Hay que
reconocerles que saben darse a valer haciéndose notar, y está claro que no se
han desprendido de los tics imperialistas de tiempos pretéritos, de cuando
tenían al mundo acogotado bajo sus lustrosas botas. El funeral modo deidad lo
dice todo, orgullo y soberbia imperial. Dios salve a la reina.
Puede que sea
bueno para un país tener garantizado el orgullo patrio como en el caso de los
ingleses, el todos a una para afrontar los momentos de crisis, y disfrutar de
los momentos de gloria. A diferencia de nuestros monarcas, los británicos daban
una de cal y otra de arena y eso proporcionaba vidilla a la chusma. Los
nuestros nos mandaban batallar a palo seco por el rey y su puta madre, y al
regreso, ya fuera victoriosos o derrotados, solo cabía esperar más miseria.
Por eso aquí
somos más de guerra de guerrillas, sobre todo contra nosotros mismos, de reinos
de taifas, de envidias y odios viscerales entre aldeas, de que cada palo que
aguante su vela, irreverentes con las coronas y con la madre que nos parió.
Es lo que
hay, por eso la pérfida no puede esperar otra cosa de nosotros más que irreverencias,
culos apuntando hacia Londres desde la borda de una nave española infiltrada en
el Támesis para llevar a cabo una escaramuza, no por España, sino por nuestros
santos cojones.
San Pedro
dimite, harto de esperar en la puerta a la Isa. El diablo se niega a acogerla
en su reino. Mahoma respira aliviado de que sea católica. Buda no quiere ni
pensarlo y se ha liado un peta tibetano. Es mi aportación irreverente a
colación de todo lo anterior.
lunes, 19 de septiembre de 2022
SOBRE CORONAS E IRREVERENCIAS
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