miércoles, 8 de abril de 2020

CUENTO BREVE; LA LIMPIADORA.


CUENTO BREVE; LA LIMPIADORA.

Érase una vez, una comunidad de vecinos descuidada, en lo que a las zonas comunes se refería. A demás, bastante tacaña. Tanto, que ni por un momento, contemplaron la necesidad de contratar a alguien para que realizase las labores de mantenimiento necesarias, para que las zonas comunes de la finca estuviesen medio decentes.
Con el paso de los años, la mugre se fue acumulando hasta alcanzar niveles insoportables, tanto para la vista, como para el olfato. Así que, no tuvieron más remedio que convocar una junta extraordinaria para resolver el problema. Decidieron por unanimidad, contratar los servicios de una limpiadora para que realizara un trabajo puntual, de un día de duración. Encontraron a una que cobraba poco, por circunstancias de la dichosa coyuntura de la oferta y la demanda.
La comunidad no esperaba gran cosa de ella. Por el precio  irrisorio que iban a pagarle, se conformaban con que diera un repaso por encima. Pero la limpiadora barata, era cumplidora y se tomó en serio su trabajo. Además, tenía la esperanza de que le hicieran un contrato, si no fijo, más continuado.
Llegado el día, aprovechando que la mayor parte de los vecinos habían salido a la calle, la limpiadora se empleó a fondo con la mugrienta finca, hasta dejarla literalmente como los chorros del oro. Tal fue su empeño, que al llegar los vecinos, los cuales, por circunstancias de este cuento, llegaron todos a la vez, no daban crédito a lo que estaban viendo.
El suelo del hall estaba aún mojado, luciendo el mármol que anteriormente, debido a la mugre, pasaba desapercibido. La limpiadora escurría por última vez la fregona, cuando de pronto, los vecinos, todos a una, empezaron a aplaudir con entusiasmo. Fueron cinco minutos de aplausos que ya hubiera querido para sí el tal Carreras. La limpiadora se sonrojó y se sintió moralmente recompensada, y esperanzada con que sería contratada de nuevo, y en breve. Pero breve fue la gloria.
Finalizados los aplausos, los vecinos entraron en tropel a la finca, cada cual centrándose ya en sus asuntos personales. Cuando desaparecieron, quedaron las sucias pisadas en el suelo recién fregado, pues ni esperaron a que se secara, ni fueron por utilizar el felpudo de la entrada. El último en pasar fue el presidente. Le entregó el dinero acordado, que en nada hacía justicia al trabajo realizado, y le dijo a la limpiadora que quizá para otra ocasión, volverían a contar con ella. Tal vez cuando la mugre se comiera de nuevo las zonas comunes del edificio. Después, el presidente desapareció escaleras arriba, dejando atrás sus mugrientas huellas, huellas de barro, pues venía del campo. Y colorín colorado…
La moraleja os la dejo a vosotros.


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