miércoles, 10 de junio de 2020

PLATERO Y ÉL.


PLATERO Y ÉL.

Me ha dado por releer “Platero y yo”, obra a la que en mi infancia no debí haber prestado demasiada atención, quizá porque me la pretendieron imponer a base de reglazos sobre las yemas de los dedos. Tuve unos maestros muy cabrones a los que tengo bien poco que agradecer. Se trata de la tercera edición de la editorial Aguilar, de 1957 y la he redescubierto con gusto.
No voy a describir la grandeza de esta obra universal, pues está sobradamente reseñada por eminencias doctas en la materia, y está de más que yo, pobre mortal, se tire unas flores al respecto. Pero sí quería apuntar un par de cosas.
La primera, que al fijarme en la riqueza lingüística que contiene la obra de Juan Ramón Jiménez, he caído en la cuenta de cuánto hemos degradado el lenguaje, reduciéndolo a la mínima expresión. “Platero y yo”  que antaño era considerada obra infantil de lectura obligada, a día de hoy, y tal como está el patio, sería un hueso duro de roer incluso para muchos universitarios.
El vocabulario que manejamos en la actualidad se ha reducido a la mínima expresión. Hemos enterrado en vida cientos de palabras del castellano, y otras muchas las hemos reemplazado por acrónimos, anglicismos y emoticonos. Las construcciones gramaticales que realizamos, son más pobres que los eriales del desierto de Tabernas. Y de aquellos barros, llegan lodos como el de una ministra que se expresa en términos en plan, “…pues tía, creo que al coronavirus, o sea…”, o el titular que he leído hoy en una cadena de televisión, en el que escribieron emérito con h.
La segunda, que en muchas obras escritas en el pasado, descubro que la historia se repite, que sus textos siguen estando vigentes, señal de que la condición humana varía poco o nada con el paso de los siglos. En el caso de la obra del ilustre paisano de Moguer, me remito a un fragmento del capítulo VIII titulado Judas.
“Ahora las campanas dicen, Platero, que el velo del altar mayor se ha roto. No creo que haya quedado escopeta en el pueblo sin disparar a Judas. Hasta aquí llega el olor a pólvora. ¡Otro tiro! ¡Otro!... Sólo que Judas hoy, Platero, es el diputado, o la maestra, o el forense, o el recaudador, o el alcalde, o la comadrona; y cada hombre descarga su escopeta cobarde, hecho niño esta mañana de Sábado Santo, contra el que tiene su odio, en una suposición de vagos y absurdos simulacros primaverales”
Juan Ramón Jiménez.
Bien podría referirse a lo que sucede en estos tiempos. Bien podría referirse a las redes sociales, incluida ésta en la que me dirijo a ustedes, reconozco que con la puta escopeta cargada.

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