Me llama la atención la gente que dice sentirse orgullosa de ser de clase trabajadora, pero en cuanto tienen ocasión, tratan de escapar de ella sin excepción. De hecho, muchos que lo siguen siendo se definen de clase media, como si colocarse esa etiqueta los librase de su realidad.
Es como el que nace en un poblacho
ubicado en un secarral del interior, con cuatro chozas de mierda y una charca
putrefacta, y se siente orgulloso por ello, aunque en su fuero interno anhela
irse a vivir en un casoplón junto al mar.
Supongo que tendrá mucho que ver
la necesidad de formar parte de la identidad de grupo, ese miedo que tiene la
gente a nadar contra la corriente en la que está inmersa, que les impide llamar
a las cosas por su nombre. Puedo entenderlo como un mecanismo de defensa o
cohesión grupal; la gente prefiere ignorar la realidad colectiva y la suya
propia, para evitar el conflicto o el ostracismo, pero no lo comparto y procuro
no entrar en esa dinámica, al menos conscientemente.
Si algo es una mierda, por mucho
que se envuelva en papel de regalo, seguirá siendo una mierda, con
independencia de la clase social en la que quieran emplazarnos o del lugar en
el que hayamos nacido. De otro modo, solo sería consuelo para bobos y acomplejados.
A fin de cuentas, nacer en el seno de una familia pobre o en el de una rica, en
un país del Tercer Mundo o del primero, no depende de nosotros. Las elecciones
vendrán después, y será de nuestras acciones de las que podremos sentirnos
orgullosos o no… N'est-ce pas?
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