sábado, 6 de septiembre de 2014


QUIEN A BUEN BOTE SE ARRIMA...

Quien a buen bote se arrima, buena sombra le cobija. No es exactamente así, pero resulta que este bote no daba para mucho más que para dar sombra a los perros orilleros.

La pesca ya no es lo que era, se pesca poco y mal… me dijo el pescador. Y continuó… La bahía está hecha unos zorros, con tantos residuos en sus aguas, diluidos y sin diluir, y además esquilmada por la pesca abusiva.  Apenas quedan caladeros, y los que quedan, están lejos y pertenecen a otros países que los administran con mano dura cobrándose la revancha por nuestros abusos en el pasado. Otros caladeros están infectados de piratas, aunque no se sabe quiénes  lo son más, si los de las chalupas que han cambiado las nasas por los Kalasnikov para secuestrar  barcos, o las flotas pesqueras de las multinacionales, que arrasan aquellos caladeros surtiendo de materia prima a los países pudientes para que confeccionen  sushi, sopas de aletas de tiburón y demás pachangas orientales tan de moda hoy en día. Y hablando de piratas, por aquí cerquita los tenemos también, los piratas de Gibraltar, que se dedican a piratería de otra variedad pero que también afecta a las pesqueras.

El pescador siguió con su monólogo… Tenemos que tirar los precios en las subastas, tanto, que sale más a cuenta vender las capturas de extranjis, que en las lonjas. Apenas nos llega para cubrir gastos y encima nos suben el gasóleo. Hay que remendar una y otra vez las artes, porque no podemos plantearnos comprar unas nuevas, y lo de llegar a final de mes nos suena a chiste. Entre tanto, el intermediario  cuadriplica   el valor de las capturas, convirtiendo nuestro trabajo honesto y sacrificado, en un ultraje para el consumidor de infantería, y en un capricho al alcance de unos pocos. Luego nos escupen en la cara que el pescado es caro.

Al linchamiento que sufrimos, se suman las administraciones. Nos crujen a impuestos, nos sancionan hasta por mear por la borda,  nos exigen licencias hasta para encender una cafetera, y nos obligan a realizar cursos para “cualificarnos”, a nosotros, que nacimos navegando y meamos agua de mar.  De modo que llega un listo, monta una academia auspiciada por la administración, de estas que se dedican a recibir subvenciones que luego acaban en las cuentas de los mangantes de turno, y con las cuatro perras que dejan para justificar los cursos, pretenden actualizar nuestros conocimientos que estarán avalados por un titulillo de mierda que no vale ni para tomar por sentina. Esta es la proa, esta es la popa y esto de la foto es un traje de supervivencia que ustedes no tendrán abordo en su puta vida, porque cuesta la mar de caro, pero si se hunden con su chalupa, podrán recordar lo bien que les habría venido tener uno… so desgraciados. Y en esas andamos compadre.

Así que he optado por retirarme y que el bote de mis desdichas se pudra a merced de las mareas, del viento de levante y del viento de poniente, aquí, en la marisma de la Casería de San Fernando. Que lo aprovechen los perros orilleros para descansar en su sombra o refugiarse del viento tumbaditos a sotavento.
Total, ya no procede ni hundirlo por cuestión de dignidad marinera, porque apenas lo intentes te piden los papeles de hundir botes, y la hemos cagado… capaces son de meternos en el penal de la Carraca por no cumplir las normas impuestas por los que roban a destajo y se van de rositas, de rositas de los mares en yates de lujo.
Hay que joderse compadre, hay que joderse.
 
 

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